Jared-
Observó el reloj con detenimiento. Han pasado 1 hora desde que salí de la habitación, es la primera vez en la noche que soy consciente del tiempo.
Hace aproximadamente 30 minutos que deje de escuchar los sollozos de Katherine, quizás se quedó dormida, debe de estar agotada por tanto llorar. Tiene unos muy buenos lagrimales.
Su cabeza debe dolerle, lo más probable es que no haya querido salir porque sabe que estaré aquí, sentado en el suelo recostado de la puerta, en la misma posición.
Me levanto y camino hacia su cocina. Carajo mis piernas están rígidas por mantener la misma posición tanto tiempo.
Busco entre sus cajones hasta que consigo la caja de pastillas para el dolor de cabeza, tomo un vaso y lo lleno del agua que guarda en el refrigerador. La coloco al lado de la caja.
Observó la puerta de su habitación. Lleva tanto tiempo en silencio, cualquiera pensaría que no hay nadie ahí. Tengo que irme para que ella pueda salir tranquilamente.
Camino hacia la puerta, tomo la manija y le dedicó una última mirada a la puerta.
—Lo siento Kat, Lo último que quería era hacerte sufrir de tal manera.
El silencio es mi única respuesta, nada me certifica que me haya escuchado. Sin demorar más tiempo salgo del apartamento.
Bajo las escaleras de manera apresurada. Salgo del edificio y el frío de la madrugada me envuelve, busco las llaves de mi auto en mis bolsillos.
El auto esta estacionado justo al frente de su edificio, y sin pensarlo entró en él.
Cierro la puerta de un golpe y lo enciendo. Tengo que irme de aquí. De solo pensar que pudo haber salido me hace querer correr hacia su apartamento, ver cómo está pero en este momento soy la última persona a quién quiere encontrarse.
Manejo por la cuidad y me detengo frente a un bar.
Las personas de adentro están muy entusiasmados y animadas, eso me tranquiliza un poco.
Busco mi teléfono entre mis cosas, lo enciendo y comienzo a revisarlo.
No tengo ningún mensaje de Richard o Lindsay, eso es extraño, ambos son muy propensos a preocuparse por cualquier cosa.
Busco el número de Richard y lo llamo. Contesta al segundo timbrazo.
—¿Estás bien?.
—Si Richard, estoy bien —digo con una sonrisa —Solo quería escuchar una voz familiar aunque sea un rato.
—No han salido bien las cosas —suelta un suspiro.
—Me conoces demasiado bien —digo resignado.
—Hemos sido amigos desde kinder, claro que te conozco bien —suelto una risa —Además, cuando no sabías como resolver un problema buscabas mi opinión. Aún sigues haciendo eso —ahora quién ríe es él. Su voz me tranquiliza aún más —Entonces, cuéntame qué pasó.
—Las cosas no han sido muy bien con Katherine. Al principio sí, todo eran risas y diversión, incluso la besé —sonrió recordando ese momento —¡Dios! No me había sentido tan bien como en ese momento. Y luego todo cayó en picada —tocó mi cabello con frustración —No se en que momento todo cambio y terminé en mi auto frente a un bar y ella llorando en su apartamento. Soy un completo idiota —digo tocando el puente de mi nariz.
—En tu defensa, siempre has sido un idiota y ella lo sabe mejor que nadie —suelto un bufido —En realidad ¿Qué esperabas? ¿Pensabas que ella iba a recibirte con los brazos abiertos y estaría bien con la idea de que te fueras mañana a casarte con alguien más? —reprocha —Amigo, mucho con que te recibió de buena manera y no con una cachetada. Te recuerdo que la dejaste sin ninguna explicación —hace una pausa, haciéndome sentir peor —No te lo había dicho pero ella fue a mí casa el día que te fuiste, entró con el maquillaje corrido y desesperada. Entró apenas abrí la puerta sin esperar a que se lo pidiera, subió a mí habitación pensando en que te encontraría ahí. Cuando vio que estaba vacía, se desplomó. Era la imagen viviente de un corazón roto.
—Detente —susurro —Por favor, detente.
—No me voy a detener. Tienes que escuchar toda la maldita historia, para ver si así abres los ojos, y dejas de preguntarte porque todo salió jodidamente mal, tú no la viste en ese momento, quizás así se encuentra ahora pero como siempre no tienes las pelotas para quedarte y afrontar que le destrozaste el corazón y dejar de repetir que lo sientes.
—Detente... —imploro.
—¿Y sabes que fue lo que me dijo cuando se calmó? —me ignora —Que estaba segura que yo sabía dónde estabas, y qué no iba a obligarme a decírselo pero que te cuidará porque en ese momento tú también estarías triste y ella no podia resistir siquiera imaginarte sufriendo. ¡Sin importar que le rompiste el corazón ella seguía velando por el tuyo! Pero has estado tan ocupado tratando de ignorar la verdad aunque la tienes al frente. Maldición Jared, no tienes que disculparte por haberte ido, tienes que pedir disculpas por romperle el corazón y por seguir haciéndolo.