Susurros De Buenas Noches Para Que Descanses En Paz

BAJO MONSERRATE.

La niebla se espesaba a medida que Valeria y Laura subían por el sendero hacia la iglesia de Monserrate. Apenas intercambiaban palabras, cada una sumergida en sus pensamientos. Desde que habían leído sobre las catacumbas ocultas bajo el santuario, Valeria se había obsesionado con la idea de descubrirlas. Decía que quería vivir una de todas esas historias de terror que habían leído juntas. Laura, aunque menos segura, había aceptado acompañarla, atraída también por esa mezcla de miedo y curiosidad.

Cuando finalmente llegaron a la cima, miraron una vez más a la ciudad. El sol se escondía en el horizonte, trayendo la oscuridad de la noche, y las luces de Bogotá se extendían ante su vista en una titilante danza. Se sonrieron mutuamente como si celebraran su victoria en silencio; sin embargo, en sus expresiones nacía el miedo. Se dieron la vuelta, y frente a ellas el santuario se alzaba oscuro y silencioso, con las luces apagadas y el aire aún más frío tras la lluvia de toda la tarde.

Rodearon el edificio buscando aquella entrada que mencionaban los blogs y foros. Caminaron mirando por todos los alrededores hasta que encontraron, tal como uno de esos artículos había descrito, una reja pequeña y oxidada, medio oculta tras los arbustos.

Valeria empujó la reja con un crujido que resonó en el silencio. Un túnel estrecho y oscuro, que se tragaba toda la luz, se extendió ante ellas. Sin decir una palabra, Valeria encendió su linterna, iluminando apenas las escaleras que descendían hacia un profundo vacío, y comenzó a bajar, con Laura siguiéndola de cerca.

A medida que descendían, la humedad y el olor a moho aumentaban, llenando el aire de una pesadez sofocante. Las paredes de piedra parecían cerrarse a su alrededor, y la luz de la linterna apenas alcanzaba a iluminar los peldaños siguientes.

Laura sintió un escalofrío mientras su mirada se detenía en el musgo que cubría las paredes, brillando tenuemente y formando extraños patrones. Parecían símbolos, aunque su forma no era clara. Al enfocar uno de ellos con la linterna, se dio cuenta de que el musgo palpitaba suavemente, como si estuviera respirando. Intentó tocarlo con curiosidad y con la mano temblorosa, pero este retrocedió ante su cercanía, haciendo que Laura retirara la mano de un sobresalto.

—¿Viste esto, Vale? —Preguntó Laura en voz baja.

Valeria apenas asintió, sin apartar la vista del camino. Su expresión era extraña, una rigidez en su rostro pálido que Laura no reconocía, como si hubiera visto algo moverse en la oscuridad. El silencio a su alrededor era tan denso que cualquier sonido, incluso su propio jadeo, parecía un intruso en ese espacio.

Quisieron volver, pero el túnel era tan oscuro detrás de ellas como por delante; no había rastro de luz por donde habían llegado, y sintieron cómo las paredes se estrechaban y expandían a su alrededor. Laura se pegó a su amiga y, como una firme decisión, siguieron descendiendo. De pronto, un murmullo suave comenzó a resonar en el túnel. Al principio, Laura pensó que era el eco de sus propias respiraciones, pero luego notó que había algo más allá; el ruido era un murmullo a lo lejos que se acercaba a ellas, como una plegaria o un cántico en una lengua extraña que les producía una sensación de inquietud.

—Valeria, ¿escuchas... eso? —Murmuró Laura, su voz entrecortada.

Valeria se detuvo, pero no respondió. Su mirada estaba fija en un punto oscuro del pasillo delante de ellas, y su expresión se volvió más extraña, casi absorta, como si el susurro le hablara directamente. Laura sintió un nudo en el estómago. Tomó la mano de su amiga, y esta le devolvió el gesto, apretándola, como si ambas buscaran protegerse mutuamente.

—Valeria... creo que es mejor volver. —Susurró Laura, con la voz quebrada.

El murmullo se hizo más claro, y Valeria sintió que algo en su mente intentaba aferrarse a ese sonido. Aunque no entendía las palabras, había algo en el tono que parecía penetrar en su mente. De repente, ante la luz de sus linternas, una sombra en pie caminaba hacia ellas, y sin prestarles atención, camino por el lado y continuó. A su paso, una corriente helada las atravesó, y con expresiones de pánico y el sudor corriéndoles por las sienes, quedaron paralizadas hasta que la sombra desapareció.

—Sigamos. —Dijo Laura, y continuó bajando un escalón a la vez.

Valeria la siguió detrás, muy pegada. Le daba miedo continuar, pero el pensamiento de quedarse sola le aterraba más. El brillo del musgo era cada vez más intenso, y las linternas alumbraban lo más adelante posible. El murmullo de las plegarias en esa lengua extraña volvió, pero esta vez parecía que miles de voces oraban al unísono.

Ambas chicas se detuvieron ante un arco que hacía de puerta hacia una bóveda. Al iluminar el espacio vacío, notaron que, en cuanto apuntaban hacia otro lado con la linterna, las sombras parecían caminar de un lado a otro y luego desaparecer ante la luz.

Ambas se miraron. Sus rostros llenos de pánico se encontraron. Laura tenía una expresión de casi a punto de llorar; le rogaba con los ojos que volvieran. Pero Valeria estaba aún emocionada y llena de curiosidad. Algo se escondía allí, y quería verlo. Sus corazones latían con fuerza y sus respiraciones entrecortadas se sincronizaban.

Valeria quiso entrar, pero Laura, que aún la sostenía de la mano con fuerza, estaba totalmente quieta; no quería avanzar más.

—Vamos, Laura. —Insistió Valeria—. Solo daremos un vistazo, una mirada rápida y nos vamos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.