Un secretario muy especial.

Capitulo 31:

Minutos después, el médico examina a Lucía. Por suerte, solo ha sido un susto, pero su recomendación es clara: evitar momentos de tensión y aplazar su cumpleaños, lo que la entristece profundamente, ya que solo faltan unos días y todo está organizado.

Tony y Alejandro están en el pasillo de la habitación, discutiendo en voz baja:

—Alejandro, ¿en qué demonios pensabas cuando le dijiste eso a la abuela sin prepararla antes? —pregunta Tony, molesto con su hermano, no solo por hacer sufrir a Helena, sino también por esa absurda idea del matrimonio con Alina.

—¿Y tú crees que estoy contento con esto? —exclama Alejandro, llevándose una mano a la cabeza, visiblemente estresado y confundido—. Ya no sé qué hacer con mi vida ni cómo entender las locuras de la abuela. Sabes que odio el matrimonio, que no quiero casarme con Alina, pero la abuela no me ha dado otra opción.

—Recuerda lo que dijo: si te casas, no heredarás el cargo presidencial —le recuerda Tony. Lo lógico sería que Alejandro estuviera feliz, ya que es el siguiente en la lista de herederos, pero la realidad es que no lo está. Él conoce los sentimientos de Alejandro hacia la editorial. Su sueño siempre fue estar al frente de ella, y desde niño se divertía yendo a la empresa con su abuelo. A los 12 años ya conocía toda la organización de las editoriales. Pero Tony sabe que él no podría manejar semejante monstruo empresarial.

—Lo sé, Tony —responde Alejandro, paseándose nervioso por los pasillos de la habitación de la abuela—. Lo único que me importa ahora es la abuela. Si le pasa algo por mi culpa, me muero.

Tony se acerca y le da una palmada en la espalda para tranquilizarlo.

—El médico dijo que está bien, que solo fue un susto...

Los días siguientes, Lucía no quiso ver ni hablar con su nieto. Solo recordar lo que él habia dicho sobre el matrimonio con Alina le duele el corazón.

Después de reflexionar durante esos días, Alejandro llegó a la conclusión de que su abuela ya no puede seguir manejando su vida. Aunque la ama profundamente, debe aceptar que se casará con Alina, y no dará marcha atrás. No puede renunciar al cargo presidencial porque es una regla de su abuelo, y aunque tal vez existiera una cláusula que le prohibiera casarse con ella, no puede permitir que su vida dependa de la aprobación de su abuela. Sabe que ella odia a Alina, pero en este momento, es su única salida.

Han pasado tres días, y solo quedan dos para que Helena regrese a su pueblo. Aunque sabe que extrañará la ciudad, se resiste a quedarse, pues solo le ha traído dolores y problemas. Pero también ha encontrado amistades como las de Tony y Mica, que son como los hermanos que nunca tuvo.

Helena ha comenzado a organizar sus pertenencias, guardando su ropa en las maletas, cuando su celular comienza a sonar. Al ver el nombre de Tony en la pantalla, decide contestar.

—Hola, Tony, ¿cómo estás? —saluda, poniendo el celular en altavoz mientras sigue organizando sus cosas.

—¿Qué haces, Hele? —pregunta Tony al escuchar el ruido del otro lado del teléfono.

—Estás en altavoz —responde ella—. Estoy guardando mi ropa en las valijas.

—En dos días te vas, ¿verdad? —dice Tony, con pesar. Sabe que la extrañará muchísimo, pero respeta su decisión—. No sabes cuánto te voy a extrañar, la falta que vas a hacerme.

—Yo también te extrañaré, Tony. Pero te esperaré por allá. Miraremos películas románticas junto al fuego, con una taza de chocolate caliente —responde Hele con una sonrisa, recordando los viejos tiempos de la universidad.

—Recuerdos de nuestro feliz paso por la universidad. Es una excelente idea, prometo que iré a verte muy pronto. Pero me dejarás despedirte, ¿verdad? —pregunta, ansioso—. Y mejor aún, ¿puedo llevarte hasta tu pueblo y saludar a tus padres? Hace tiempo que no los veo.

—Déjame pensarlo, Tony. Es una buena idea, pero sería romper mi corazón, que ya está hecho pedazos —confiesa, con dolor. Aún no puede asimilar la idea de que Alejandro se casará con Alina. No puede entender cómo un hombre tan inteligente y sensato puede tomar una decisión tan irracional.

—Está bien. No te presionaré... Escucha, solo te llamé para contarte que mi abuela sufrió una descompensación en su corazón —dice Tony, alarmando a Helena.

—¡Oh, no, por Dios! —exclama, llevándose la mano a la boca, preocupada—. ¿Está bien?

—Tranquila, solo fue un susto. Está en reposo, recuperándose. La noticia del matrimonio de Alejandro con Alina no le hizo bien.

—¿Ya se lo confesó? —pregunta Helena, indignada—. Déjame decirte que Alejandro se ha vuelto loco. Llegar al extremo de hacerle esto a tu abuela por el cargo presidencial de una empresa es demasiado.

—Yo sí lo vi venir, Hele... La vida de Alejandro gira en torno a las editoriales. Es su pasión y se ha entregado por completo a ellas. Pero hay un problema —añade Tony, con nerviosismo.

—¿Qué problema? ¿Qué pasa? —pregunta Helena, dejando de hacer lo que estaba haciendo para sentarse en la cama, pendiente de lo que Tony está a punto de contarle.

—Hele, mi abuela le juró que si se casaba con Alina, ella se iría de este mundo sin entregarle el cargo presidencial —confiesa Tony. Helena abre los ojos como platos, sorprendida.

—Tu abuela sí que es de armas tomar.

—Lo es. Y me pidió que te llevara con ella. Quiere verte —dice Tony, en tono tranquilo, pero con la sensación de que hay algo más detrás de todo esto.

—¿Pero si Alejandro llega a verme...? —comenta, nerviosa. No está preparada para enfrentarse a él todavía. Además, él cree que ella ya se fue, y no debe descubrir este nuevo engaño.

—Tranquila, Alejandro se ha ido de la ciudad. Seguramente está con Alina, poniéndose de acuerdo sobre el matrimonio. Según me dijo, todo es de mutuo acuerdo, y ella no quiere nada con los Montenegro.

—A Martín le dijo lo mismo, ¿tú crees que será cierto? —pregunta, desconcertada.

—De Alina se puede esperar cualquier cosa, así que no te sabría decir. Entonces, ¿qué dices? ¿Vienes esta noche? Puedo pasar por ti.




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