Un secretario muy especial.

Capitulo 43:

Capítulo 43:

–¿Qué… sucedió anoche? –pregunta sorprendida y confundida. Pero no será ella quien le diga lo que sucedió; si él no recuerda, es mejor que quede en el olvido.–No sucedió absolutamente nada –confiesa ante la mirada de Alejandro, quien, al parecer, no le cree nada.

–Escucha, Helena… no me confundas más. Tengo vagos recuerdos de anoche y estoy seguro de que estás mintiendo… ese moretón en tu cuello… –Instintivamente, ella se lleva la mano al cuello, como si al cubrirlo pudiera borrarlo.

–Esto… me lo hizo mi novio hace unos días. –Alejandro comienza a reírse, no para burlarse de ella, sino por darse cuenta de lo mala que es para mentir. Es tan transparente, tan pura…

–Helena… sé muy bien que ese moretón te lo hice yo. –Ella abre sus ojos marrones, confundida, como si quisiera llorar en cualquier momento.
–¿Crees que no lo habría notado antes? Además…

–No lo digas, por favor… –añade avergonzada, sabiendo que él está a punto de referirse al hecho de que era virgen antes de estar con él.
Alejandro se acerca a ella, la toma de la cintura y le susurra al oído:

–Sé que fui tu primer hombre… y no te imaginas lo especial que me hace sentir eso. –La confesión de Alejandro la pone nerviosa, y se aleja de él.

–Entonces… quiere decir que…

–Helena… me acuerdo de todo lo que vivimos anoche… –acota Alejandro con ternura, intentando acercarse otra vez a ella, pero Helena se aleja aún más.
–¿Qué sucede? Pensé que te pondrías contenta de que recordara.

–Alejandro… no puedo estar contenta cuando siento culpa por haber defraudado a una persona de buen corazón que no se lo merecía –exclama con lágrimas en los ojos.

–¿Te refieres a tu novio?

–Sí, me refiero a él. Me llamó para felicitarme por el día de San Valentín y yo no tuve el valor de devolverle el saludo.

–Helena, tu error fue haberte puesto de novia con ese hombre amándome. –Ese comentario la enfurece, aunque en el fondo sabe que tiene razón.

–Eres un idiota, eres la persona más egocéntrica que he conocido en toda mi vida… Yo ya no te amo, guárdatelo en la cabeza. Lo que sucedió entre nosotros fue un error, un error que no volverá a cometerse.

El comentario de Helena hiere el orgullo de Alejandro, quien siente que le rompe el corazón.

–Seré un egocéntrico, pero no soy un tonto que va por la vida negando sus sentimientos. Y tú cometes el error de negar los tuyos. –Alejandro, que había llegado al lugar en una camioneta, vuelve a subirse en ella y se marcha rápidamente, enojado y herido.

Helena, confundida, piensa en las últimas palabras que Alejandro le dijo mientras sigue caminando. Lo único que quiere es que su cabeza deje de pensar en él, en Esteban y en todos los problemas que le ha traído Lucía Montenegro desde que se cruzó con ella en la calle.

Media hora después, observa que el cielo se está oscureciendo. Saca el celular de su bolsillo y ve que aún es temprano para que anochezca, pero también nota que el móvil no tiene señal. Al parecer, ese lugar está muy alejado de una antena telefónica.

Después de regresar de hacer unas diligencias en la ciudad, Tony comienza a buscar a Helena por toda la casa, sin éxito. Afuera se está armando una tormenta fuerte, con ráfagas de viento que superarán los 100 km por hora. Preocupado, le pregunta a todos los habitantes de la casa, pero ninguno de ellos la ha visto.

Finalmente, se encuentra con Alejandro en el gimnasio. Su hermano está nervioso, corriendo sin parar, como si intentara descargarse. Sin duda, algo debe haber pasado, y Tony está seguro de que Alejandro sabe dónde está Helena.

–Alejandro, ¿podemos hablar? –Tony se acerca a la caminadora y, después de varios minutos, Alejandro la detiene. Espera que baje por completo la velocidad, se seca la transpiración con una toalla y se baja de la máquina.

–¿Qué sucede, Tony? –pregunta. Su hermano lo nota enojado; ya no es el mismo Alejandro que desayunó hoy en la mesa.

–¿Estás bien? –exclama mirándolo a los ojos. Algo ha pasado, pero no es momento de averiguarlo; necesita saber dónde está Helena antes de que se desate la tormenta.

–Descuida, nada que el ejercicio no pueda calmar… ¿Qué necesitas?

–Saber dónde está Helena… –exclama Tony, sin poder disimular su preocupación.

–¿Y por qué me preguntas a mí? –pregunta como si no le importara nada. En realidad, tiene que dejar de importarle y volver a ser el frío Alejandro. El Alejandro enamorado es un idiota que se deja llevar por sus sentimientos, y eso no es compatible con el temido y respetado empresario.

–Te pregunto porque estoy seguro de que saliste detrás de ella. Sé muy bien lo que sucedió entre ustedes y, si tú estás confundido, ella está aterrorizada. Además, no conoce esta propiedad, y está por desatarse una tormenta eléctrica. Temo que esté perdida y no regrese a tiempo… –exclama Tony con determinación, viendo cómo el semblante de Alejandro empalidece.

–Oh, Dios… No sabía que estaba pronosticada una tormenta. Iré por ella.

–¡Alejandro, espera! –grita Tony, pero su hermano ya no puede escucharlo.

Rápidamente, Alejandro se cambia la ropa, corre hacia su camioneta y se dirige directamente hacia el último lugar en donde la vio.

Se siente un completo idiota, ¿cómo no se dio cuenta de que se venía una tormenta de tal magnitud? Si le llega a pasar algo a Helena, no se lo va a perdonar nunca, piensa, muy enojado, golpeando el volante con bronca y frustración. Las ráfagas de viento son cada vez más intensas y la lluvia ya ha comenzado a caer torrencialmente, tanto que le dificulta ver.

Llega al lugar donde la dejó antes de salir corriendo como un completo cobarde, pero no hay rastros de ella por ninguna parte. Al parecer, ha seguido caminando al verse desorientada. Por suerte, desde que era un niño, conoce esta propiedad como la palma de su mano y no dejará de buscarla hasta encontrarla.

Finalmente, después de media hora, la encuentra. Helena está hecha un ovillo de lana bajo un árbol, pequeña, frágil, indefensa, empapada, con su rostro cubierto de lágrimas.




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