– ¡¿Qué?! – estaba sorprendida, lo miraba nerviosa. – no sé de qué hablas.
Se suponía que nadie me había visto, estaba segura de que nadie lo hacía.
– ¿Crees que con observarme vas a ganar algo? Mírate en un espejo, solo eres una estúpida niña acosadora. Yo nunca amaría a alguien como tú. – me fulmino con la mirada, estaba en esos momentos donde deseaba que la tierra me tragara.
– Pero, no sé de qué hablas. – repetí, en mi mente aún estaba la esperanza de salir de ese lugar.
– Niña estúpida. – fue lo único que me dijo para después irse. Su cara la desconocía, parecía haberse transformado en otra persona.
Desesperada comencé a mirar por todos lados, buscando algo que me pudiera ayudar a salir de ahí.
– Puede servirme. Pensé mientras veía una rejilla de ventilación, me arrastre hasta ella y solté mi pelo sacando una hebilla, use la misma para poder abrir la tapa y escapar.
Estaba sintiendo el peor dolor de mi vida porque tenía la pierna rota, pero no me detuvo, al llegar a un punto donde había otra rejilla me di una abofeteada mental porque me había olvidado la hebilla.
Desesperada y por la adrenalina empecé al golpear la puerta de rejilla, la estaba rompiendo.
Al finalmente romperla la abrí tan rápido que me caí, caí sobre una mesa. Con la cabeza apoyada en la madera di un suspiro de alivio.
Levante la mirada, una sonrisa se dibujaba en mi rostro, pero
– ¡¿Qué carajos?! – por un momento creí que me había consumido la locura, vi algo horrible, desprendía un olor podrido como si estuviera ahí desde el momento en que murió, inmediatamente me dieron ganas de vomitar.
– Niña estúpida, ¿Qué haces aquí?