4 de Noviembre. 1936
Berlín, Alemania.
No he podido dormir, pero a pesar de ello he tenido una noche magnífica. ¡No podía hacer más que pensar en lo que sucedió ayer! El recordar aquello provoca cosquillas en todo mi cuerpo.
Un nuevo día ha comenzado y la sonrisa en mis labios jamás se marchita. ¡Me siento tan contenta y emocionada! Pero, a pesar de mi felicidad, estoy poco preocupada por éste día.
Me siento tan feliz que me preocupa que, hoy, alguien me arrebate mi contento. Yo espero que no sea así. Es tan difícil lograr conseguir una efímera alegría y tan fácil conseguir que ésta se desvanezca.
No encuentro nada que hacer. Me rehúso a pasar el domingo únicamente encerrada en mi recámara sin hacer nada más que mirar al techo mientras me cuestiono cada momento de mi vida. Sin embargo, ¿qué puedo yo hacer?
En cuanto me he hecho esa pregunta he escuchado ruidos por el pasillo. La curiosidad y mi aburrimiento me obligan a revisar que es lo que está pasando.
Salgo de mi habitación y me dedico a caminar entre los diferentes cuartos, preguntándome cuál podría ser la causa de aquellos estruendos.
Mi hogar siempre está en silencio sin contar las ocasiones en que mi papá realiza fiestas aquí o las veces en mis padres discuten, por ende me pregunto que es lo que está sucediendo esta vez.
Doy paso por paso hasta dar con la recámara de mi hermano cual está levemente emparejada. En silencio, echo un vistazo por aquella rendija y lo único que observo es la frustración de mi hermano.
La preocupación invade mi ser al notar que varias de sus pinturas, lienzos y brochas están tiradas por el suelo. ¿Otto está tirando su propio esfuerzo a la basura? ¿Por qué tantas de sus obras están rotas? Los lienzos, su material de trabajo...¿Por qué están yaciendo en el suelo? ¿Por qué está tirando el arte que creó con tanta ilusión y esfuerzo?
No soy cercana a mi hermano, no obstante, verle así me destroza. Me era imposible quedarme ahí, siendo testigo y sin hacer nada al respecto.
Con sutileza hice la puerta a un lado y me he posicionado en la entrada de la habitación.
—Otto, ¿qué ha sucedido? ¿Qué estás haciendo? ¿No se supone que ibas a vender esas pinturas? –Le cuestioné con la voz trémula y débil.
La mirada de mi hermano se dirigió a mí. Pude ver que en su mirada se reflejaba enfado e impotencia. Ninguna lágrima había en sus ojos, mas yo sabía que él quería y necesitaba llorar.
—Tu padre es lo que ha sucedido. Gretel, vete de mi cuarto. Es evidente que estoy ocupado. –Él contestó con hostilidad.
¿Papá? ¿Por qué lo menciona a él? ¿Entonces no ha sido Otto quien ha causado todo este desastre?
Pese a que soy consciente de que mi hermano tiende a aislarse cuando no se encuentra bien, sé que no es bueno dejarlo solo.
—¿A qué te refieres? Otto, por favor...Sé que no te gusta que nos entrometamos en tus asuntos pero...Eres mi hermano, eres mi hermano y te amo. No quiero verte de esta manera. Al menos permíteme ayudarte a ordenar, por favor, permíteme. –Le rogué.
Él se enmudeció por unos segundos mientras veía el desorden que había en su habitación. Frunció el ceño y gruñó.
—Friedrich es quien ha hecho esto. Le conté a mamá que estaba logrando vender varias pinturas, ella le contó a él y, como tu padre es un hombre abominable quien no soporta que las cosas no se hagan a su manera, se ha dedicado a destrozar mi trabajo. –Otto prosiguió a recoger algunos de los lienzos que estaban esparcidos por el suelo.
Me quedé inmóvil ante lo que dijo mi hermano. Mis ojos miraban a cada rincón de la recámara tratando de hallar otra explicación. Pero, como es obvio, jamás la encontré.
Me acerqué a mi hermano y lo observé por un momento. Quería abrazarlo, brindarle consuelo, pero sabía que él no querría eso, al menos no de mi parte.
Me quedé en blanco y simplemente ayudé a mi hermano a limpiar.
