24 de agosto.
—¿Ya están listas?—pregunta mi padre desde la sala. Está en su smarphone esperando que bajemos y así podamos iniciar nuestro día.
Yo le grito desde mi habitación. —¡Ya casi... solo termino de aplicarme labial y estoy lista!—le alzó la voz para que me pueda escuchar.
Veo pasar a mi madre frente a mi habitación, solo de pasada, pero se regresa y voltea hacia mí. —De prisa, Andrea—me dice antes de irse.
No volteó a verle porque tengo mi vista puesta en el espejo. —Claro, como tú ya terminaste... me apresuras a mí—contestó mientras cuidadosamente utilizó el rímel.
—Eso mismo dijiste hace 10 minutos, que te ibas aplicar labial—escucho que contesta sin ganas.
Sonrió. Y ahora sí, me aplico labial. Después tomo mi pequeña mochila y guardo en ella un pequeño bolso de maquillaje, toallas húmedas, toallas sanitarias, cargador, cartera y mis audífonos. Creo que no voy tan preparada, aunque estaremos casi todo el día fuera.
Llevo puesto unos converse de color rojo, un jean azul claro, una blusa blanca y llevo para más tarde un suéter de color rosa. Aunque no creo que la temperatura logre que use mi suéter, pero lo llevo por sí las dudas.
Bajo por las escaleras, veo a mamá y a papá besándose. No hice casi ruido al bajar, así que no me ven. Fui bastante sigilosa para evitar ser escuchada o vista. Yo solo observo, creo que tiene mucho, muchos años... que no veía a mamá besándose con alguien. Es lindo.
—Qué lindo—me anunció mientras coloco la palma en mi mentón y les observo con ternura.
Se apartan, mi madre sonríe mientras me observa. —Creí que tardarías más—comenta suavemente.
—Te ves hermosa. ¿Ya podemos irnos?—pregunta mientras sostiene las llaves.
Asiento.
Mi madre nos detiene. —Alto... una fotografía antes de nuestra...—hace números con los dedos. —Dos... tres. Da igual...—con su mano hace un gesto que no importa.
Abre la cámara frontal nos colocamos junto a ella. Yo sonrío, al igual que mi padre mientras mamá toma la fotografía. Una linda foto que va para el álbum familiar.
Salimos de casa y caminamos al auto. Son las 12 del medio día. —Entonces iremos a la plaza. Caminamos, hacemos algunas compras de artículos que les hagan falta, y después podemos comer las hamburguesas de las que les hablé, créanme... están buenísimas. Les apuesto que les encantarán, son hamburguesas pequeñas, pero deliciosas—comenta mientras enciende el auto y nos dirigimos a nuestro destino.
—Creo que compraré algunas cosas de limpieza para la casa, me hacen falta. En CDMX teníamos la casa impecable, ¿verdad, Andrea?—comenta mientras observa por la ventana el camino previo a llegar a la plaza.
—Sí. Creo que la casa siempre estaba muy limpia—contesto mientras revisaba una de mis redes sociales y agregaba a algunas personas que apenas comenzaban a conocer por la escuela. Así no se vería tan solitario mi perfil.
Mi padre ríe. —Se ve que ustedes son bastantes elegantes y limpias. No cabe duda que mantendrán la casa muy impecable—comenta mientras conduce. Me observa por el retrovisor. —Y dime, hija mía. ¿Extrañas tu ciudad?—me pregunta.
Baje el vidrio, pues estaba tomando algunas fotografías. Solo para mí, para guardarlas y verlas después. —Mucho, extrañaba mi vida. Las cosas cambian mucho en 10 años, pero me alegra el estar aquí. Y también... el poder estar con una familia, es hermoso y me llena de vida—contestó mientras le veo, aunque él está conduciendo.
Puedo observar su expresión al resolverle su cuestión. Se ve complacido. —A mi me alegra tenerte como mi hija—afirma y voltea con mi madre para tomar su mano. —Y obvio que tener a tu mamá como mi esposa—besa su mano para después incorporarse a una nueva autopista que nos llevará a nuestro destino.
En Instagram veo algunos post de las pocas personas a las que he seguido, personas que son conocidos de escuela. Y obvio que a mis artistas favoritos también. Reviso algunas fotos de perfiles de amigos, y también, desde luego... El perfil de Eden y su hermana. No tiene ninguna fotografía con su madre, de hecho los dos tienen sus publicaciones solo mostrándose ellos y con amigas o amigos. En ambos perfiles no hay similitud, ni fotos compartidas. Es más... ni siquiera se siguen. Es como si quisieran despistar y desviar la atención.
Apago la pantalla de mi hipo el al escuchar el aviso de mi padre. —Hemos llegado... y como era de esperarse. Hay demasiada gente—exclama mientras voltea en diferentes direcciones para encontrar algún lugar libre en donde estacionar el auto.
—Creo que hubiera sido buena idea pedir Uber—comenta mi madre al ver que no hay lugar.
Papá sonríe. —Eso debiste haberlo dicho antes de salir—le responde con una sonrisa. —Ahorita encontraremos lugar...—agrega mientras avanzamos lentamente en busca de algún estacionamiento.
Al cabo de 15 minutos logramos hallar uno. Nos estacionamos, papá apaga el auto y bajamos del vehículo.
Me coloco mi mochila y suspiro mientras me acomodo mi jean antes de avanzar al centro de tiendas.
—Me encanta esta plaza. Solía venir aquí de vez en cuando, usualmente visitaba otras... pero con el paso de 10 años, varias tiendas fueron instaladas o reubicados aquí—comenta mientras da unos pasos y espera a su esposo.
Le escucho. —Yo definitivamente nunca llegué a venir aquí, o tal vez no recuerdo—respondo al mismo tiempo que papá cierra el auto y camina a nosotras.
—Y bien. ¿A dónde iremos primero? ¿O quieren caminar y de ese modo vamos llegando a las tiendas?—nos pregunta mientras está frente a nosotras.
Mi mamá encoge sus hombros y voltea a verme.
—Pues caminemos, y vamos llegando a las tiendas. Yo quiero comprar un vestido y unos Vans de color rosa, en otro tono—señaló. Porque ya tengo unos en color rosa. Solo quiero más variedad, me encanta el dolor rosa.