Trevor.
Cada vez que regresó de alguna fiesta me prometo que nunca jamás volveré a tomar pero, tan pronto como se llega el siguiente fin de semana me olvido de lo que dije ñ ultima vez y como coloquialmente se dice "me dejo ir como gorda en tobogán".
Pero la mañana siguiente una resaca peor que la anterior me golpéala cabeza recordándome que n debería beber como usualmente lo hago a, pero no me quejo, digo no podría y menos de lo mucho que disfruto estando en compañía de más de una señorita, aunque en la cama no se comporten como tal.
—¡Trevor! Ven aquí ahora.
Oh oh, huele a peligro.
Entre abrí los ojos alzando un poco el rostro mire a mi alrededor notando ropa esparcida por el suelo, botellas vacías, un par de condones en la mesa de noche y un bulto de melena caramelo acostada a mi lado.
—¡Trevor Alexander Ryder, baja ya!
Hola dios, soy yo de nuevo.
Con el martilleo en mi cabeza y unas tremendas ganas de devolver hasta lo que comí hace tres días me levanto de la cama y tomo los bóxers que se encontraban sobre la alfombra de la habitación.
—Tu empleo como profesor de arte inicio hace tres días, Trevor.
Es lo que me recibe en cuanto salgo y bajo las escaleras para encontrarme con papá en el inicio de estas, con una cara de pocos amigos y seguramente con un sermón bien elaborado de por qué no debería estar desperdiciando mi vida.
—Y la mudanza tuvo que pasar hace una semana, pero te di tiempo para que organizaras y tuvieras todo listo.
—Buenos días para ti también, solecito.
Rodó los ojos dejando salir un sonoro suspiro de sus labios.
—Escucha, ya todo está listo, relájate viejo.
—Prometiste tomarlo en serio esta vez, Trevor — y aquí venía me nuevo con aquello de "necesitas poner en regla tu vida".
Sin respuesta de mi parte continuó con su sermón ya conocido.
—Sé que desde lo de Caroline— el ambiente se tornó algo tenso —creíste que tu vida terminó pero, hijo la vida para ti recién inicia.
—No vuelvas a mencionarla frente a mi.
—Ya supéralo, por amor de Dios han pasado dos años.
—Claro, así como tú superaste lo de mamá cuándo nos dejó por irse con su supuesto entrenador gay— alce ambas cejas tratando de contener la risa.
Sin decirnos nada escuchamos los pasos de alguien bajando las escaleras, una chica delgada de estatura promedio no más de 24 años, vestida únicamente con sostén y bragas caminaba aún soñolienta hacia nosotros.
—Esperaba encontrarte a mi lado al despertar.
Ronroneo en mi oído pasando su mano por mi torso desnudo haciendo que la carpa en mis bóxers se hiciera prominente.
—Dame cinco minutos y estaré contigo.
Se separó de mi lado alzando la vista hacia mi padre quien enarcaba una ceja mirándose poco amigable.
La chica de quien desconocía el nombre sonrió en grande al mirar detenidamente lo que tenía enfrente.
—Si no es contigo, con gusto acompañaría a tu hermano.
Mordió su labio inferior sin apartar la vista de Matt. Solté una risotada al ver lo incómodo que parecía papá por el comentario de la chica.
—No soy su hermano, señorita.
—Es mi padre, cariño.
Viendo sus mejillas tornándose de un ligero color carmín paso un mechón de cabello tras su oreja sin dejar de sonreírle a papá con picardía
—Bien dicen, estoy en la edad en la que puedo salir contigo— me regalo una pequeña mirada divertida para volver a Matt— o con tu papá.
Sonreí en grande al ver lo incómodo que mi viejo se veía por lo descarado y sensato que era el pequeño momento que teníamos con la chica sin nombre.
—Debería ofenderme que en lugar de elegir esto— señale de mí hacia papá— te guste esto.
Matt río con sorna mirando divertido a la chica.
—Yo no la culparía, esta claro que tiene buen gusto.
—Obvio tiene buen gusto, vino a casa conmigo.
Alce la barbilla retando a Matt con la mirada, sin apartar mi vista de él crucé ambos brazos sobre mi torso, esperando que fuera él quien se rindiera primero.
—Ejem... yo sigo aquí chicos— alzo su delgado brazo tratando de restarle importancia a la incómoda situación.
Muy a su pesar y sin querer dar el brazo a torcer, me analizo con la vista dándose cuenta de que aun seguía medio desnudo y con una notoria erección matutina.
—Vete a vestir, ya debemos irnos, y acompaña a la señorita...— guardo silencio en espera de que la chica se presentara.
—Soy Tamara.
—Acompaña a Tamara y asegúrate de que llegue bien a su casa.
—Claro jefe.
Tamara camino de nuevo hacia las escaleras y subir estás hacia la habitación, fui detrás de ella quedándome en el marco de puerta para darle su espacio.
—Ayer en la noche no me quitabas la manos de encima y hoy pareces no querer tenerme cerca.
Reí caminando dentro de la habitación sentándome en la orilla de la cama— mi misión ayer en la noche era quitarte ese vestido y tenerte en la cama gritando mi nombre.
Su risa inundó el espacio en aquel dormitorio haciéndome sonreír un poco. Con los tacones en su mano derecha y su pequeño bolso en la izquierda fue hacia mi metiéndose entre mis piernas.