A través del tiempo han existido millones de eras, cada una a tenido una historia que contar y esta no es la excepción.
Esta historia que estas por conocer sucedió en aquel lugar al que todos llaman Aztlán, ubicado en algún punto de la Terraria, en el cual existen cuatro clases antiguas cada una con sus propias costumbres y forma de vida bajo la bendición de su deidad. Los Acuaneanos situados en los grandes mares de Aztlán bajo el poderío del dios Tláloc, amo y señor de la lluvia, los mares, lagos y ríos; los Ignéanos, bendecidos por los brazos ardientes de Huitzilopochtli, emperador del fuego de la vida y los volcanes, ellos se encuentran ubicados en las tierras del sur; los Airéanos, seres que veneran al diosa Ehécatl, diosa de los vientos, ubicados en las tierras del oeste; y por último se encuentran los Terrarios, habitantes de la tierra norte de Aztlán, bajo el dominio de Tezcatlipoca señor de la tierra, la muerte y la irá. Todos ellos dominados por dos sere superiores Ometecuhtli, el dios creador y Mictlantecuhtli, dios de la muerte.
Cuentan los tlahtimines (sabios) que el dios creador decidió que ya que había un nuevo mundo, era necesaria la recreación del hombre para poblar la Tierra, para lo cual debía ir al inframundo a recuperar los restos de los seres de la última era, es decir, la raza que fue convertida en polvo por antiguas deidades. El inframundo era un lugar peligroso conocido como Mictlán, bajo el poderio de Chacatl. Una vez más allá de la tierra muerta, junto con los cuatro dioses, les roció con su propia sangre, restaurando la vida. Así, la humanidad Aztlán ha nacido de la penitencia de los dioses.
Pero lo que en verdad te quiero contar se centra en un punto un tanto alejado de las grandes ciudades, en un lugar muy remoto, que para todos no existe o quedo en el olvido, ese lugar es conocido como Wirikuta, una extensión de tierra mas allá de los océanos que rodean Aztlán, el Metztliapan.
Es ahí donde a mediados del esta era nació un joven de nombre Naolin, hijo de Nakawe. Él es un joven de cuerpo delgado de piel tostada por los rayos del sol, muy inquieto y sociable; su rostro muestra señales de una alimentación escasa; sus ojos color miel con mirada cansada, su cabellera negra y desaliñada, mostraban la dura vida que llevaba, pero había algo en él que lo hacia distinto a los demás habitantes de Wirikuta.
Wirikuta es una isla pequeña que apenas abarca una extensión de 50 km2, con muy poca vegetación muy similar a un desierto, con grandes extensiones de tierra infértil y rocosas que forman precipicios y grandes montañas. Se ubica en el extremo sureste de Aztlán alejado del todo.
Un día como cualquier otro en esta pequeña isla, Naolin y sus amigos, Yeratzi, una joven alegre, delgada, de pelo negro y largo, piel tersa y clara, ojos grandes y brillantes como las mismas estrellas que iluminan el cielo por las noches; Edahi, un chico de cuerpo robusto y grande, pelo un tanto alborotado y rizado, un poco distraído y glotón; y Yuma, quien es el hijo del líder de la aldea, un joven prepotente por el puesto de su padre, chaparro, pelo rubio como como los rayos del sol, cara afilada y de cuerpo atlético, siempre queriendo tomar las decisiones por todos. Todos juntos sentados en la orilla de un risco como todas las tardes, hablaban de lo interesante que seria poder salir de esa isla y explorar el mundo, ver si existía algo más allá del océano, conocer si existe mas seres en el mundo. Pero lo que estaría pasar ese tranquilo día cambiaría por completo la vida de nuestros amigos