— ¡No la despiertes Melissa! — Evelin frunció el ceño cuando aquella voz vino de la derecha — papi dijo que la dejáramos dormir.
— ¡Jo!, pero el desayuno ya está en la mesa, quiero desayunar con ella.
— No, dejémosla dormir, seamos buenas como dijo papi.
Evelin abrió sus ojos y se encontró directamente mirando a dos pares de ojos oscuros pero tiernos. Por un momento no recordé exactamente dónde estaba, pero cuando una de las chicas dijo un pequeño empujón a la otra cada recuerdo del día anterior volvió a mí.
— La despertaste — regañó la chica a su hermana —. Papá va a ponerse bravo con las dos.
— Buenos días— Evelin intervino en la pequeña discusión alejando las mantas para bajar de la cama, las chicas se hicieron a un lado mientras la seguían fuera del cuarto— ¿Qué hacen despiertas tan temprano?, ¿Tienen que ir al colegio?
— No, cuando nieva mucho no hay clases — dijo una de ellas — ¿usted va al colegio?
— No, yo no voy ya al colegio.
— ¡Eso es genial! — dijo la chica con sudadera rosa — ¡No me gusta el cole!
— Porque eres muy bruta — se burló su hermana — por eso no te gusta.
— Chicas no creo que… deberíamos desayunar — Evelin trató de evitar más conflicto — tengo hambre.
— ¡Bien desayunamos!, papi hizo un rico desayuno.
Evelin se sentó junto a las chicas en la mesa, miró los tres puestos colocados sobre la mesa y suspiró mientras tomaba una de las tostadas. Tenía tanta hambre que no pudo hacer otra cosa que disfrutar sin vergüenza alguna de aquella tostada. La chica llamada Melissa suspiró mientras bebía de su vaso de leche.
— Nunca hemos desayunado con nadie que no sea la nana — sonrió dulcemente — no tenemos mamá así que solo comemos con papi cuando puede.
Evelin no supo qué decir ante aquellas palabras, se sintió un poco mal por las hijas del buen hombre que le había rescatado, pero no podía o debía meterse en aquella situación, mucho menos dar opinión.
El desayuno terminó relativamente pronto, me acerqué a la ventana mientras limpiaba los cacharros y vi que la nieve se había detenido. Noté también que aquel sonido de la planta de respaldo había desaparecido.
— Mmm, chicas — Evelin se volteó hacia la parejita sentada aún en la mesa —. ¿Dónde está su padre?
— El hotel, cuando deje de nevar abrirá así que está arreglando las cosas.
— Oh y ustedes se quedan solas aquí.
— Si, no salimos si está nevando, no vamos lejos si papi no nos está mirando y llamamos a su teléfono cada diez minutos.
Evelin se sintió conmovida por lo inteligente que eran para su edad, la mujer también se dio cuenta del buen trabajo que había hecho su padre con ellas y deseo alguna vez que el padre de sus hijos fuera de aquella manera, si es que conseguía no pasar el resto de su vida en la cárcel por culpa del bastardo de su marido.
La chica tomó una ducha antes de cambiarse de ropa e ir por la puerta que recordaba conectaba la casa con el hotel a su lado. Se impresionó cuando estuvo una vez más de pie en el silencioso salón, colocó sus manos en la espalda antes de carraspear.
— ¿Señor…? Alan — Evelin miró alrededor esperando una respuesta —. ¿Está usted aquí? Quiero decir, sé que estás aquí, pero yo…
La mujer se detuvo cuando sintió un pequeño escalofrío en su espalda, se volteó justo cuando las luces tintinearon un poco y jadeó cuando vio la silueta dibujada por la luz que escapó de las puertas del elevador.
— ¡Por el amor de dios!
Gritó Evelin cayendo sobre su trasero en medio del suelo, la silueta en el elevador se hizo reconocible y la mujer se sintió como una tonta cuando era Alan quien sostenía sobre su hombro un bulto de nilón color negro.
— ¿Te asustaste? — Dijo el hombre acercándose a Evelin — ¿Estás segura de que puedes trabajar aquí?
La chica miró al guapo hombre que debía pensar que ella era una tonta, se puso en pie sacudiendo la licra térmica que había tomado de la ropa que le habían entregado. Una vez más se sorprendió de ver a aquel hombre usando solamente un overol de color púrpura y su camiseta negra sin mangas. Había calefacción, era verdad, no obstante, seguía haciendo frío, al menos para ella.
Alan dejó la ropa de cama para lavar sobre el suelo, miró a la mujer demasiado delgada para su gusto e intentó no querer sugerirle que comiera mucho más. Metió las manos en sus bolsillos antes de hablarle.
— Pensé que dormirías más — dijo — dijiste que viniste de vacaciones así que…
— Bueno dije que trabajaría así que no podía levantarme tarde — La chica le sonrío a Alan — ¿Puedo empezar hoy?, ¿Qué está haciendo exactamente?
— Nada — dijo el hombre sonriendo — solo… cambiando las sábanas, hasta que no deje de nevar no vamos a abrir así que puede tomar este tiempo para usted.
— ¿Qué puedo hacer aquí? — dijo la chica haciendo a Alan sentirse un poco mal por ella — no conozco a nadie y si salgo me congelaré.
— Puedes leer en la biblioteca — dijo el hombre —. No tenemos libros nuevos o revistas actuales, pero hay bastante, de hecho… —El hombre rodeó el mostrador y volvió con un libro en su mano — creo que este te gustará.