Nai mandó dos fotos
Jeff salió del grupo
Zacnite salió del grupo
Cuando Nai se fue, la incertidumbre comenzó a hacerse presente. Nadie ahí, estaba dispuesto a traicionarse entre sí, no obstante, sabían que tarde o temprano debían hacer algo.
¿Traicionar sus creencias? ¿O dejarse morir?
Resultaba difícil, pero aún así, iban a hacer todo lo que estuviera a su alcance para seguir manteniéndose con vida. Darle el lujo a Nai, significaba entregarse a la muerte misma.
Nicolás y Stanley miraban a sus amigas con distintas emociones, por más que quisieran, necesitaban pensar con suma claridad. Ellos estaban al tanto de lo que debían hacer, y sentían que este juego solo era una burla. En lo más profundo de sus corazones, ambos chicos querían salvar a sus amigos, por eso, no se desesperaron como las chicas.
—¡No quiero morir! —exclamó Jen, con lágrimas en los ojos, intentando desesperadamente meter la primera llave.
—No desesperen —espeta Nicolás—. Si lo hacen, va a ser más difícil sacarnos esto.
—¿¡Cómo quieres que no lo hagamos!? —gritó Mili—. ¡Tengo un maldito taladro apuntando a mi frente!
Nicolás cayó ante eso. Era cierto, y las entendía, pero si seguían así, no durarían por mucho tiempo.
No obstante, tampoco sabía que más decir para ayudarlas, sabiendo que él también, necesitaba sobrevivir.
¿Qué debía hacer? ¿Preocuparse? ¿Fingir? ¿Salvarse?
Suponiendo que esto era un juego, y Nai la reina, salvarse era la única opción. Ya no podían seguir pensando en los demás, y ellos sufrir en el intento.
—¿Tenemos que hacerlo? ¿Tenemos que dejar que ella nos haga esto? —interrumpió Mel, sacando a todos de sus pensamientos—. ¿Por qué lo hace?
—Por diversión —responde Nicolás—, ella hace todo esto por mera diversión. Le divierte ver cómo el miedo nos invade, le divierte ver que no tenemos opción alguna, pero sobre todo, le divierte saber que nosotros no podemos hacer nada contra ella. Porque sabe que de una u otra forma, hagamos lo que hagamos, ella nos matara sin importar qué.
—No es justo, nada de esto es justo —susurra Jen.
Eso deberían saberlo, porque ustedes tampoco fueron justos con ella.
En otra parte
Iván y Tiziano sabían lo que debían hacer en ese momento. Esos maniquíes serían la salvación que necesitaban, y para eso, debían sacrificar a la única mujer que estaba con ellos. Era la mejor opción, ambos sabían que ella solo sería un maldito estorbo en este momento, aunque también en todo el transcurso del juego.
La débil de grupo, eso siempre había sido Monserrat. Por eso, cuando se trataba de juntarse, nadie la solía tomar en serio.
Nai había observado eso siempre, y la misma rabia la seguía recorriendo; no obstante, por más que había querido ayudarla en su pasado, cuando estaba viva, Monserrat siempre la rechazó. Ahora, que seguía viendo todo eso, le daba completamente igual lo que hicieran con ella.
Después de todo, mataría tres pájaros de un solo tiro, solo tenía que esperar.
—¿Chicos? —llamó Monserrat a sus amigos quienes estaban susurrando entre sí.
—¿Qué sucede? —preguntó Iván.
—Quería saber si estaban bien —respondió con asquerosa timidez.
—No te preocupes —mencionó Tiziano con rapidez—, estamos bien. Es mejor que nos preocupemos por salir de aquí.
—Sí, tienes razón.
Un particular silencio incómodo se había formado entre los tres chicos y eso Nai le frustró.
—Recuerden pequeños conejillos, el tiempo es oro y ustedes no tienen mucho —mencionó con diversión—. Esto es vivir o morir, ¿Qué decidirán hacer?
Los adolescentes se acercaron a los maniquíes. Sabían que tres de ellos eran la salvación, mientras que los otros eran la sentencia de muerte.
Solo tenían que pensar con seriedad.
Monserrat miró a los maniquíes uno por uno.
Tiziano e Iván solo miraron tres maniquíes.
Seis maniquíes. Tres con armas de fuego y tres con las cosas necesarias para romper esas malditas cadenas.
Monserrat el sacrificio. Ahora la cuestión era la siguiente:
¿Cómo lograrían convencer a Monserrat? Sería algo bastante...
—Me acercaré al primer maniquí —dijo Monserrat caminando en dirección al maniquí.
Pequeña Monserrat, no debiste darles la espalda a ellos.
Tiziano e Iván esperaron pacientemente que Monserrat se acercara lo suficiente al maniquí, habían planeado esto muy bien, y no querían que se saliera de control. Ésta era una oportunidad de oro, no iban a desperdiciarla.
Monserrat se acercaba de manera ingenua, sin saber lo que le esperaría una vez llegara al maniquí.
En la lejanía, Nai veía las intenciones de esos chicos expectante, esperando paciente el primer movimiento de cualquiera.
Iván se acercó lentamente a Monserrat. La mencionada estaba frente a frente al maniquí ignorante a lo que sucedía a su alrededor.
De repente, la temperatura en esa habitación había disminuido. El frío en el lugar se hacía cada vez más gélido mientras que Nai formaba una gran sonrisa.
Tiziano, por otra parte, observaba por todos lados en busca de algún objeto punzante que lo ayudaría a dar el siguiente paso en el plan. Necesitaba encontrarlo rápido, sino lo hacía todo se iba a ir a la borda.
Sonrió cuando logró encontrarlo, por lo que, ahora, debían actuar con rapidez.
Tiziano le hizo una señal a Iván dándole a entender que ya encontró lo que tanto buscaban.
Iván sonrió con maldad tomando a Monserrat por el cuello en un rápido movimiento. En las sombras Nai miraba maravillada como esos dos lograban engañar a la pequeña presa.
Monserrat había llevado sus manos al brazo que poco a poco comenzaba a apretar su cuello levemente. Ella tenía miedo, miedo por saber que serían capaces de hacer todos con tal de sobrevivir.