Un secretario muy especial.

Capitulo 42:

Capítulo 42:

Una vez que Tony se retira de la habitación, Helena se acomoda en su cama, muy nerviosa, con miles de sentimientos encontrados y con una culpa que no la dejará vivir en paz por un largo tiempo. Toma el celular y atiende la llamada de Esteban, intentando que su voz no delate la tristeza que siente en ese momento.

– Hola, mi querida Helena, feliz San Valentín – saluda el joven entusiasmado y con mucho amor.

– Hola, Esteban – responde ella, intentando sonar enamorada como antes, pero después de lo que ha sucedido, ya no se entiende ni ella misma ni a sus sentimientos.

– Helena, ¿estás bien?

Helena se siente una basura, hacerle eso a una persona tan honesta, enamorada. Esteban no se lo merecía, y ahora no sabe cómo salir de esto.

– Estoy bien, amor… solo… tengo que decirte una cosa – exclama, intentando encontrar las palabras exactas para no lastimarlo, pero sabe que será inútil, uno de los dos saldrá herido de esta separación y lamentablemente será él.

– Dime, Hele… solo espero que no sean malas noticias… no te preocupes si tienes que quedarte unos días más con la señora Lucia, lo entiendo. Cuando regreses festejaremos nuestro día – responde con ternura, haciendo sentir a Helena aún peor. Sus lágrimas comienzan a rodar sin control, preocupando al joven. – Amor, ¿por qué lloras? ¿Sucedió algo? ¿La señora Lucia…?

– Ella está bien, Esteban… siempre lo estuvo, solo era una estrategia para que volviera a la ciudad – confiesa, dejándolo atónito.

– ¿Volver a la ciudad? Helena – pregunta con una tristeza imposible de disimular. – ¿Te quedarás mucho tiempo?

– Sí, lo lamento – no sabe más qué decir, no quiere lastimarlo, demasiado ya lo hizo, acostándose con otro hombre a sus espaldas. – Debo… debo hacerme cargo de las editoriales Montenegro – confiesa con un nudo en la garganta, que apenas la deja respirar. – Serán seis meses.

En ese momento, el silencio se apodera de la llamada, hasta que él decide romperlo:

– No puedo creerlo, Helena, ¿tú… una empresaria? Pero si apenas eres una escritora – exclama Esteban, quien comienza a molestarse de la situación. Seguro es toda una mentira para estar cerca de ese Alejandro Montenegro, piensa para sus adentros.

– Lo sé, pero hice una promesa y no puedo faltar a mi palabra… – acota, sintiendo el enojo de Esteban e intentando que comprenda que la situación está más allá de sus manos.

– Y a mí me prometiste que regresarías al pueblo, que festejaríamos nuestro día, juntos. Además… ni siquiera me has dicho feliz día.

– Perdóname, Esteban, es que son demasiadas cosas… sé que no mereces esto…

– Esas cosas se llaman: Alejandro Montenegro, ¿verdad? – pregunta enojado. Helena le ha visto la cara de tonto, y seguro se ha estado revolcando con él.

– Esteban… ¿cómo te atreves? – exclama sorprendida. Aunque en el fondo es comprensible… le acaba de romper las ilusiones de festejar juntos San Valentín y confesándole que no dejará la ciudad por varios meses, era obvio que no lo tomaría bien.

– Helena… debo cortar, tengo que volver al trabajo – añade furioso, nunca lo había escuchado hablar de esa manera, en ese tono. – Pero esto no ha terminado aquí…

Esteban corta rápidamente la llamada, dejándola con la palabra en la boca. Helena no tuvo el corazón de abandonarlo por teléfono, será algo que deba hacerlo personalmente.

Minutos después, completamente devastada, sale de su habitación para dirigirse a la cocina. Necesita comer algo y, si no fueran las diez de la mañana, se tomaría una botella de whisky para sacarse por unas horas la culpa que la asalta por dentro.

Cuando baja a la sala, no puede creer lo que ven sus ojos. Es domingo. Al parecer, la familia Montenegro hoy no trabaja y están todos reunidos en la mesa desayunando como una familia unida, sobre todo Alejandro, quien desde que apareció en la sala no ha quitado sus ojos de encima, observándola con una mirada que no logra descifrar.

– Buenos días, Helena querida. Por favor, siéntate, desayuna con nosotros – saluda Lucia con toda su amabilidad. La anciana está radiante, es increíble cómo días antes pudo fingir estar muriendo para hacerla caer en la trampa, algo que no se lo va a perdonar tan fácilmente. – Siéntate junto a Alejandro. Alina hoy nos ha honrado con su ausencia – lanza el comentario venenoso mirando a su nieto.

– Buenos días a todos – saluda con un dejo cansado en su voz, algo que para Lucia no pasa desapercibido.

– Oh, mi niña, ¿no has dormido bien? ¿Qué sucede? – pregunta preocupada, mirándola a los ojos. – Has estado llorando… – exclama tomándola de la mano.

– No se preocupe, estoy bien, solo necesito un buen desayuno para recargar energías – acota, tratando de sonar convincente, sin poder evitar sentirse nerviosa. Alejandro está demasiado cerca de ella y su mirada es tan fuerte y penetrante que es como si estuviera desnudándola, otra vez.

– Todo estará bien, mi niña, sé que son muchas cosas para ti, pero quédate tranquila que se solucionará, adivina qué… – manifiesta con una sonrisa. – Alejandro aceptó ser tu mentor… a partir de mañana trabajan juntos en Ediciones Montenegro. Confío en tu buen juicio, Helena, y en la experiencia de Alejandro. Estoy segura de que las editoriales llegarán a la cima mundial.

– ¿Cómo es posible que confíe tanto en mí? – pregunta, sin poder creer lo que está escuchando. ¿De verdad tendrá que estar tantas horas trabajando con Alejandro, codo a codo? Ya lo había hecho con Martín, pero nada había pasado entre ellos. Tener que lidiar con sus sentimientos, con lo sucedido la noche anterior, con la empresa… es demasiado. De repente siente que una mano, por debajo de la mesa, toma la suya y su corazón comienza a latir con fuerza, al darse cuenta de que esa mano es la de Alejandro.

– Tranquila, Helena, somos muchos en la empresa, te ayudaremos pase lo que pase – exclama Alejandro con una sonrisa, sorprendiendo a los presentes, incluida su abuela y a Helena.




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