Abriendo Heridas
Recuerdo que me perdí, cuando cruzamos miradas.
Aquellos ojos verdes eran tan jodidamente angelicales, que jamás hubiera creído que serían los causantes de todo el caos, que provocarían en mi vida.
—¡Hey, linda! ¿Gustas un trago?— dijo para luego acercarse completamente a mí, y ofrecerme un vaso rojo de plástico. —Si no quieres, no te obligaré.—se encogió de hombros, dispuesto a marcharse.
¡Maldita sea! ¿Acaso la marihuana me tiene más tonta de lo normal?
¡Duh! ¿Si no qué sentido tiene, estúpida?
—Por supuesto—dije velozmente. Él se dió vuelta, y pude aceptarle el vaso.
—Eres nueva aquí ¿no? —asentí con una estúpida sonrisa— carne fresca, delicioso— murmuró divertido, haciendome reír.
—¿Y tú? ¿A qué año vas?— le dí una calada al cigarrillo que tenía entre mis dedos.
—Ya es mi segundo año...—miró para el lado opuesto de donde yo me encontraba— ¿Quieres salir de aquí? Kerson tiene un muy lindo patio trasero.
Bien, ya sabía por dónde iba todo esto. Él me está coqueteando, y considerando que es la persona más hermosamente sexy que ví en toda mi jodida existencia, tuve que aceptar a su invitación.
—Claro— caminé junto a él entre la gente, hasta que dimos con una puerta.
Cuando él la abrió, nos dimos paso a un gran jardín, con demasiadas luces amarillas en cada rincón.
—Pues ya que eres nueva...¡Bienvenida a la Universidad Deabrow! Lo último que harás aquí, será aburrirte. Literalmente hay fiestas todo el tiempo, y por cualquier motivo. Por ejemplo, el motivo de ésta, es porque Kerson terminó con su novia. En tres días, habrá otra, por la reconciliación, o el festejo de una novia nueva... Por cierto, aún no me dijiste tu nombre.
—Julieth—Sonreí— ¿Y el tuyo?
—Brandon, puedes decirme Bran, o Máquina de belleza, como gustes.— me guiñó un ojo.
Le pega muy bien ese apodo.
—¿Quieres un poco? —sacó de sus bolsillos una bolsa de plástico transparente, con pastillas de color azul.
—No en realidad no voy más allá de la hierba... Pero gracias.
—Como digas, aunque un día te convenceré.
Y claro que lo hizo.
Sé que caí en sus encantos aquella noche, pero no estoy segura del momento exacto, en el que él se robó mi corazón.
Sabía que su apariencia de chico malo no era solo una imagen, sino una verdadera reputación, aunque en ese momento no me dí cuenta, o tal vez no quise verlo así.
Pero ya es tarde para quitarme la venda que cubría mis ojos, ya que perdí la importancia a absolutamente todas las cosas, luego de su partida.
—¿Acaso alguna vez me amaste? ¿O también me mentiste en eso?— aspiré por la nariz, el polvo blanco que puse sobre mi mano. —¡Todo fue un maldito juego tuyo! ¿Y quieres saber qué es lo peor?—me reí — que aún te amo.
Y no fui lo suficientemente fuerte, ya que me caí al piso y me puse a llorar. Grité sin importar quedar como una loca, aunque no creo que hayan demasiadas personas de madrugada, en un cementerio.
—¡Maldita sea! ¡Te amo!— volví a gritar— ¿pero cómo pudiste meterte con mi mejor amiga?
Tomé mi celular, y sin pensar bien lo que estaba por hacer, lo aventé con fuerza en su lápida.
¿Qué más da?
Él acabó conmigo, ¿por qué no puede acabar también con mi celular?
—Regresa, por favor. Solo vuelve, y te perdonaré, pero hazlo, mi amor.—traje mis rodillas a mi pecho, y las abracé con demasiada fuerza, ocultando mi rostro en ellas.
—¿Sabes qué es lo que más me gusta de tí?—preguntó y negué con la cabeza — Que nunca te quejas de nada, y siempre te atreves a experimentar cosas nuevas... Hablando de eso, hoy Kerson me dió parches violetas, dice que es una droga muy buena, ¿Quieres probarla conmigo?
—Claro— acepté para luego darle un beso.
—Buena chica.
Me levanté del suelo, y caminé directo a la salida.
Genial ahora no puedo escuchar música, porque rompí mi celular...
—Invita a Jane, para fumar juntos— dijo antes de meterse a la ducha.
Me gustaba que Brandon se lleve bien con mi mejor amiga, lo que no sabía es qué tan buena relación llevaban.
—¿Qué me cuentan chicos?— entró Jane al departamento, y tomó asiento al lado de nosotros.— Estoy un poco estresada, así que hoy traje más pastillas.— dijo emocionada, y puso una bolsita en medio de la mesa.
—Eres increíble Jane— dije y me reí.
—Oh, hago lo que puedo, cariño.
—Genial, iré a poner música.— habló Brandon, y fue directo al reproductor de música, que se encontraba por encima de la televisión.— ¿Qué quieren escuchar?
—No lo sé, pon algo tranquilo.— propuso Jane.
Y luego de eso, consumimos lo que trajo mi mejor amiga, y fumamos hierba, inundando el departamento de humo, hasta quedarnos inconscientes.
No me quejaba de eso, ya que estaba al lado de las personas que más amada en el mundo, pero todo cambió cuando una noche, llegué temprano a casa, luego del trabajo.
Abrí la puerta, y dejé mi mochila por encima de la mesa. Proseguí desabrochado la camisa blanca, o bueno, ahora casi amarilla, y sacarme las zapatillas negras. El departamento de Brandon no es muy grande, y tampoco lindo, pero no me importa en realidad. Lo único que me gusta de estar aquí, es que vivía con él.
Él cuidaba de mí.
En verdad lo hacía.
Entré a la pequeña cocina, y tomé un vaso para luego llenarlo de agua. Tenía unas terribles ganas de tomarme una ducha, así que mis pies comenzaron a caminar hasta el cuarto, y fue ahí cuando escuché sonidos raros, provenientes del otro lado de la puerta. El sonido de la cama rechinando, más unas fuertes y pesadas respiraciones llamaron mi atención.