The Black Cat

Prólogo

Prólogo.

*22 años antes*

El viento soplaba fuertemente, las copas de los arboles chocaban uñas con otras, con una especie de danza creada por las corrientes, hojas que eran arrancadas de los arboles volaban por todo el lugar, los truenos resonaban y relámpagos aparecían junto con las nubes grises que adornaban el cielo, creando un tejado natural de nubes que impedía observar las estrellas, se acercaba una gran tormenta, pero nada importaba, sabía que iba a morir allí.

-No volveré a repetirlo – Me tomo por el cuello y me alzo en el aire - ¿Dónde está? – Levanté el rostro y lo miré a los ojos, esos grandes ojos azules que en más de una ocasión me habían hecho delirar de amor, aquellos que en ese momento brillaran de furia mientras me observaban atentamente - ¿DÓNDE ESTÁ KATHRINA? – Gritó una vez más agitándome en el aire.

-Jamás la encontraras Frederick, ella está muy lejos de ti, esta vez perdiste – Una leve sonrisa se asomó por mis labios, tenía miedo pero no se lo demostraría.

Su rostro se contrajo de furia y me lanzó por los aires, aterricé contra una roca y mi cabeza retumbó contra esta, sabía que tenía más de un hueso roto, pero nada importaba ya, ocultaría a Kathrina hasta la muerte y no es que faltara mucho para ello.

Frederick camino hacia mí de manera imponente y mientras lo hacía saco una daga de su abrigo y ahí lo supe, era mi final.

Con un movimiento rápido incrustó la daga en mi costado izquierdo, el dolor me llegó rápidamente haciendo que soltara un grito ahogado, siguió observándome fijamente sin retirar la daga de su lugar durante unos cuantos segundos.

-La encontraré Marisa – Dijo introduciendo aún más profundo aquella daga, podía ver el dolor en sus ojos.

-Suerte con eso Frederick – Dije en un murmullo, retiró la daga y se levantó viéndome fijamente, sentía la sangre correr por mi costado, ya no había vuelta atrás. Mis ojos comenzaron a cerrarse y antes de soltar el último aliento lo vi disolverse en una nube de humo negro…

 

Desperté de un brinco en mi cama exaltada, de nuevo la misma pesadilla. Una gota de sudor se asomaba por mi frente, la limpie con mi mano, un maullido se escuchó desde una de las esquinas de mi cama.

-Tranquilo Milo – Le acaricié la cabeza – Solo fue otra pesadilla.

Me levanté de la cama e inmediatamente Milo se bajó y me siguió. Salí de mi habitación y entre al baño. Milo se subió en una de las esquinas del lavamanos y yo lo miré.

Su pelaje blanco con una mancha negra que hacía un recorrido de su nariz a su cola se encontraba algo despeinado, era como una persona recién levantada. Su larga y peluda cola se paseaba a su alrededor, sus orejas puntiagudas estaban levantadas de manera de alerta mientras sus ojos azules me observaban atentamente.

Milo había estado conmigo desde que tengo uso de razón, mi compañero fiel, nunca me había dejado sola, incluso estaba conmigo en el internado. Subí la mirada y me observe en el espejo, grandes ojeras se asomaban debajo de mis grandes ojos color verde, consecuencia del cansancio.

Mi cabello se encontraba bastante revuelto, lo peine y me amarre una cola alta. No es que tuviera el cabello más hermoso del mundo, ni el más original. Era de color castaño, bastante simple y común, pero había perdido su color y fuerza durante los últimos meses.

Abrí la llave del agua fría para lavar mi cara y espabilarme un poco, después de esas pesadillas no me provocaba volver a dormir.

Hace tres meses que había comenzado a tenerlas y desde entonces mi vida se convirtió en un completo caos, mi madre decidió sacarme del internado donde me encontraba, ya que no lograba estar más de una hora despierta y eso comenzó a afectar mis notas. Me llevó a psicólogos, psiquiatras y cualquier otro tipo de especialista pero nada funcionó, por más que tomara y tomara pastillas las pesadillas volvían una y otra vez, algo debía significar pero no tengo ni idea de que.

Levante mi cara y agarre una de las toallas, me seque y observe a Milo quien no me quitaba la mirada de encima.

-Vamos Milo, veamos una película en el sofá – Le dije mientras tocaba su pequeña nariz.

Un maullido como respuesta y salimos juntos del baño, entre en la cocina y saque unas galletas de la despensa, me senté en el sofá negro grande que se atravesaba en la sala y encendí la TV que estaba pegada a la pared, Milo subió a mi regazo y se acomodó en él. Estaba comiendo las galletas y cuando pasaron los comerciales baje la vista hacia la bola de pelos en mis piernas, había caído en un sueño profundo.

-Te odio porque puedes hacer lo que yo no – dije dando un suspiro, recosté mi cabeza en el espaldar del sofá y mire la hora en el estéreo – Las 2:50 a.m. Otra madrugada desvelándome con el gato – Suspire una vez más, esta situación era demasiado frustrante.

Poco a poco mis parpados comenzaron a pesar, quería levantar la cabeza y abrirlos pero sabía que era imposible, tenía una cantidad enorme de agotamiento mental y caería dormida en cuestión de segundos, rumbo a otra pesadilla, aunque intentara evitarlo, aunque no quisiera, siempre caería, dormida por tan solo minutos…



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Editado: 13.03.2018

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