Amor imprevisto

CAPITULO 1. “DESAGRADABLE PRIMER ENCUENTRO”

La nerviosa joven se estudió frente al espejo por tercera vez consecutiva en busca de alguna falla en su atuendo. Recorrió su esmeralda mirada de pies a cabeza, pero su reflejo no le dio indicios de algún desperfecto en como lucia, todo parecía estar en orden.

Vestía un traje formal, de oficina, el cual estaba compuesto por una incómoda falda de tubo, una blusa blanca y un blazer de color negro. Con resignación posó nuevamente la mirada en su reflejo, pero lo que no la terminaba de convencer, era aquel largo y ondulado cabello negro que poseía, y el cual parecía no encajar con su imagen.

— ¿Suelto o amarrado? — susurro a la nada, pero al darse cuenta de que este no le respondería, sonrió. Aún tenía esa mala costumbre de hablar con ella misma cuando estaba ansiosa.

Liz negó con la cabeza para quitarse cualquier distracción innecesaria de su mente y volvió a posar su mirada en el espejo, haciendo que su atención recayera otra vez en lo que estaba haciendo. La pelinegra tomo entre sus manos su alborotado cabello, lo alzo alto en una coleta y lo ató con un moño, pero el resultado no le convenció. Era necesario verse bien, esta vez tenía que conservar aquel empleo a como diera lugar, después de todo solo tenía que estar ahí unas pocas semanas antes de volver a clases, y nuevamente, ponerse en busca de un empleo a medio tiempo que pudiera combinar con sus pesados estudios.

Mientras tanto, su misión era reunir todo el dinero que le fuera posible.

Debes hacerlo bien le susurró a su reflejo con la mirada seria y negó con la cabeza. Tienes que hacerlo más bien se corrigió.

Liz tenía veintitrés años y vivía sola en una pequeña casa que pagaba con su empleo de medio tiempo, del cual la habían despedido hace solo dos semanas. ¿Motivo? por voltearle café caliente a un cliente asqueroso que se había atrevido a levantar su falda para mirar su ropa interior y tocar su trasero sin ninguna pisca de vergüenza.

"No fue a propósito, fue un accidente" fue el argumento que uso el cliente para defenderse, pero Liz sabía que no era cierto.

El sujeto de más de cincuenta años había estado yendo al café donde ella trabajaba bastante seguido, y se le quedaba viendo sin quitarle los ojos de encima. A donde ella iba sus ojos la seguían, y lo peor de todo era que se quedaba hasta que su turno finalizaba sin siquiera pedir algo más que una taza de café.

Ella podía ser un tanto ingenua, pero definitivamente no era tonta. Pero sus argumentos no sirvieron de nada y su jefe la despidió sin siquiera darle una segunda oportunidad o mínimo haberla escuchado. Sin embargo, ahora y gracias a Maggie, su mejor y única amiga, había logrado conseguir un empleo de tiempo completo por tres meses en una importante compañía de arquitectura. Ella, sería la secretaria personal del director de dicha empresa. Sin duda a la joven no le importaba tener que vestir cada día esa incomoda ropa de oficina y aquellos zapatos de tacón con los cuales le era difícil caminar, porque todo valía la pena si a fin de mes recibiría aquel generoso sueldo.

— ¿Lista? — preguntó una dulce y armoniosa voz proveniente desde el umbral de su cuarto.

Liz observó la esbelta y bien formada figura de su amiga a través del espejo y le sonrió.

—Totalmente lista. — contestó sin poder ocultar su nerviosismo.

Esta era su primera vez trabajando para alguien importante en un puesto que demandaría más de sí misma, pero ¿Y si cometía algún error? Ella sabía que era capaz de muchas cosas, pero todo se iba al carajo cuando se ponía nerviosa o cuando la supervisaban de cerca.

Su estómago estaba apretado y ahora que los nervios estaban por tomar el control de su cuerpo, pensó que ya no era tan buena idea presentarse a ese trabajo. 

Maggie notó como su amiga se empequeñecía en su lugar y comenzaba a jugar con sus dedos. Sin duda un notorio signo de nerviosismo.

—Todo va a estar bien, Lizzy Bu.

Liz, al escuchar aquel ridículo apodo no dudo en darle una mirada de disgusto. No podía creer que su amiga la llamase por un apodo tan horrible. Aunque era mucho mejor que Mini tú, con el cual la llamaba en el inicio de su relación, haciendo alusión a su estatura. Liz medía sobre el metro sesenta y no se consideraba baja en absoluto, sin embargo, en comparación con el metro setenta y cinco de su amiga, ella era notoriamente más baja.                                                                  

 —Vámonos o llegarás atrasada, y ambas estamos segura de que eso es lo último que quieres. — Advirtió Maggie cambiando de tema. Liz abrió los ojos y como pudo corrió por su bolso de mano, al menos había logrado desviar los pensamientos negativos de su amiga con éxito.

Cuando ya hubo revisado dos veces que todo estuviera cerrado y apagado, se preparó para salir.

Las dos chicas pasaron a través de la pequeña cocina, pero Maggie se detuvo al percatarse de que todo estaba exactamente igual que la noche anterior. La joven frunció el ceño.

—No has comido nada. — dijo Maggie en tono molesto.

Liz se encogió de hombros restándole importancia mientras acariciaba el lomo de Mila, su peluda y mañosa gata. —Sabes que no me da hambre por las mañanas. Ya comeré por ahí en mi hora de almuerzo. —refunfuño Liz.




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