cambio de planes
Habían tenido el tiempo suficiente para saciar sus apetitos voraces y ya iban por la carretera paralela a la playa…
- Tienes la piel más dorada que un faisán al horno - le dijo Charly a Sara, mirando cada centímetro del cielo cubano, como si quisiera retenerlo en su memoria.
- Sí, creo que se me va a ulcerar… por fortuna tenemos con nosotros a un dermatólogo… aunque ha bebido tanto que creo que ha olvidado todo lo que aprendió en la universidad…
- Si lo ha olvidado no será por el licor sino por el número de chicas que ha conocido. Ahora sabe más de geografía que de dermatología.
- Todo esto ha sido una locura – renegó Sara – Jamás imaginé que me iba a especializar en comportamiento masculino. Por lo pronto estoy considerando volverme lesbiana. Si el resto de los hombres se comportan como ustedes cuando salen de vacaciones, no quiero tener que ver con ninguno en adelante.
- No exageres, nena - Le dijo Charly con su sonrisa que elevaba un labio y dejaba el otro inmóvil.
Desde el primer semestre en la Universidad de Antioquia, aunque habían empezado en carreras diferentes, Sara y Chary habían tenido un gran nivel de empatía. Sara en Artes Audiovisuales solía necesitar con frecuencia quién le ayudara a expresarse en sus trabajos escritos y el pequeño Charly, en Comunicación Social, nunca le había dicho que no. Ella tenía un secreto que nunca le había dicho. Él sospechaba, pero jamás había sido capaz de arrancárselo. A las dos de la tarde de ese día, mirando cómo se desplazaba el bus por las plazoletas desnudas de la Habana, aún le miraba con aquella ternura. Varios de los chicos iban semidormidos, con modorra. El ruido del bus tenía esa capacidad asombrosa de obnubilar los sentidos y el sol, que entraba como una cuchilla de luz, proveía el calor para desmadejar los cuerpos.
Por eso cuando el conductor de aquel viejo bus FIAT modelo 80, se paró en el freno, después de recibir una llamada en su celular, y logró sacudir todos aquellos cuerpos contra las barandas, casi todos sufrieron pequeñas contusiones y un gran susto.
- ¿Qué le pasa idiota? - le gritaron - ¿No hay escuelas de conducción en Cuba?
El hombre, barbado y mal encarado, vestido de franela, apenas si miró por el espejo retrovisor y levantó la ceja.
- ¿Por qué se detiene? - le gritó el Guajiro y fue a pararse frente a él, por si quería saber a qué sabía un golpe de indio.
- Hay un cambio de órdenes.
- ¿A qué se refiere?
Todos los estudiantes se amotinaron junto a él.
- Tendremos que volver al hotel.
- Pero … ¿cómo es posible? - se quejaron en conjunto y reprocharon la actuación del conductor.
Con una voz estentórea sacudió el ambiente con un gruñido:
- ¡Yo recibo órdenes! ¡Basta, al que hable más lo bajo a patadas!
- Atrévase hijo de perra – le dijo el Guajiro, enseñándole el puño.
Los últimos días en la playa el ambiente había estado enrarecido. Los chicos se hicieron en la parte de atrás del vehículo y empezaron a conferenciar.
- ¿Tendrá que ver acaso con esa mierda de la que están hablando en Internet? - Se preguntó el Ñato, estudiante de Artes Plásticas y quien, según una encuesta en el grupo, era quien más lejos había llegado en lujuria.
- La verdad, muchachos, - dijo Esteven, como rememorando – Yo si vi las playas más solas los últimos días, como si la gente se estuviera marchando. Alcancé a preguntar al administrador del Hotel, pero él me dijo que no pasaba nada. Los hoteleros han querido callar sobre ese tema…
- ¿Pero de qué diablos se trata? -preguntó el Guajiro, que era quién más desconectado de la realidad se mantenía.
- Bueno, en las pocas horas en las que había internet pude leer algo… le dicen… el Coronavirus… y la verdad... creí que era algo de ficción, o terrorismo en redes, no le di importancia, publican tanta mierda en redes... pero parece ser que… podría convertirse en una Pandemia....siiii