Los chicos han estado trabajando muy duro, solo salen por la noche a estirar un poco las piernas y a ver un poco los alrededores, aunque no se vea mucho, ya que esta oscuro. El miércoles, Ana se encontraba en la playa muy temprano, porque quería distraerse un poco y sobre todo para respirar aire fresco de la mañana. Se encontraba sentada en la arena mirando el movimiento del agua, cuando eso escucha correr a alguien y voltea la mirada hacia su derecha y era una niña como de 5 a 6 años vestida con una camiseta roja y en el pecho una imagen de los personajes de Tom y Jerry y debajo traía puesto un short azul, venía descalza pero lo más extraño era que la niña no tenía cabello, solo tenía algunas melenas. La niña se le acercó saludándola.
- Hola – se le escuchó una vocecita muy dulce.
- Hola – le contesta Ana - ¿Qué haces levantada tan temprano, muñequita? Y ¿y tú mami?
- está en la cocina – se le acercó y le tomó con sus manitas un mechón de cabello – tienes un lindo cabello.
- muchas gracias – Ana se ruborizó por la mirada clara que tenía esa niña - ¿Cómo te llamas, bebé?
- Elizabeth, pero me dicen Elly - ¿y tú? Le pregunta
- Ana – ella le sonríe, en ese momento se escuchan unos pasos y ambas giran la cabeza para mirar y descubren que es su primo Carlos, le sonríe y lo saluda – buenos días, primo ¿Cómo amaneciste?
- ¡buenos días! Anita, bien – mira a la niña y le dice: ¡vaya niña traviesa! Te volviste a escapar de tu madre, ¿verdad? – le acaricia su cabecita y luego se pone en cuclillas para ponerse a su altura – tu madre está como loca buscándote.
- hola, Litos, quería ver la playa – le dice ella y Ana frunce el ceño
- ¡Litos? Y se carcajea. Carlos la mira sonriendo
- sí, así me llama, porque se le dificultada decirme el nombre, entonces cuando mi mamá me dice Carlitos, ella solo aprendió a decir Litos y así me quedé para “ella” recalca esta última palabra, dándole una mirada de advertencia. Ana le sonríe y le guiña un ojo, como diciéndole que entendía.
- Litos, Ana tiene un hermoso cabello, yo quisiera el mío así – le dice la niña acercándosele para quedar en sus piernas y él la abraza cuidadosamente.
- ¡claro que sí! Tu cabello va a crecer hermoso y te llegará hasta por acá – le señala por debajo de su trasero y ella se ríe fuertemente, le rodea el cuello con sus bracitos y se queda allí, Ana solo queda mirándolos, Carlos es un hombre muy atractivo, tiene unos ojos grises envueltos en unas pestañas largas y rizadas, nariz recta y aguileña, una piel lisa y trigueña, cuerpo musculoso y una sonrisa muy sexy, cualquier mujer tendría suerte en conquistarlo; pero lo que más le impresiona es que la niña Elly se parece mucho a él, tiene sus mismos color de ojos, su nariz y la sonrisa, frunció el ceño - ¡Aquí hay gato encerrado! Se dijo
- te lucen los niños, y Elly se parece a ti, ¿eres su padre? – le pregunta un modo juguetón, él la mira extrañado
- ¡claro que no! – contestó, pero desvió su mirada.
- pero si tuviste algo con la mamá, ¿cierto? – insistió
- ¿si te digo que sí, ¿te pondrías celosa? – le pregunta un poco divertido y también esperanzado
- ¡Eso quisieras tú, primito! – se echó a reír – vamos dímelo.
- bueno… si tuve algo con ella – respondió resignado y dolido, porque ella no lo ve como hombre.
- ¿Quién es ella? Porque no la he visto… aunque… - recordó a una auxiliar contable muy linda de cabello castaño rizado y ojos avellana
- trabaja en el hotel – respondió – Laura, la auxiliar contable
- ¡Lo sabía! Me di cuenta cuando estábamos en la reunión con mi tía – tenía una satisfacción en su linda cara – Carlos, me alegra mucho que te guste alguien, pero sé que te gusta, ¿verdad?
- veo que te alegra mucho que me guste otra mujer – le dijo mostrando dolor en su atractivo rostro – Ana iba a responderle, cuando Elly le tocó el rostro a Carlos, ella mira a la niña y ve que está muy pálida
- Carlos, la niña está… - baja la mirada para verla y se asusta, se levanta deprisa, la carga y regresa a la casa corriendo, en eso sale la madre de Elly
- ¡Carlos! ¿Qué le pasa a mi hija? – pregunta asustada
- vamos a mi cabaña, hay que ponerle el medicamento y cubrirla para darle calor – va rápido, mientras la abraza para hacer que entre en calor, la acuesta en la cama y la cubre con una manta térmica, arrastra la bala de oxígeno con la mascarilla y se la pone
- tú crees que… - se le hizo un nudo en la garganta y se le empezaron a correr las lágrimas por las mejillas – por favor... haz algo por ella
- lo estoy haciendo, Laura. ¿crees que no lo estoy intentando? – la mira enojado – soy un médico dedicado y ella me importa mucho, me duele lo que le pase - hace una pausa – y quiero saber si ella es mi hija – le grita
- quieres decir, ¿Qué si no fuera tu hija, no harías nada para salvarla? – pregunta ella, con voz nerviosa
- Laura, no he dicho eso. – se pasa las manos por la cabeza – a pesar de eso, me he puesto a averiguar sobre los donantes de médula ósea para ella. Pero… - se detuvo y suspiró – pero quiero saber si ella es mi hija, para ver si soy compatible o buscar con otros familiares, ¿ves? Es más fácil – dijo para que ella razonara; en eso llega la señora Graciela