El martes por la mañana, luego de dos días más dentro del hospital al fin me habían dado el alta y por ende volvía a la escuela.
Esta mañana mi padre se encargó de ir a recogerme al hospital acompañado de una bolsa de donas y un batido de fresa sin azúcar. Desayunamos juntos dentro del auto mientras el conducía hasta la escuela, podía tomarme el martes libres también y faltar pero tenía demasiadas cosas que hacer y un baile de invierno que organizar para este viernes, así que la idea por más que tentara mis ganas de no hacer nada todo el día, no podía permitírmela.
Además, estar tres días encerrada en una habitación que ni siquiera tenía Wi-Fi ya me había aburrido lo suficiente, ansiaba volver a mi rutina y ver a mis amigos de nuevo, ir a clases y componer música, participar en los preparativos del comité y estar en los ensayos de porristas.
Mi padre me deja frente a las puertas del KMH veinte minutos después de que la primer clase comenzara, despidiéndose de mi con un beso en la frente y avisándome que mi madre me llamaría luego para saber cómo estaba apenas saliera de la escuela. Ella no había tenido tiempo a acompañaros en nuestro desayuno porque tenía un sinfín de cosas que hacer dentro de la empresa. Se había formado una huelga de trabajadores del sector de finanzas y mi madre se estaba volviendo loca con ellos. No podía despedirlos porque prescindía de sus labores pero tampoco tenía en mente aceptar sus condiciones, pedían un aumento de salario y menos horas de trabajo cuando el dinero que se les ingresaba ya era demasiado y sus jornadas las justas y necesarias.
Mi padre se marchó antes de que entrara al pasillo, tenía que ir cuando antes a ayudar a mi madre, yo seguí mi camino hacia mi casillero para dejar allí mi bolso y tomar los libros de la siguiente clase, los corredores estaban vacíos y todos los estudiantes estaban en sus respectivos salones, no había ni un alma deambulando por el pasillo. Bajé las escaleras hasta la segunda planta luego de fracasar en mi intento de buscar personas en la tercera. Por lo menos me esperanzaba de que hubiera algún alumno en la cafetería para poder pasar el rato y esperar a que terminara el primer turno, ya era demasiado tarde para entrar y no pensaba pasar vergüenza si algún profesor me negaba la entrada en frente de todos mis demás compañeros.
Cuando entro a la cafetería veo, a un par de mesas de la mía habitual, a un grupo de segundo año conformado por cuatro chicos. Me reconocen al instante y los saludo, uno de ellos es Pipe, el chico que había estado con Hayden y Kate en su primer día de clases. Me acerco a donde están las cocineras y pido un vaso de agua con hielo, cuando me lo dan me giro sobre mis talones para ir hacia el grupo de niños, era mejor pasar el tiempo con ellos que sola, además, en quince minutos tocaría la campana.
El timbre suena cuando yo me levanto de mi asiento luego de despedirme de ellos para ir hacia mi siguiente clase, le prometo a Pipe ayudarlo con sus problema de matemática y me voy directo al salón de Expresión Oral donde la Sra. Bett me espera. Ayer por la tarde recibí su mensaje preguntándome por mi estado de salud, de seguro Brenda o Brittany lo habían pasado mi número, pero me alegraba tener una profesora que tuviera tanto cariño por su trabajo y su vocación que se preocupara realmente de sus alumnos. Nunca antes había recibido la atención de algún profesor cuando había enfermado, ni siquiera cuando por una gripe había pasado una semana en cama, pero esta vez si lo había tenido y me sentía feliz de que la Sra. Bett lo hubiera hecho. Antes de llegar a la escuela le pedí a mi padre detenerse frente a una tienda, iba a ser un detalle tonto pero a la Sra. Bett le encantaría.
Llegué a la puerta de mi salón y antes de entrar mi acomodé el jersey de cuello alto y rebusqué en mi bolso el regalo, cuando di un paso más y entré a la clase, la mayoría de mis compañeros ya estaban allí y la mujer de ojos marrones ya se encontraba sentada en su escritorio a la espera de los demás alumnos.
Pasé por su lado dejándole a la vista la manzana de cáscara roja y brillante más bonita que había encontrado.
Ella se percató del obsequio levantando la vista con una sonrisa. La última vez que le había regalado una manzana a un maestro había sido en la primera y porque era lo mejor que se me había ocurrido para sobornarlo y que así no le contara a mis padres que en todo el mes no había hecho ni una sola vez la tarea.
Se quedó con la manzana. Pero aun así le contó a mis padres.
Me quedé sin almuerzo para nada, embustero.
— No tendrías que haberte molestado — Me agradece guardándose la fruta en su bolso y Volviéndome a regalar un gesto de agradecimiento. Se arregla el puente de sus gafas luego de percatarse de algo — ¿Sabes que no voy a subirte la nota ni aunque me regales la frutería entera, verdad?
Me observa con desconfianza y no puedo evitar reírme. Niego luego de ocultar mi sonrisa.
— Es un detalle por su cordialidad, me libró de las tareas atrasadas y se preocupó de mi cuando estaba en el hospital. De veras, gracias. Se merece al menos algún obsequio.
Ella me vuelve a agradecer y cuando suena la campan para que la clase inicie, me voy a mi asiento, Brittany y Brenda me esperan allí, me regalan un abrazo al verme y lo acepté gustosa de tenerlas conmigo otra vez, el domingo a la tarde ambas me habían visitado y me trajeron un montón de revistas para matar el abrimiento.