Whiteshark

Capítulo 1: Bahía Tiburón

Levanto el ancla, por la parte del cabo, y la lanzo a las mismísimas entrañas del océano. Al hacerlo no tengo en cuenta el viento y la barca gira bruscamente sobre sí misma, provocando que pierda el equilibrio y caiga de culo sobre uno de los remos.

- ¡Mierda! – Digo mientras me levanto – Dichoso viento.

Lo realmente preocupante es que debería haberlo visto venir, no llevo toda la vida navegando como para tener errores de novata ahora. Reviso que el ancla esté bien asegurada, posiciono los remos a un lado de la barca y me quito la ropa, dejando al descubierto mi precioso bikini color coral, que según mi hermana realza mis "ojazos azul bahía", sea lo sea lo que signifique eso.

- ¡TB! – Grito antes de zambullirme en las cristalinas aguas del mar.

Nada más sumergirme mis piernas desaparecen dando lugar a la aparición de una hermosa cola de sirena, lo que me da la libertad de moverme a mis anchas por el inmenso océano. Me siento muy afortunada de tener esta habilidad, recuerdo cuando era pequeña y mi abuelo me contaba historias sobre piratas y sirenas, que antiguamente habitaban estas aguas, y como yo inocentemente pensaba que eran reales. Con el tiempo me di cuenta de que solo se trataban de cuentos, historias fantásticas que se les contaba a los niños antes de irse a dormir, o eso es lo que debería haber sido para mí, un cuento, una fantasía.

Vislumbro a TB a unos pocos metros de distancia, aunque es tan grande que podría distinguirse a kilómetros. TB es el nombre de mi querido amigo y guardián, un enorme tiburón blanco que hace mención a mi apellido. Al principio me imponía cierto respeto, es tan grande que podría zamparse a tres personas de golpe, pero con el tiempo descubrí que daría su vida por la mía si fuese necesario, que siempre estaría ahí para mí. Me dirijo a su encuentro y le saludo con un gran abrazo.

- Te he extrañado mucho – Resulta gracioso porque lo vi ayer – ¿Estás listo para la acción? – TB me responde con un suave golpe en el hombro – Bien, ¿qué prefieres, saquear algún barco hundido, buscar tesoros o...? – Esbozo una sonrisa – ¿Asustar a algún marinero despistado? – Siempre es divertido sorprender a alguien, sobre todo si va borracho o mareado.

Al final decidimos, o más bien TB decide, investigar antiguos navíos hundidos. Algunos de ellos tienen más de cien años y apenas conservan el casco, pero lo realmente curioso es como han pasado a formar parte de la vida de las criaturas marinas, varias han hecho de ellos un escondite, un refugio de sus depredadores, y no me extraña después de todo esta bahía es famosa por sus tiburones. Rebusco entre los restos con la esperanza de hallar algo interesante como un diario de bitácora, mapas, cachivaches viejos, lo que sea. Cuando el sol alcanza el medio día regreso a la barca junto con un catalejo medio roto y lo que parece ser una vieja caja de música destartalada.

- Bueno, ¿mañana a la misma hora? – Una vez que salgo del agua mis piernas vuelven a su lugar – Por cierto, recuerda vigilar la zona de cabo Martillo, últimamente hay mucho furtivo suelto – Cojo los remos, una vez que me he despedido, y vuelvo al puerto.

Uso un nudo llano para el amarre, así aporto una mayor sujeción. Lo dejo todo preparado para volver mañana y aprovecho los minutos que me sobran para darme una vuelta por el muelle, tengo curiosidad por saber que han traído los pescadores. En este reino la mayor parte de la población se dedica o a la pesca o la minería, aunque teniendo en cuenta que nuestras minas se encuentran a las orillas del mar podríamos decir que se trata de una ciudad marinera. Bahía tiburón, que es como se llama este lugar, es la capital del reino y donde se encuentran las playas más hermosas de todo el mundo. Nuestra mayor fuente de ingresos es el Alium, un mineral luminiscente bastante raro que sirve para casi cualquier cosa.

Es un lugar peculiar, con gente peculiar y recursos peculiares, por eso es tan especial. Sepias, rape, pulpo, sardinas, son solo unos de los pocos manjares que están hoy a la venta en nuestra querida lonja, situada frente al puerto. Me gustaría quedarme un rato más e inspeccionar a fondo la pesca de hoy, pero el tiempo se me agota.

No sé cómo me las apaño para llegar a tiempo, un poco justo pero puntual. Entro sin que nadie se dé cuenta y me dirijo rauda a mis aposentos, tengo que cambiarme antes de que alguien me vea. En mi habitación me esperan Lianna y Marcus, con cara de pocos amigos.

- Irv, ¡llegas tarde! – Lianna, mi querida amiga de la infancia, tiene la voz demasiado aguda para mi gusto – No puedes hacer esto siempre, ¿qué harás cuando alguien se entere? – Pongo buena cara a su reprimenda mientras me descalzo – Un día de estos te va a pasar algo y nos colgaran a nosotros por ello – Es la reina del drama.

- Espero, Irvette, que por lo menos te hayas mirado las preguntas que te preparé – Marcus, es mi profesor, y junto con Lianna las únicas personas que saben que me fugo día tras día.

- Si, si, podéis estar tranquilos, lo tengo todo bajo control – Cojo mi floripondioso vestido y me cambio en el baño - ¿Cómo estoy? ¿Doy el pego? – Me miran con cansancio, pero ni que fuera yo la única que se lucra con esto.

- A veces me pregunto cómo puedes tenerlos a todos tan engañados – Lianna no tiene filtro, suelta todo tal cual lo piensa, a ella no le importa que yo sea la princesa heredera.

- Es un don, un poco de elegancia por aquí, un poco de buenos modales por allá y mucho encanto – Marcus me dedica una cara de desaprobación – No espero que lo comprendáis.

- Será mejor que te apresures, hace diez minutos que deberías de estar en el comedor.

- Si y vosotros deberíais de estar trabajando, Lianna si puedes te agradecería que lavarás mi ropa de incognito – Aparte de ser mi amiga es algo así como mi criada, aunque suene cruel.

- Señor dame paciencia – Les dedico una enorme sonrisa y salgo de allí pitando, pero con delicadeza.



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En el texto hay: romance

Editado: 29.11.2020

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