–¿A qué te refieres con eso? –pregunta Alejandro levantándose de la acera–. ¿Cómo es que será la última vez que nos veamos? No entiendo... –exclama angustiado y confundido. ¿Quién es esta mujer? ¿Por qué siente que la conoce?
–Escúchame, Alejandro, Butterfly necesita desaparecer, tomar un nuevo rumbo, y reaparecer mi verdadero yo. Estoy cansada de tener que esconderme detrás de una máscara –confiesa con lágrimas en los ojos. Alejandro se acerca a ella y la abraza.
–Dime quién eres, puedo ayudarte. Dijiste que tú y yo nos conocíamos. Es un buen punto para trabajar juntos. Te daré todo el tiempo del mundo para que reaparezcas con tu verdadera identidad, pero si no me dices quién eres, no puedo ayudarte.
–Alejandro, no me pidas eso, entiende que, si sabes quién soy... –Helena detiene sus palabras, no quiere darle señales.
–¿Si sé quién eres qué sucede?... Butterfly, no quiero presionarte, pero... es la única forma que tengo para ayudarte –Helena comienza a llorar otra vez. Siente que si confiesa la verdad, Alejandro se irá de allí enojado y ella no podrá explicarle sus razones. Pero si sigue escondiéndose, es seguir mintiéndole, engañándolo, y cada vez será más difícil decir la verdad.
–Alejandro, ¿de verdad quieres saber quién soy? ¿Aunque al descubrirlo me odies y no quieras volver a verme nunca más? –le pregunta, mirándolo a los ojos por primera vez, a través de su máscara, cruzando sus miradas. Alejandro en ese momento vuelve a alejarse de ella, confundido.
–No entiendo por qué dices eso. ¿Quién eres realmente? –Helena no puede esconderse más y, aunque sabe que está cometiendo el peor error de su vida, también sabe que dentro de unos días se irá de esta ciudad, quizás para no volver más. No puede irse guardando este secreto.
Con todo el esfuerzo del mundo, levanta su mano hacia la máscara y lentamente comienza a quitársela, para revelar finalmente su identidad como Butterfly delante de Alejandro, quien, al verla, queda tan impactado que las palabras no salen de su boca.
–Esto soy, Alejandro, soy yo, Helena, la mujer que más odias en este mundo... –Alejandro parece reaccionar porque la mira detenidamente a los ojos, afirmando lo que acaba de decir Helena. La observa con tanto odio en sus ojos que no puede disimularlo. Rápidamente se aleja de ella y, con mucha rabia, comienza a gritar:
–¡No lo puedo creer, Helena! Todo este tiempo fuiste tú... ¡me mentiste! ¡Me viste la cara... no lo puedo creer, de verdad...! –Alejandro está enojado, frustrado, desea irse de ese lugar, pero a la vez necesita respuestas.
–Escucha, Alejandro, esto no tiene que ver contigo –exclama Helena llorando. Se siente tan mal como nunca antes–. Yo era Butterfly mucho antes de que te conociera. No era mi intención mentirte...
–¡Pero lo hiciste! Tuviste muchas oportunidades de decirme la verdad y no lo hiciste... ¿cómo se puede confiar en una persona como tú? –dice Alejandro con dolor y crueldad, rompiendo el corazón de Helena en mil pedazos.
–Alejandro, tú no entiendes... –ella intenta explicarle, pero es inútil, él no quiere escucharla ni entrar en razón.
–No quiero volver a verte por mi casa, Helena. No quiero volver a verte cerca de mi hermano y mi abuela –las palabras de Alejandro siguen siendo duras, pero ella no puede darse por vencida. Él tiene que escucharla. Helena se acerca a él y lo abraza. Alejandro intenta quitársela de encima, pero es inútil. Está aferrada con fuerza. Solo haciéndole daño podría quitarla, pero, a pesar de estar enojado, no lo haría jamás.
–Escúchame, Alejandro, por favor –suplica Helena sin éxito. El rostro de Alejandro está duro como una roca y sus ojos destilan frío y crueldad.
–No quiero escucharte, Helena, ni ahora ni nunca... y suéltame. No me obligues a hacerte daño.
Helena, en vez de soltarse, se aferra aún más a él. Y aunque Alejandro intente negarlo, tenerla tan cerca lo enciende de una manera como ninguna mujer ha logrado.
–Alejandro... –Como puede, intenta sacarla de encima sin hacerle daño y alejarse de ella lo más lejos posible.
–Helena, no quiero hablar contigo, no me importas. Y olvídate de que Butterfly trabajará para Ediciones Montenegro, porque no lo permitiré –esas últimas palabras, cargadas de dureza y frialdad, hacen que Helena reaccione.
–¿Sabes qué, Alejandro? Tienes razón, pero no te preocupes porque Helena y Butterfly desaparecerán de tu vida para siempre –con su rostro lleno de lágrimas, Helena sale corriendo al interior de su departamento, dejando a Alejandro confundido. No debería importarle Helena ni que desaparezca de su vida, pero lamentablemente algo dentro de él hace que todo esto sea triste y doloroso. No quisiera nunca haberse enterado de la verdadera identidad de Butterfly. Ahora, ya no hay vuelta atrás.
Después de dejar a Helena y subirse a su auto, le indica al chófer que se dirija a su casa. No tiene ánimos de volver a la fiesta, ni mucho menos de cruzarse con el traidor de Tony, que seguro sabía el secreto y nunca se lo dijo.
Al llegar a la mansión Montenegro, sube las escaleras para ir a su habitación, pero en ese momento logra ver luz bajo la puerta del despacho de su abuela. Necesita hablar con ella y saber la verdad; si ella estaba enterada de la identidad de Butterfly, no podría soportarlo.
Alejandro golpea la puerta y, segundos después, escucha la voz de su abuela que le indica que pase.
Lucía, al ver a su nieto tan temprano por la casa, tiene un mal presentimiento. Algo sucedió, y además puede verlo en su rostro; Alejandro no puede disimular cuando está triste y decepcionado.
–Alejandro, no te esperaba tan temprano. ¿Estuvo aburrida la fiesta? –pregunta, intentando no sonar desesperada por saber qué sucedió.
–Abuela... necesito que me digas la verdad... porque me voy a volver loco de tanto pensar –Lucía jamás lo había visto de esa manera, ni siquiera cuando Alina lo abandonó.
–Mi amor, ¿qué sucede? ¿De qué verdad me estás hablando? –la anciana no quiere ni imaginarse lo que sucedió en esa fiesta, pero debe haber sido algo terrible para que Alejandro esté en ese estado.