Dos horas después estamos en mi habitación a la espera de que mañana a la mañana nos den los resultados.
— ¿Cómo crees que te fue? — pregunto al tiempo que coloco una remera sobre mi pecho al descubierto. A mi lado Maxwell sigue recostado sobre mi cama usando sus brazos de almohada. Veo mi ropa tenida a los pies, podría levantarla y volver a ponérmela pero quedó tan arrugada que prefiero solo ir y dejarla en el cesto de la ropa sucia.
—Supongo que bien; si obviamos el pequeño desliz de Kate, claro — Comenta y rueda sobre su cuerpo para quedar boca abajo, yo dejo la puerta abierta del baño viéndolo por el espejo mientras me quito los restos de maquillaje que me quedan—¿Qué tal tú y Hayden?
— ¿Lo preguntas de verdad?— Alzo una ceja y lo miro a través del espejo. Blanquea los ojos y deja caer su cara sobre la almohada.
—Vale, entiendo, hicieron una demostración muy buena — Vacila y yo termino con mi trabajo de sacarme la pintura de mi rostro. Salgo del baño llevando todavía la remera holgada sin nada abajo.
—No lo dudo, trabajamos mucho para poder hacerlo.
—Y valdrá la pena, van a estar entre los mejores mañana — Se levanta y busca sus pantalones en el suelo, los encuentra debajo del escritorio junto un par de libros apilados que aún no sé dónde poner.
—¿Ya te vas?
—Tengo trabajo, el café tiene más clientes cada vez y me dan menos horas libres— Había olvidado que los viernes le tocaba trabajar doble turno —. Además el dinero extra nos viene bien. Las medicinas del abuelo son cada vez más caras y la tía Ann no puede sola con las facturas. Estoy intentando buscarme otro trabajo que me dé mejor salario.
—Pensé que tu padrino los estaba ayudando— Hace un mes, el hijo mayor el tío de Maxwell se volvió a mudar de Arizona a Pittsburgh por un cambio de trabajo, y se supone que él se encargaría de la ayuda financiera para su padre y sobrino.
—Y lo hizo; por dos semanas. Le dio a la tía Ann mil dólares para que nos sustentáramos todo el mes. Se piensa que con eso basta, dijo que no podía darnos más. Es un mentiroso, y un idiota. Ni siquiera eliminó sus fotos de Facebook. Ayer vi una actualización donde estaba él y su familia en pleno viaje por Malibú, a mi primo le compraron un coche ¿Sabes? y Melissa sale en la foto con un IPhone nuevo. Menudos hijos de puta. Solo vinieron a la espera de que mi abuelo se muera y ellos logren obtener su herencia.
—No creo que tu abuelo le deje su dinero a un hijo tan imprudente, lo heredaras tú, ya vas a ver.
— él me dijo lo mismo, ¿Pero de que me va a servir ese dinero, si para esas alturas él ya va a estar muerto? Solo vamos a quedar Ann y yo; y yo ni siquiera soy de su sangre— Ann había sido la vecina del abuelo de maxwell durante años, ella se encargaba de cuidar a Max cuando sus padres iban de misioneros al África para ofrecer sus servicios como trabajadores de los derechos humanos. Cuando los padres de Max murieron en un atentando en contra de la avioneta que viajaban, Ann y el Sr. Ryder se encargaron de cuidar de él.
— Eso no importa, te va a seguir ayudando.— aseguro y tomo su mano, me regala una sonrisa y su atención se ve captada por el reloj de pared.
—Mejor me voy yendo, no voy a llegar a tiempo sino.
Lo detengo antes de que atraviese la puerta. Ya se había terminado de vestir y solo le quedaba acomodar los botones de su remera.
—¿Cuál es el precio de las medicinas?
—Alrededor de 200 dólares ¿Por qué?
Espero su respuesta y voy directamente hacia mi mesa de noche, abro el tercer cajón y saco de allí una alcancía con dinero, tomo lo que necesito y se lo tiendo.
—Toma; son 300, lo que te sobre úsalo para regalarle algo bonito a Ann.
Coloco el dinero que mensualmente me dan como mesada en las manos de mi novio. El me miró negando.
—No, Ashley, por dios, no puedo aceptarlo— se niega devolviéndome el fajo de billetes que queda a su alcance.
—Acéptalo. Yo ni siquiera voy a usarlo —Admito, había pensado en comprarme un par de lentes de sol nuevos pero él iba a darle un mejor uso al dinero. — Tómalo como un regalo adelantado por tu cumpleaños ¿Vale?
—En serio, no puedo — Se lo coloco en el bolsillo y el vuelve a sacarlo para devolverlo.
—Te digo que lo aceptes. Si no lo haces, voy a desperdiciarlo de todas formas. Úsalo para algo útil.
Y cuando me mira sabe que no miento. Él es orgulloso, pero yo lo soy más y no voy a dejar que su abuelo pase malestares por la necedad de su nieto. Sé que si la situación fuera al revés, él haría lo mismo por mí.
— Vale — Lo asume y termina aceptando los billetes guardándolos en su bolsillo — Pero prometo que te lo regresaré en unos meses.
— Descuida, tomate tu tiempo—Le resto importancia y el hace un esfuerzo por aceptar
—Gracias.
—No hay de qué.
Bajamos juntos por las escaleras hasta llegar a la puerta, se despide de mi con un beso en la mejilla y le regalo un abrazo, llevaba una vida más dura que la mía y se merecía la ayuda de alguien que pudiera contenerlo.
Antes de que saliera de mi casa, el vuelve a besar mis labios agradecido. Baja los escalones de hormigón y yo me quedo observándolo desde la puerta.
—Hasta mañana.
—Hasta mañana, Maxwell.
Habíamos empezado siendo un pasatiempo, una apariencia que nos daba el suficiente estatus para no morir en la vida social de un adolescente. Puede que muchos pensaran que seguíamos siendo esa pareja tomada por las pinzas en aquel tiempo, pero yo no sentía eso, sentía que a lo largo de los años habíamos madurado juntos y nos apoyábamos en el camino que aún nos quedaba recorrer.
Somos parte de un juego de niños que terminó volviéndose realidad, esperando el momento justo para dar el siguiente paso, pero tan aterrados por el cambio que nunca nos animábamos a darlo.