―Sofía, me encanta, no tienes idea. El niño es un amor de persona. Me atrae todo de él. Es perfecto. Lástima que ya no está… no puedo creer que ya se acabó y no supe más de él ―cuento a Sofía mientras hacemos la fila del abordaje del vuelo en el aeropuerto.
―¡Ve con él! Aprovecha que todavía tienes tiempo. Es más, no pierdas tiempo y pasa con él lo más que puedas ―responde Sof.
―¿De qué hablas? ¿Cómo voy a ir con él si estoy acá contigo? ―para mí las palabras de Sof no tienen sentido.
¿Cómo quiere que esté con Rodrigo si estoy acá con ella?
Suena mi celular. Lo saco de mi bolsillo. Caigo en cuenta de que no sabía que lo tenía ahí y que, además, no cargo equipaje. Veo la pantalla del teléfono y está negra completamente, pero no para de sonar.
―Atiende, es él. Cuando regreses me cuentas todo ―me abraza y repite―. ¡Atiende pues! ¡Te está esperando! ―dice Sofía despidiéndose.
Me salgo de la fila del avión y contesto la llamada sin marcar ningún botón, simplemente pongo el teléfono en mi oído.
Despierto con el teléfono de la habitación en el oído, sosteniéndolo con mi mano. ¿Cómo llegó el teléfono hasta acá arriba? Veo el cable y da hasta la mesa de noche que está entre mis roommates. La televisión está encendida. Me asomo, Kike está despierto en la cama de abajo viendo televisión. Mi voz no sale de lo dormida que estoy, ¿saben ese momento cuando estás recién levantado y no salen las palabras? Bueno, así estoy. Intento pronunciar algunas. Pregunto a Kike cómo llegó el teléfono a mi mano. Él me lo pasó.
―¿Me lo pasaste? ¿Por qué? ―entrecierro los ojos del cansancio.
―Porque te están llamando ―me observa de reojo y sigue viendo la tele.
―¿Quién? ―insisto.
―Rodrigo te llamó y sigue en el teléfono, si es que no te ha trancado después de toda la porquería que me estás diciendo en vez de contestar.
¡Mierda! Tengo el teléfono en la mano porque Rodrigo está del otro lado de él. Juré que todo era un sueño. Pero… Sofía sí fue un sueño ¿o no?
―¿Aló? ―pronuncio extrañada creyendo que es broma.
―¿Bueno? ¿sigues ahí? ―Rodrigo responde con paciencia.
―Sí, sí. Hola, aquí estoy ―digo acelerada.
―Jaja, hola otra vez. Ya te había saludado ―hay una pausa entre los dos.
―Mira, una pregunta… ―exclamo sin entender muy bien.
―Sí, dime ―se escucha cómo Ro se queda en espera de la pregunta.
―¿Desde hace cuánto estamos hablando por teléfono? ―espero una respuesta, pero estoy segura de que no me gustará.
―Mmm. Menos de 2 minutos, creo ―duda de mis preguntas.
Tiempo suficiente para haber dicho algo indebido o estar balbuceando.
―Y… ¿se puede saber qué dije? ―continúo mi cuestionario.
―¡Ay, Luli! ¿No te acuerdas? Jajaja… estás muy dormida ¿verdad? ―se burla de mí.
―Un poco, perdón. Ya dime, ¿qué dije? ―estoy ansiosa por su respuesta.
―Solo me contaste que habías soñado conmigo o algo así.
―¿Y ya? ¿Seguro que no dije algo más? ―me tiene nerviosa esto.
―Sí, jaja… estoy seguro… ¿por? ―se queda callado un segundo―. ¡Ay, Luli, estás loca! ―río entre sus palabras―. Oye, ¿qué harás ahora?
―Ahorita. Bueno son las… ―ojeo el reloj de la habitación― 9:00 a.m., así que desayunaré para bajar temprano a la isla. ¿Y tú? ¿Qué harás?
―Pues, voy a comer como en media hora ¿te late que te vea ahí? ―pregunta con ánimo.
―¡Sí, claro! Ahí te veo ―mi felicidad me despierta.
―Órale, bye ―se despide y tranca. Le paso el teléfono a Kike para que lo coloque en su puesto.
Me levanto emocionada y apurada a la vez. Me baño, arreglo y estoy lista en 30 minutos para subir al buffet. Mis roommates ya fueron levantados de sus camas por mi papá, quien entró al cuarto, como siempre, prendiendo luces y aplaudiendo.
Subo al buffet y al abrirse el ascensor me encuentro a Rodrigo con sus dos hermanos. Voltea, me ve y sonríe. Se acerca y me abraza. Tiene puesto un short demasiado sexy y una franela que le hace ver sus hermosos brazos. Entramos juntos al buffet. Vemos a través del vidrio que el barco ya está estacionado en Saint Thomas.
―¿Qué harás en la isla? ―pregunta al agarrar un plato para servirse de comer.
―Vamos a la playa. ¿Y tú? ―cojo un plato detrás de él.
―Nosotros también vamos a la playa. ¿A cuál vas? ―elige entre las frutas del buffet.
―No estoy segura. Era algo como Megan no sé qué. ¿A cuál vas tú? ―paso las frutas. No me provocan.
―Pues, la neta, te pregunto porque hoy me toca elegir a mí a dónde iremos ―me ve y se da cuenta de que no entiendo lo que dice―. A ver, te explico. En mi familia somos tres hermanos, ya los conociste a todos. Como el crucero va solo a tres islas, cada uno elige qué hacer en una de ellas. A mí me tocó la isla de hoy: Saint Thomas. Y pues, me gustaría ir a donde tú vayas para pasar más tiempo juntos.