Selene
Hace un tiempo atrás
La luz que entraba por la ventana de mi habitación iluminaba todo el lugar. Era cálida. Quizás era lo único cálido dentro de esa habitación. Valery estaba recostada en mi cama, enredada en una manta que había traído de casa de mis padres. Tenía una mano bajo la cabeza y la otra alzando su móvil de vez en cuando, revisando mensajes, sonriendo para sí misma. Yo estaba sentada en la silla frente al escritorio. No decía nada. No hacía falta. Solo la escuchaba.
—Es que no sé, Sel —siguió, dejando caer el brazo—. A veces siento que la gente espera cosas de mí que no tengo ganas de dar. Como si todo el mundo estuviera pendiente de si me arreglo, si salgo, si contesto los mensajes rápido. ¿Nunca te ha pasado?
Asentí apenas, sin mirarla directamente.
—Y tú, en cambio, tan tranquila. Tan invisible a veces —añadió con una risa suave, como si fuera un cumplido.
—¿Invisible? —pregunté sin querer, sin peso real.
—No en mal sentido. Es solo que a veces olvido que estás. Eres como un susurro en medio del ruido, pero eso también es bueno, ¿sabes? Hay paz en ti.
Paz.
Qué palabra más equivocada. Quise decirle que no siempre era así. Que había días en los que todo dentro de mí gritaba. Que ser callada no era lo mismo que estar en calma. Pero no dije nada.
Valery volvió a reír, leyendo algo en su móvil, y yo volví a mi libro. O al menos lo intenté. Pasé los ojos por las líneas varias veces sin leer realmente. Solo quería que el silencio volviera. O al menos esa versión de él que no me hacía sentir tan fuera de lugar en mi propio espacio.
—¿Y qué le compramos a Theo? —preguntó de pronto Valery.
Parpadeé, alzando la vista.
—¿Theo?
—Sí, su cumpleaños. —Sonrió sin dejar de mirar el móvil—. Mañana es la celebración, ¿lo recuerdas?
No. No lo recordaba. Y lo peor es que ni siquiera sabía que se acercaba.
—No sabía que mañana es su celebración —dije, más bajo de lo que pretendía— Creo que no me han invitado.
Ella alzó la mirada un segundo.
—Ah, ¿no?
Negué lentamente, cerrando el libro con una mano. El sonido del lomo chocando fue más fuerte de lo que quise.
—Vaya… pensé que sí —dijo, bajando un poco la voz.
Asentí con una sonrisa vacía. No porque me diera igual, sino porque no quería que se notara cuánto sí me importaba. Theo era parte de nuestro círculo. Uno al que, a veces, me hacían creer que también pertenecía. Pero no esta vez. Y en el fondo algo en mí ya lo sabía. Porque no era la primera vez que pasaba. Porque ya había estado en otras conversaciones de las que no me enteraba hasta después. En salidas que veía por redes, en fotos donde mi nombre nunca había sido mencionado. En risas que me decían que fueron improvisadas, pero que llevaban semanas planeadas.
Había aprendido a hacerme la que no notaba esas cosas. A sonreír igual, a quedarme en silencio, como si yo también creyera que había sido un olvido y no una elección. Pero esta vez dolía un poco más. Quizá porque me había engañado pensando que ya no pasaría.
Valery seguía riendo por algo que leía en su móvil cuando murmuró, sin mirarme:
—Igual no entiendo por qué gastas tanto en libros.
Alcé la vista.
—¿Cómo?
—Eso. Que siempre que tienes algo de dinero, te vas directo a la librería. Podrías ahorrar o gastarlo en algo más útil.
Me quedé en silencio un segundo.
—Me gusta leer —respondí al fin. Suave, sin ganas de discutirlo.
Ella soltó una risa breve.
—Sí, ya sé. Pero podrías comprarte otra cosa. No sé. Ropa, maquillaje. Podríamos ir juntas de compras alguna vez, hacer algo más entretenido.
Sonreí apenas.
—Normalmente te gusta ir sola.
—Bueno… —bajó un poco la voz—. Podemos ir juntas si quieres. Aunque tenemos gustos distintos. Yo uso más colores, tú eres más sobria.
No dije nada. Solo asentí.
Volvió a mirar su móvil, sonriendo otra vez, como si la conversación nunca hubiera pasado. Esperé un momento, mientras mentalmente me debatía si debía decirlo o no.
Luego murmuré:
—¿Te acuerdas del vestido negro corto que vimos cuando volvíamos del supermercado? El que te dije que me gustó. El que estaba en el escaparate de esa tienda pequeña…
Ella bajó el móvil lentamente y barrió su sonrisa sin esfuerzo.
—Sí.
—Creo que quiero comprármelo. No sé… me lo imaginé con unas botas altas negras y…
—Ah, es que ese ya lo compré yo —me interrumpió.
Su tono era neutro, pero cada palabra tenía filo.
—No sería tan bonito si las dos usamos lo mismo, ¿no?
Parpadeé un par de veces.
—Claro. No lo sabía.
—Igual hay muchos vestidos negros —añadió con una sonrisa que no me miraba—. Puedes buscar otro.
Editado: 30.07.2025