Mabel se había despertado rápidamente, en la mañana ella era la única que había abierto los ojos, no podía dejar de pensar en todas las cosas que sucedieron la noche anterior.
— Que estoy haciendo — recriminó para si misma.
Ella todavía conservaba ese peluche que había sido regalado por aquel muchacho, eso era lo más misterioso¿Por qué todavía lo conservaba?
Tal vez era un peluche demaciado lindo o solo era que ya no quería actuar de una mala manera, pero si se había dado cuenta que la rabia que sentía a los chicos ya la tenía cansada.
Sentir odio y rencor era muy agotador, requería de un gran esfuerzo, ¿odiar a los chicos? Mabel ya estaba cansada.
— Buenos días mabel — saludo su hermano cuyo sueño todavía no había desaparecido y frotaba sus ojos.
— Buenos días hermano — saludo Mabel con una tierna sonrisa.
Dipper lo noto de inmediato, esa mañana Mabel se veía feliz y alegre, Dipper sonrió y Mabel junto con el hacía tiempo que Mabel no mostraba tal expresión de felicidad.
Había pasado tanto tiempo que Dipper había olvidado la sonrisa de su hermana, el chico se propuso a dar las gracias a Mabel, gracias a ella había tenido una cita perfecta con Pacifica.
Dipper al contar todo sobre su romántica velada no pudo evitar que las emociones lo invadieran manos y pies comenzaron a temblar también su corazón perdía el control.
La castaña seguía sin entender por qué no era capaz de arrojar ese peluche a la basura tan solo verlo le recordaba todos esos chicos que la avían rechazado.
Ella ofrecía su amistad y corazón cada uno de esos chicos se encargó de hacerlo pedazos, Mabel conservo la esperanza por un tiempo recogiendo los pedazos y volviéndolo a armar.
Era verdad que Mabel era alocada también podía llegar a asustar pero nunca tenía malas intenciones ella era una buena niña que solo quería un amigo.