La tienda tenía este extraño y luminoso letrero ochentero con la palabra “ventura”. Elisa pensó que definitivamente era un nombre irónico, ya de por sí la tienda parecía no tener la mejor de las fortunas. Era vieja, fea, estaba en esa horrible calle oscura donde lo único que alumbraba era el enorme letrero, las calles a los lados estaban hundidas en basura, el olor era otra cosa desagradable. Notó desde el auto a la rubia cajera y supo que esa chica no tenía ninguna “ventura”, menos esa noche. Hasta se sintió un poquito mal de la travesura que estaban por hacer. Un poquito no era suficiente para dar marcha atrás, emocionada intentó salir del auto pero Chace la empujó de vuelta a su asiento.
—¿Más o menos qué te pasa, animal?
—Tú te quedas en el auto —explicó cerrando la puerta y recostándose en ella para impedir que Elisa saliera.
—¡¿Qué?! ¿Por qué?
Bajó el vidrio de la ventana e intentó empujar el cuerpo de Chace y abrir la puerta, pero no perdería su tiempo con ese tonto, decidió salir por la otra puerta, pero su brazo fue tomado por Chace quien le impidió avanzar.
—Enana, alguien tiene que esperarnos aquí para escapar —repuso Chace a centímetros del rostro de Elisa—. Te quedas y punto.
—¡Esto es injusto!
—Baja la voz —regañó Chace tapándole la boca con su mano—. ¿Quieres llamar la atención, tonta?
Elisa no desaprovechó la oportunidad para hacer uso de sus dientes y morder con todas las ganas del mundo la mano de Chace. Él la soltó de inmediato, se mordió los labios para no gritar y usó su otra mano para darle un manotazo en la cabeza a Elisa.
—¡Imbécil! Creíste que como tonta me iba a quedar con la boca cerrada.
Ian tuvo que intervenir al ver a Chace al lado del auto sobándose la mano, y una Elisa limpiándose la lengua.
—Dejen de hacer ruido —pidió—. Mira Elisa —comenzó inclinándose en la ventana para hablar con ella—, Chace tiene razón, nadie maneja más rápido que tú.
—Ni siquiera tengo licencia. Tengo quince años, si nos llega a atrapar la policía…
—Si nos llega a atrapar la policía lo que menos les va a importar es tu licencia. ¡Nos meterán presos por robar! —lloriqueó Liam empujando a Ian para caber él también en la ventana—. ¡Robar! ¿Cuántos años dan en prisión por raterismo?
—¿Raterismo? —cuestionó Elisa anonadada—. ¿Esa palabra existe? —le susurró a Ian, últimamente desconfiaba demasiado de su inteligencia.
Él se encogió de hombros, la verdad no sabía ni le importaba.
—No puedo ir a prisión, soy de demasiado buen ver. ¡No seré la mujer de nadie! No haré esto, claro que no.
—¡Liam!
Ian intentó detener el intento de su amigo de entrar al auto por la ventana, mientras Elisa era aplastada por un gigante, pero estaba demasiado concentrada en reírse a carcajadas por la ocurrencia de su primo de: ser la mujer de alguien.
—Dejen el alboroto, si nosotros podemos ver hacia la tienda, ellos también pueden ver hacia acá —susurró Alex dejando su lugar de piloto—. Chace tiene razón, Elisa, el volante es todo tuyo. Así si nos llegan a atrapar al menos tú podrás escapar y buscar a alguien que pague nuestra fianza.
—Hazle caso al príncipe azul —burló Chace fingiendo hacer una areola sobre la cabeza de Alex.
—Está bien —aceptó no muy contenta—, pero solo porque Alex lo pidió.
—Yo me quedo con Elisa —agregó Liam para a rayo veloz abrir la puerta del copiloto.
Antes de poder lograr su cometido fue sujeto por Chace e Ian. Se desató esa guerra a susurros, hasta que finalmente convencieron a Liam de que no ir lo marcaría por toda la vida.
—Hagan las cosas bien —alentó Elisa desde el auto—, y primo, diviértete, será como cuando te empujé en el avión la vez que nos lanzamos en paracaídas, de no ser por eso no te habrías…
—¿Falseado el tobillo? Porque eso fue lo que pasó, y hoy… —Ya Liam estaba dispuesto a volver dentro del auto.
—Tú, deja de hablar —le ordenó Chace a Elisa—. Y tú camina. En cinco minutos volveremos y la pesadilla habrá acabado.
Elisa esbozó un último adiós al que solo Alex le correspondió, revirándose para apuntarla con su arma de juguete, a lo que ambos sonrieron.
La mataba saber que tendría que ver a los chicos desde la distancia, quería ver si Liam se atrevía a hacer algo o solo permanecería detrás de alguien al borde de un desmayo. ¿Cómo era posible que siendo su primo tan alto y musculoso fuera el más cobarde de todos?
***
Los chicos se detuvieron en una esquina cerca de la tienda. Liam continuaba protestando sobre que eran los peores amigos del mundo.
—¿Cómo se supone que actuemos? —preguntó Alex de pronto.
—Solo entremos. Elisa mencionó a Dick y Jane.
—No vamos a copiar a Dick y Jane —razonó Alex.
—¿Por qué no? Ellos robaron millones —acotó Liam.
Alex y Chace prefirieron no hacer comentarios, de pronto se vieron buscando en sus celulares videos de películas para guiarse.