Capítulo 35
Han pasado tres meses desde que Helena decidió dejar la ciudad para regresar a su pueblo, y cada día está más convencida de que fue la mejor decisión de su vida. Su mundo ha cambiado por completo, y ella también. Ahora puede afirmar con orgullo que se ha convertido en una mujer nueva, fuerte y renovada. Atrás quedó la joven ingenua que no sabía decir "no", la que se callaba por miedo a desagradar. Hoy Helena es una versión más segura de sí misma, decidida a no permitir que nadie la haga retroceder.
De los Montenegro ha sabido poco, casi nada, salvo de Tony. Él, fiel a su palabra, viaja cada fin de semana para visitarla. Entre películas románticas y caminatas por los alrededores, disfrutan de la tranquilidad que solo un lugar como ese puede ofrecer. Su relación se ha fortalecido, y la cercanía de Tony ha sido un bálsamo en su nueva vida.
En cuanto a Alejandro, Helena ha decidido no saber nada de él. Casarse con Alina no lo ha hecho, o al menos no habría pasado desapercibido en los titulares de las revistas. Prefiere mantenerlo en el pasado, junto con los recuerdos que, sorprendentemente, ya no le duelen. Ha sido un proceso largo, pero finalmente puede decir que lo ha superado. La razón de su felicidad tiene nombre: Esteban. Su sonrisa fácil y sus bromas sin filtro han teñido la vida de Helena con colores que nunca pensó volver a ver.
De Lucía Montenegro tampoco hay muchas noticias. Tal vez haya abandonado sus planes, al enterarse de que Helena tiene pareja. Sin embargo, no baja la guardia; algo en su interior le advierte que aún no ha visto el último movimiento de esa mujer.
Su vida en el pueblo es sencilla, pero llena de satisfacción. Lejos quedaron los embotellamientos, las oficinas grises y los días frenéticos. Ahora se despierta temprano, desayuna con su familia y camina hasta el negocio familiar, un pequeño local de flores con años de historia. Allí, rodeada por el aroma de las flores y la calidez de los clientes que ya la adoran, Helena ha encontrado su lugar.
Pero su espíritu creativo no ha quedado atrás. En sus ratos libres, sigue escribiendo como Butterfly, su seudónimo, y está a punto de terminar el segundo libro de su trilogía. Muy pronto, planea revelar su identidad al mundo. Una importante editorial ha comprado los derechos de su obra, y Helena siente que finalmente está lista para abrazar ese lado de su vida sin reservas.
Es una nueva mañana en “Jardín Secreto”. El día promete ser ajetreado, pues el 14 de febrero está a la vuelta de la esquina, y las flores son el regalo favorito de los enamorados. Helena, siempre creativa, acompaña los ramos con pequeñas dedicatorias que escribe personalmente, detalles que hacen felices a sus clientes.
Por primera vez, podrá celebrar el Día de los Enamorados. Esteban, su novio, es un hombre atento y cariñoso que ha hecho de cada día una experiencia especial. Desde pequeños detalles como un chocolate o una rosa, hasta románticas cenas improvisadas, él ha llenado su vida de amor y momentos inolvidables.
A mediodía, Helena cierra el negocio y se dirige al restaurante donde trabaja Esteban. Allí, él la espera con su sonrisa inconfundible y un almuerzo preparado especialmente para ella.
—Hola, mi amor —la saluda, besándola suavemente en los labios, como si fuese la primera vez.
—Hola —responde Helena, devolviéndole el gesto mientras toma su mano. Se sientan juntos, disfrutando de la calidez de ese momento—. ¿Cómo estuvo tu día?
—Complicado —confiesa él, sonriendo con cansancio—. Hay muchas reservas para el Día de los Enamorados, pero tranquila, porque una de esas mesas es nuestra.
Ese restaurante es uno de los más exclusivos de la ciudad y conseguir lugar en él es de lo más difícil.
La atmósfera tranquila y romántica que lo envuelve, hace que sea el más escogido para celebrar esa fecha tan especial.
Helena no puede evitar reír y sentir un nudo de gratitud en el pecho.
—Gracias, mi amor. Gracias por hacer que este primer día de los enamorados sea tan especial.
—Tú te mereces esto y mucho más —responde Esteban, con el brillo de la emoción en los ojos—. Pero eso no es todo. Tengo una sorpresa para ti.
—¿De qué se trata? —pregunta Helena, ansiosa.
—No solo conseguí que me dieran el día libre para pasarlo contigo, sino que también... tengo entradas para “Un torbellino de amor”– añade con mucho entusiasmo.
El rostro de Helena se ilumina. Esa película es la sensación del momento, y conseguir entradas parecía imposible.
—¿En serio? ¿Tienes las entradas?
—Considéralo uno de mis regalos para ti.
Después de un almuerzo lleno de risas y complicidad, Helena regresa al negocio, sintiéndose plena. Aún tiene unas horas antes de reabrir, así que aprovecha para trabajar en su novela. Entre el dulce aroma de las flores, se sumerge en su mundo de ficción, escribiendo con pasión.
Entonces, su teléfono comienza a sonar. Al ver el nombre de Tony en la pantalla, sonríe y responde al instante.
—¡Hola, Tony! ¿Cómo estás?
La voz de Tony, aunque cálida, suena apagada, y Helena lo nota de inmediato.
—Qué bien te ha hecho este cambio, Hele. Te escucho tan feliz y tan fuerte. Estoy orgulloso de ti.
—No es solo el pueblo —responde Helena, con una sonrisa—. Esteban ha hecho que todo valga la pena.
—Lo sé —dice Tony, pero hay un leve temblor en su voz que no pasa desapercibido—. Y estoy feliz por ti, aunque ya no seas mi cuñada.
—Tony, te noto raro. ¿Estás bien?
Del otro lado de la línea, un silencio cargado de emociones lo envuelve antes de que finalmente hable.
—No, Hele, no lo estoy. Te necesito más que nunca.
Algo en esa confesión sacude a Helena, haciendo que la preocupación crezca como un peso en el pecho.
—Tony, dime qué ha pasado —insiste, con la voz temblorosa y cargada de incertidumbre.
Del otro lado de la línea, Tony permanece en silencio por un momento que parece eterno. Su respiración entrecortada revela la lucha interna por encontrar las palabras, hasta que finalmente las deja salir, envueltas en dolor.