Capitulo 34:
Alejandro abre los ojos, atónito, sin poder creer lo que está escuchando. Martín está a punto de abandonarlo, quizás sin despedirse de él. ¿Será por sus sentimientos o tendrá que ver con lo que sucedió con Helena?
—¿Pensabas marcharte sin despedirte de mí? —pregunta dolido por su actitud, caminando de un lado a otro, intentando encontrar una explicación en su cabeza—. Necesito una explicación, Martín. No puedes abandonarme así, sin más.
Finalmente, Helena recupera la compostura y el aire para poder hablar:
—Alejandro, lo siento, pero creo que es lo mejor —responde, intentando controlar sus nervios, que últimamente están a flor de piel.
—¿A qué te refieres con eso? —pregunta, mirándolo a los ojos—. Dime, ¿por qué lo haces? ¿Por Helena o quizás por...? —ella no lo deja continuar.
—Por mis sentimientos, Alejandro. No puedo seguir ocultándolos, y no me conformo con solo ser tu amigo.
Helena le da la espalda, avergonzada, poniéndose a observar por el ventanal de la oficina. Es la hora pico del mediodía, todos están corriendo, de un lado para el otro, buscando almorzar y volver al trabajo, menos Helena, a quien se le ha quitado el apetito de golpe.
—Martín... Yo... no sé qué decirte. Lamento no poder corresponder a tus sentimientos, pero sabes que siempre me tendrás como amigo–Alejandro se acerca al joven y palmea su hombro, en señal de afecto y comprensión– No entiendo por qué me abandonas. Entraste aquí para cumplir tu sueño de ser el editor en jefe. Ahora que falta muy poco para que lo seas, decides irte —comenta. Jamás imaginó que le tomaría tanto cariño en tan poco tiempo, pero no puede negar que Martín es alguien muy importante en su vida, aunque no de la manera que su secretario quisiera.
—Tranquilo, Alejandro. Entiendo que no puedas hacerlo. Por eso decido alejarme de ti. Además... le prometí a Helena que la ayudaría con la desaparición y el resurgimiento de Butterfly, y tú has decidido no trabajar con ella. Así que no podemos seguir trabajando juntos—confiesa Martín, sorprendiéndolo aún más.
—Así que me dejas por Helena —acota Alejandro con pesar—. Nunca me lo perdonarás, ¿verdad?
—¿Qué debería perdonarte? —pregunta confundida.
—Que la haya lastimado.
Justo cuando está por responder, son interrumpidos por la puerta de la oficina que se abre de golpe. Luciano, al parecer buscando a su hermano, lanza un gesto de alivio al encontrarlo.
—Luciano, ¿qué haces aquí? ¿Qué sucede? —exclama, un poco preocupado. La salud de su abuela no está en su mejor momento, por lo que la intromisión de esa manera en la oficina de Martín lo confunde.
—Siento haber entrado de esta manera, pero hay alguien que está buscándote —confiesa, nervioso.
—¿Quién me...? —Pero Alejandro no logra terminar de hablar cuando una mujer despampanante, morocha, de cabello corto y dueña de unos increíbles ojos azules, ingresa también en la oficina.
Helena no necesita presentación; se imagina quién es esa mujer y a quién está buscando.
—Hola, amor. Perdón por no haber avisado que venía a visitarte. Quería que fuera una sorpresa y que almorzáramos juntos.
Alejandro, completamente confundido, la mira a los ojos, fulminándola con la mirada, al parecer muy molesto.
—Alina, deberías haberlo hecho. Me conoces lo suficiente como para saber que no me gustan las sorpresas —añade, enojado, alejándose de la mujer que intenta acercarse a darle un beso.
—Lo siento, amor. Pero ¿por qué no me presentas? Tú debes ser Martín, ¿verdad? —pregunta, observándolo con sospechas, como si pudiera ver más allá del disfraz, algo que pone muy nerviosa a Helena.
—Mucho gusto, señorita. Soy Martín Gutiérrez, para servirle —dice, entregándole su mano en señal de cortesía—. Usted debe ser la prometida de Alejandro.
—Mucho gusto, Martín —Alina toma la mano entre las suyas y las observa detenidamente, dándolas vuelta de un lado al otro, como si estuviera buscando algo que delatara a Helena—. Qué increíbles manos tienes, Martín. Muy bien cuidadas, parecen manos de mujer.
Al escuchar eso, Helena retira la mano rápidamente y se excusa:
—Lo siento, pero mis compañeros me están esperando para almorzar —dice, tomando su celular del escritorio, intentando huir de allí. En cualquier momento puede llegar a colapsar y gritar a los cuatro vientos que Martín no existe, como hizo la noche de la fiesta, algo que aún se recrimina por no haber cerrado la boca a tiempo.
—Nuestra conversación aún no ha terminado, Martín. No te irás de esta empresa sin haber presentado tu renuncia, dándome las verdaderas razones por las que te marchas —confiesa Alejandro, dándole a entender que no creyó nada de la historia de Helena, Butterfly y sus sentimientos. Cada día que pasa, se pone peor para mentir.
—¿Te marchas de la empresa? —pregunta Luciano, sorprendido.
—Así es, lo hace, y sin darme ninguna explicación.
Minutos después, al haberse librado finalmente de Alejandro, se sienta en la mesa de la cafetería de la empresa. Si aún le quedaba un poco de apetito, la llegada de Alina terminó por quitárselo por completo.
Por más que lo intenta, no puede sacarse la imagen de esa mujer de la cabeza. Ahora entiende por qué Alejandro ha estado traumado todos estos años. Esa mujer es preciosa; jamás podría competir con ella, no solo en belleza, sino también en la seguridad con la que se maneja. Sabe que es hermosa y lo usa a su favor.
Pero no solo eso. Esa mujer ha hecho que su corazón esté a punto de salirse del pecho. ¿Será posible que haya notado la verdad detrás de Martín Gutiérrez o fue su imaginación? Por suerte, mañana ya no estará en la ciudad y podrá huir de ellos sin que descubran su secreto.
Helena está perdida en sus pensamientos, por lo que no escucha que Tony se ha acercado a su mesa y la está llamando.
—Martín, ¿estás bien? —pregunta, preocupado, al ver que se sobresalta con su presencia.