Era, de algún modo, doloroso para mi tener que presenciar aquel desastre. Tirar los lienzos dañados era difícil. Ni siquiera eran de mi autoría, yo no puse esfuerzo en ellos, yo no los creé; y, aun así, me dañaba tener que deshacerme de ellos.
El arte de Otto es magnífico; es algo que admiro de él desde que era pequeña. Él siempre ha sido talentoso para convertir un lienzo en blanco a una total belleza, todos en la familia somos conscientes de ello, a excepción de papá.
Terminamos de recoger el dormitorio. Había un profundo silencio entre nosotros, hasta que yo decidí romperlo.
—¿Qué piensas hacer ahora, Otto? Tengo entendido que esto lo ibas a vender...¿Qué sucederá respecto a eso? ¿Hay algo en lo qué pueda ayudarte? Podrías darme el dinero y yo ir a comprar el material...Quizá podría hablar con papá y... –Hablé con un intento de mostrar compasión en mi voz, pero él me interrumpió.
Otto apretó sus ojos con molestia y suspiró.
—Mira, Gretel, aprecio tu preocupación pero no quiero tu ayuda. Son mis problemas, problemas cuales tengo que solucionarlos yo solo.
Y no, no quiero que hables con tu padre acerca de esto. Ya he tenido suficiente de ese desgraciado, no quiero más problemas por su culpa. –Exclamó.
Agaché la cabeza y asentí. Las palabras de mi hermano me han hecho sentir inútil. Sé que él no quería hacerme sentir mal, pero el hecho de rechazara el poco amparo que podía ofrecerle me hizo sentir inservible. Quizá él no quería mi ayuda, pero sí la necesitaba.
Él me dio a entender que cualquier intento mío por cooperar sería ineficaz. Lo acepté, me di la vuelta y me dirigí a la puerta para abandonar el cuarto.
Entonces, repentinamente, Otto, con una voz seria y áspera, me ha dirigido la palabra.
—No sé cómo puedes seguir amando a aquél hombre al que llamas padre. ¿No te das cuenta, Gretel? Él no sólo me está condenando a la infelicidad a mí, sino que a tí también. –
Escalofríos recorrieron mi cuerpo al oír lo que mi hermano dijo. Apreté mis manos y volteé a verle a los ojos.
—¿De qué hablas? Sé que papá no es el mejor, pero él hace lo que puede por cuidarnos...No lo defiendo, el que haya destrozado tus pinturas es un acto reprochable, pero él lo hace por tu bien, Otto. Nuestro padre es consciente de que vivir del arte no es sencillo...Desde que fuiste rechazado de la escuela de arte él se ha preocupado por tu futuro. Él quiere que trabajes en la vinícola, porque sabe que tendrás una mejor vida si lo haces; una vida donde el dinero no será una preocupación. –Respondí con una leve indignación.
Él, molesto, caminó hacia mí. De manera brusca colocó sus manos sobre mis hombros y los apretó.
Él clavó su mirada en mía, lo que me provocó un nudo en el estómago. Era como si mi hermano pudiera ver a través de mí.
—¡No te atrevas a llamarle "nuestro padre"! Él para mí no es mí padre, no es nada mas que un ser egoísta. Desde que nací ese hombre jamás se ha preocupado por mí, sólo se ha dedicado a pudrirme, a maldecirme y, no sólo a mí; a tí y a mamá también. ¡Abre los ojos, Gretel! ¿Ya tienes quince años y no te percatas de la realidad? Friedrich envenena nuestras vidas con cada acción suya. –
Por cada segundo que pasaba, Otto alzaba más y más su voz. Yo me sentía confundida. Habían tantas cosas que quería decir pero simplemente no salían de mi boca. Su agarre sobre mis hombros se volvía cada vez más fuerte, aferrándose a ellos y estrujándolos.
—¿No ves a mamá? ¿No ves su sufrir? Desde el momento en que tu padre apareció en su vida la arrastró a un abismo de sufrimiento en el cual sigue hundida. ¿Es que acaso no oyes cuando discuten? ¿Acaso has olvidado las cientos de discusiones que has presenciado con tus propios ojos? ¿Te has olvidado de la vez en que, con nosotros presentes, ese hombre casi acaba con la vida de nuestra madre con sus propias manos? –Me cuestionó con desespero.