Me levanto tarde. Abro los ojos y mis roommates siguen dormidos. Kike se levanta al escucharme.
―¿Qué hora es? ―pregunto sin rodeos.
Se rasca los ojos y mueve su cuerpo a un lado para ver la hora en el celular que está cargando en la mesa de noche.
―Son las 10:43 a.m. ―se vuelve a acostar.
Qué raro que no me levanté con la llamada puntual de Ro. ¿Será que…? imposible, seguramente sí llamó.
―¿Llamó alguien más temprano? ―vuelvo a molestar a Kike.
―Sí ―me emociono―. Llamó papá como a las 8:30 a.m. a ver si queríamos ir a desayunar. Está más que claro que le dije que no ―refunfuña Kike.
Entonces, eso significa que Ro no llamó. Primera vez que no llama desde… desde que me pidió mi número de teléfono. ¡Qué extraño! Capaz Kike no escuchó el teléfono. O estaba descolgado. De todas formas, quedamos en vernos a las 12:00 del mediodía en la piscina, así que me moveré para comer antes.
Despertamos a Ricky, nos cambiamos y subimos a desayunar. Llegamos justo antes del cierre. A las 12 en punto me dirijo a la piscina. No lo veo por ningún lado. Reviso el área y nada. Daniela hace señas para que vaya hacia ella. Dejo mis cosas en su butaca y nos metemos en el jacuzzi con Carlos, Horacio, Alice y se acercan Kike y Ricardo, quienes se apresuraron comiendo, al parecer. No quiero preguntar a la familia de Ro por él, no me quiero ver desesperada. Hago lo posible por mantener la calma y actuar normal. Los demás hablan un rato, yo trato de disimular mi ansiedad mientras veo cuidadosamente a los lados. Como a la 1:30 p.m. aparece Ro. Me entran una corriente de nervios. Me saluda como uno más del grupo y se vuelve a ir, justo cuando los demás planeamos ir al simulador de surf. No quiero preguntar qué le pasa. Prefiero surfear con los demás y fingir demencia.
Una vez en el simulador, hacemos fila para subirnos. Cuando ya casi es mi turno, me arrepiento. Me echo para atrás. Tengo demasiadas cosas en mi cabeza como para concentrarme en esto. Me encantaría intentarlo, pero no puedo, no ahora, no es el momento. Me siento en las gradas y tomo fotos a los demás con la cámara de Dani. Los demás se suben y me burlo de sus caídas. Se pegan durísimo. Por lo menos se nota que lo disfrutan bastante. En cambio, mi estrés y colapso mental me marean. Me duele la cabeza. Ya no sé si es el sol, el calor o la pensadera. No puedo dejar de pensar en Rodrigo y su forma de actuar. No entiendo nada de lo que está pasando. Por más que intento pasarla bien, se me hace imposible.
Regresamos al jacuzzi y está dentro del agua, con una niña. Sí, con una NIÑA. Lo observo con rabia y se da cuenta. Se me acelera el corazón, me da como una pequeña taquicardia. Siento que sale fuego de mis ojos. Se pone tenso, se nota. Daniela pide que la acompañe al baño. Voy detrás de ella.
―Chama, estoy demasiado molesta. Rodrigo está rarísimo. No entiendo qué le pasa. Es el primer día que no me llama en la mañana. Bueno, creo que no llamó. Además, me saludó como si fuera un pana más. Y de paso, está con una niña en el jacuzzi…
Suspiro de la rabia mientras aprieto fuerte mis dientes tratando de calmarme. Me miro en el espejo y yo misma noto la tensión que cargo encima.
―¡Chama! Justo te iba a comentar eso y no sabes cómo te entiendo. No comprendo a los hombres ni un poco. Vi a Rodrigo con la chama y fue como WTF? ¿Y esa quién es? Daniel también está actuando súper raro conmigo desde el día después de besarnos, pero no voy a darme mala vida, la verdad… Aunque igual me la doy, pero intento que no sea así ―se peina frente al espejo, se hace una cola de caballo ―. Ya va, te besaste con Rodrigo ayer ¿verdad? ―pela los ojos esperando mi respuesta y voltea a verme de frente, sin espejos de por medio.
Bajo la cabeza en señal de decepción.
―Sí, chama, y fue buenísimo, estaba demasiado feliz, tanto él como yo, o eso creía. La pasamos increíble, de verdad fue una noche única y romántica. Todo fue tan perfecto que parecía mentira. Fue mágico, aunque suene híper cursi. Por eso mismo no entiendo…
―¿No te das cuenta del factor común? Me pasó exactamente lo mismo con Daniel. La noche que nos besamos fue excelente y al día siguiente me trató como si no me conociera. ¿Será que este era el plan de ellos desde el principio? ¿Ya lo habrán hablado entre ellos? Esto huele a gato encerrado ―se molesta Daniela alzando cada vez más la voz―. Mira, pase lo que pase, recuerda que Ro y tú viven en países distintos, que nada peor puede suceder y será un recuerdo chévere. Conociste a un mexicano bonito, disfrutaste con él unos días, es una historia cool y listo. Además, si tienes algo que decirle, se lo dices, no tienes nada que perder por lo mismo de la distancia. Tú haz lo que te nazca y creas correcto ¿Ok? ―sujeta mis hombros y espera mi respuesta.
Afirmo ante lo dicho. Mi amiga tiene razón. Respiramos profundo, salimos del baño y vamos directo al jacuzzi.
―Chama, tú mantente seria, que te jale bolas él. Le toca ―cierra con broche de oro nuestra conversación.
Entramos al jacuzzi. Paso a un lado de Ro. Me coloco en el otro extremo del jacuzzi y no lo veo ni por equivocación. Daniela, quien está a mi lado, me avisa sus movimientos. Según ella, el niño me ve de reojo, me busca entre la gente cuando no logra verme, hace pausa a sus conversaciones para asomarse, hasta se pone de pie para observarme mejor. Todo esto lo informa mi espía. Deja de charlar con la niña y se acerca lentamente. Arrima a la persona que está a mi lado y toca mi hombro. Volteo lentamente.