Variante, Una Historia de la Realeza

19. Calmar el corazón

—Ha pasado medio año desde que estoy con Phillipe y pareciera que lo conozco de toda la vida.

Cristina me observó apenada y me rodeó con una de sus manos. Había huido a su departamento en busca de su compañía.

—Te has enamorado. —sentenció. —No tienes por qué tenerle miedo a lo que sientes, Ness.

—No digas eso, por favor. Tú misma has visto lo que todos vimos; el corazón de Phillipe siempre le pertenecerá a Genevive, yo solo le soy útil...

—Solo digo que deberías darle la oportunidad de que explique lo que ocurrió, nunca sabes cuando es demasiado tarde. —ella soltó un suspiro pesado. Sabía que guardaba el recuerdo de Tommy muy dentro suyo; la muerte de alguien a quien amas es algo que jamás se termina de superar.

Medité en esto último. El hecho de pensar que Phillipe y yo nos separaríamos me hacía sentir un vacío en el pecho, sobre todo al saber que mi ausencia lo llevaría a la muerte.

—¿Extrañas mucho a Tommy?

—Demasiado. —la abracé en cuanto unas lágrimas rebeldes amenazaban con escaparse de sus ojos y luego me recosté a su lado, dispuestas a echarme a descansar.

—Si él quisiera arreglar las cosas conmigo, al menos vendría a buscarme. —solté después de unos minutos de silencio, con la mirada clavada en el techo. —Han pasado dos días desde que vine y aún no lo he visto.

Cristina se dio la vuelta para observarme.

—Estoy segura de que vendrá mañana. —habló. —ahora descansemos, mañana nos espera un largo día.

Con ese pensamiento cerré los ojos, no sin antes imaginarme a Phillipe descansando tranquilo, sin visiones ni sangrado. Esperaba que se encontrara bien.

...

Las predicciones de Cristina no fallaron.

Después del trabajo me dirigí a casa de Cristina mientras ella y Lucas cubrían el turno nocturno. Las infecciones por dengue habían disminuido por el creciente frío de la temporada, pero aun habían casos que debíamos tratar con cuidado.

Fue ahí, mientras me encontraba sumida en mis pensamientos que mi mirada captó la presencia de Phillipe recostado al lado de la puerta del departamento de Cristina, lucía algo cansado, pero igual de atractivo que siempre; su mirada azul de conectó con la mía a lo lejos y me dedicó una pequeña expresión de temor.

Lo observé, acercándome lentamente hacia él. Mi corazón parecía querer salirse de mi pecho a cada paso que daba.

Phillipe dio un paso hacia mí, cuando me encontraba lo suficientemente cerca, clavándome sus azules ojos, los cuales parecían suplicantes, era como si buscara algo que no podía encontrar. Respiró profundamente antes de hablar.

—De verdad quiero explicarlo todo.

—¿Después de dos días? —no entendía porqué mi tono había sonado como un reclamo. —Todos los noticieros hablan de lo ocurrido, hasta mis padres me han llamado para preguntarme lo que estaba pasando.

Phillipe pareció sentirse avergonzado de esto último, pero se animó a hablar.

—Lo siento, estaba muy molesto de verte con él, que no quise venir a verte hasta ahora, pero no vine a hablar de eso. Nessa, en serio no pasó nada con Genevive...

—¿por qué no me dijiste que irías a verla? —le interrumpí.

El aire frío de la noche parecía envolvernos, y la tensión entre nosotros era palpable. Miré a Phillipe, observando sus ojos, que parecían reflejar una mezcla de arrepentimiento y frustración. La rabia que había sentido al ver la noticia en los medios aún pulsaba en mi interior, pero algo en su tono me decía que tal vez lo que había sucedido no era tan simple como lo había imaginado.

—No lo sé, quizás tenía miedo de que pensaras que iría a verla con otros motivos, pero la verdad es que fui a verla para contarle mi condición. Ella lo sabe todo ahora.

—¿Y estás seguro de que es de confianza? Una chica con el corazón roto es capaz de cualquier cosa con tal de lograr lo que quiere.

Me dolía pensar que él haya sentido la necesidad de brindarle explicaciones a su ex novia.

—Genevive podrá ser todo lo que quieras, pero jamás me traicionaría de esa forma. —sentenció, después de unos segundos. Su tono era serio, pero lucía muy seguro de lo que decía.

—Está bien. —respondí, dirigiéndome a la puerta. —No quiero seguir aquí afuera escuchando como la defiendes.

—No la estoy defendiendo Nessa. —habló él, mientras yo me dedicaba a abrir la puerta. —por favor, perdóname. Volvamos a casa.

Ignoré su petición, sintiendo un dolor en el pecho mientras lo hacía y observé finalmente a la puerta abrirse.

Ingresé a casa y me giré para observarlo una última vez, antes de despedirme.

—Creo que es mejor mantener las cosas separadas por el momento. —hablé, intentando mantenerme calmada. —yo...

Pero no pude terminar lo que quería decir, pues la mano de Phillipe había atrapado mi brazo, jalándome hacia el pasillo nuevamente. Me quedé en silencio ante su rápido movimiento, sintiendo mi corazón latir a mil por hora; su mirada analizaba mi cara con cierta ternura y determinación que no había visto antes. Por un instante, el frío de la noche se desvaneció y solo existía su proximidad, el calor de su mano envolviendo mi brazo.

—No quiero que esto termine así, Nessa —dijo, su voz más suave, casi un susurro que se mezclaba con el murmullo del viento.

Intenté apartar la mirada, pero era imposible. Había algo en sus ojos, en la forma en que me miraba, que me desarmaba completamente. Phillipe dio un paso más cerca, rompiendo cualquier espacio que quedara entre nosotros. Mi respiración se volvió errática cuando sentí su aliento cálido contra mi piel.

Fue entonces cuando sucedió. Phillipe inclinó su rostro hacia mí, y antes de que pudiera procesarlo, sus labios encontraron los míos.

El mundo pareció detenerse. Sus labios eran suaves, cálidos y urgentes, como si estuvieran transmitiendo todo lo que no podía decir con palabras. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, y correspondí al beso como si aquello fuera un placer prohibido para ambos; su mano me rodeó por la cintura como temiendo que me fuera a escapar de sus brazos, y yo solo me dejé llevar por lo que hacía, intentando contener las lágrimas que amenazaban por salirse de mis ojos. En aquel instante solo existíamos nosotros dos, conectados en un instante que parecía eterno.




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