ESTHER
No grité, pero estaba sudando y sentía que no podía controlar mi cuerpo. Cuando desperté estaba sentada en uno de los sillones y todos estaban alrededor de mí y de Heather, quien estaba a mi lado y se había despertado conmigo. Noté la preocupación en la cara de Maia, el gran signo de interrogación en la de Victoria, y la confusión en los demás. Aarón estaba tomando mi mano, pálido y asustado como si hubiese presenciado algún tipo de muerte.
Esbocé una sonrisa para tranquilizarlo, y luego dije:
—Eh, que sigo viva, Arroz.
Su expresión se relajó pero no me devolvió la sonrisa, más bien frunció el ceño.
—¿Arroz? ¿Es en serio?—se burló.
—Sí, zorra—contestó Heather.
Me giré hacia la pelirroja al tiempo en el que perdía la sonrisa.
Ella bajó la mirada como si pidiese disculpas, y tuve que dejar de mirarla. Aarón pasó de eso y se sentó en el sofá frente a mí. Los demás—Victoria, Zayn, Daniel y Maia—permanecieron de pie. La primera se encogió de hombros y le dedicó una mirada a la pelirroja que me pareció del tipo "puedes besarme las nalgas cuando quieras, idiota". Mi amiga la notó y, al hacerlo, intentó incorporarse como si quisiese enfrentarla. Se tambaleó un poco al hacerlo, y tuvo que volver a sentarse.
Sin embargo, no se detuvo.
—Lo de hoy va a ser confuso—refunfuñó, masajeándose la sien como si quisiese calmarse cuando nadie la había atacado... en voz alta—. Y difícil, en mi opinión.
Victoria esbozó una sonrisa, todavía mirándole de esa forma que me resultó extraña.
—Ah, sí. Y sabes que valoramos mucho tu opinión—le dijo—. Es más, cada noche antes de acostar mi cabecita sobre la almohada y cerrar mis ojitos me pregunto: ¿qué pensaría la pelirroja en mí lugar? ¿Cómo podría una cualquiera como yo ser una total cabrona experta todo el tiempo sin hartarme? Mierdas, ¿qué haría Heather si fuese yo, si estuviese acostada en esta cama sabiendo todo lo que sé?
Maia volteó un poco, lo cual le bastó a Victoria para bajar la mirada en su dirección. Eso la detuvo, ninguna dijo nada. Ni siquiera Heather, quien de repente había comenzado a reír de una forma extraña, en voz baja como si fuese un chiste propio. Esta vez se levantó y no se tambaleó, aunque vi que luchó bastante por ello. Ya de pie, le devolvió a Victoria la mirada: "¿por qué no me besas tú las nalgas, maldita cabrona?".
A pesar de todo pronóstico, no contestó nada. Sé que no fue porque no sabía qué decir, porque Heather siempre sabe contraatacar. Más bien creo que fue para demostrarnos, a todos, que no era lo que Victoria decía, que podía comportarse incluso cuando la atacaban. Me sentí mal por ella cuando pasó de todos nosotros y se fue para encerrarse en su habitación porque sabía que, en el fondo, ella no era una cabrona, ni de cerca. Sólo intentaba hacer las cosas bien, y que no supiese cómo hacerlo no la había detenido nunca, tampoco la convertía en una mala persona. Como todos, incluso como yo, está intentando entender qué es lo que ahora mismo nos está amenazando. Y lo único que hicimos fue tratarla como a una escoria.
Observé a Maia y noté ese cambio. Constantemente era ella la que se iba, no Heather. Sé que ella lo notó, que ambas lo hicieron, pero ni la pelirroja volvió ni la rubia fue a buscarla.
—¿Qué es lo que vieron, Esther?—me preguntó Victoria.
La observé. Ella también estaba intentando salvarnos, era todo lo que quería hacer. Nadie tenía ninguna intención de hacer daño, ¿por qué creíamos que sí? A menudo metemos la pata, todos lo hacemos, pero eso no nos convierte en peores personas.
—¿Cómo sabes que vi lo mismo que ella?—cuestioné, más por ganar un poco de tiempo que otra cosa.
Lo que había visto, al recordarlo, se volvía borroso. Todo era blanco, como la casa, pero había personas. Y carteles. Y todo se estaba quemando.
Imágenes como flashes cruzaron mi mente.
Victoria seguía observándome, pero su mirada no decía nada, ni siquiera me hacía sentir menos. Sólo me cohibía porque tenía esos ojos electrizantes que sé que pueden volver loco a cualquier hombre, pero en las mujeres el efecto era otro, era muy diferente. Le daba a Victoria un aspecto imponente, como si ella fuese la jefa y tú nada más que la sirvienta.
—Porque lo que Heather puede ver es cómo van a ocurrir las cosas a medianoche y—explicó—, visto lo visto, sí que viste lo mismo que ella.
Todos tenían sus ojos fijos en mí, pero no me sentí extraña. Sólo me costaba aclarar las imágenes.
—Un hospital—dije al cabo de unos segundos.
—¿Qué?—exclamó Daniel.
Todos volteamos para verlo, él tenía ambos ojos abiertos de par en par como si acabase de decir la verdad de la vida. Perdió esa expresión al cabo de unos segundos y también se dejó caer en uno de los sofás, en silencio.
Editado: 07.02.2019