Gabriel y Riley corren en donde los soldados se juntan para descansar, cuando están seguros de que no hay nadie cerca mirándolos, lanzan dos bombas de humos, las cuales sirven para que se queden dormido al solo inhalar un poco de aquel contenido, traban la puerta por fuera y se encaminan a noquear a los humanos que aún quedan por ahí dando vueltas, con Aine hacemos lo mismo.
—Creo que este es el último... — susurra agitada mi compañera, ella es mucho más vieja que yo y todo esto le está costando bastante, es normal, sobre todo cuando te rehúsas a beber mucha sangre durante la semana.
—Por más que sean humanos y todo eso... — Gabriel aparece con un arma en su mano y la rompe en dos — me resulta un poco extraño de que no hayan puesto mayor resistencia — se quita una bala que le ha llegado en su brazo derecho — ¿estás seguro que esto no es una trampa para nosotros?
Me limito a decir cualquier cosa. Hemos enviado las balas a un laboratorio de vampiros, nos han dado un líquido verde agua que sirve para que el daño sea mínimo, de hecho se puede decir que somos inmunes a sus balas, aunque de todas formas nos han advertido no recibir tantas. Miguel aparece, luce agitado y su ropa esta algo rota. No le pregunto nada, nadie lo hace.
—Debemos hacer esto rápido — se pasa una de sus manos por el rostro, lo más probable es que este pobre hombre lo esté pasando igual de mal que los hombres lobos que se encuentran prisioneros en este lugar — no podemos perder tiempo. He despejado la entrada hasta donde se encuentra Shayla, pero en donde tienen a la otra loba es más complicado llegar.
Miro a mi amigo, Gabriel tiene los puños apretados, esta tan enojado, pero aun así sé que no dirá nada. Algunas veces odio que las personas me tengan tanto respeto, pues nadie me enfrenta y me dice a gritos lo que piensa. Eso es lo que más necesito en mi vida. Me acerco a él y dejo mi mano en mi hombro.
—Lo intentaremos también... — miro la ventana en donde está encerrada mi loba — no podemos hacerle esto después de todo lo que nos ayudó ¿verdad?
Sin más, nos vamos corriendo un poco más despacio, después de todo un humano nos acompaña. Miguel nos hace entrar por una puerta que se encuentra oculta por arbustos, subimos una escalera y llegamos a un amplio pasillo bien alfombrado. Las paredes son sucias y gastadas. La baranda de la escalera es de plata. Hay dos escaleras más, una que sube a un piso más arriba y otro que baja. Nosotros subimos. Hay guardias en el suelo, algunos de ellos se están quejando mientras que otros no hacen ruido siquiera. Gabriel les propina un golpe a todos esos moribundos. Llegamos al fin a una puerta, el olor a la loba es fuerte y sus gritos de dolor los son aún más. Mi corazón late deprisa, mis manos comienzan a sudar y mis piernas tiemblan ¿Qué es lo que me está pasando? ¿Desde cuándo me muestro tan cobarde delante de alguien más? Respiro hondo, estiro mi mano y giro el plomo de la puerta. Unos ojos rojos me reciben. Su rostro denuesta deseo de sangre, mientras que de su boca sale un líquido rojo. Se ha lastimado ella misma. Tiene las manos atadas con grandes cadenas, al igual que sus piernas. Me duele verla de este modo. Doy dos pasos en su dirección, pero Miguel me detiene antes de que me pueda acercar un poco más.
—Señor Bell, es peligroso estar demasiado cerca de ella en el estado en el que se encuentra. Le recomiendo mantener distancia — el saca un arma pequeña de su espalda, apunta a en dirección a mi loba y su mirada se encuentra con la mía.
— ¿Qué es lo que haces? — es Gabriel el que hace la misma pregunta que pasa por mi mente una y otra vez.
—Hay que hacerla dormir — sin más, lanza la bala, esta le llega directamente en la cabeza, una ira me recorre por todo el cuerpo y me giro en donde él se encuentra — ¡tranquilo! — Pone ambas de sus manos delante de su cuerpo impidiendo que me acerque más — eso no le ha hecho ningún daño. Sigue viva. La inyección que les dije que serviría para hacerla dormir, solo funciona si es puesta en la cabeza, es por eso que le he dado un tiro. No nos hubiera dejado acercarnos a ella.
Saca una llave de su bolsillo y se acerca a las muñecas de Shayla. Tras quitarle todas las cadenas, la tomo en mis brazos para que no se caiga. No tiene ninguna herida en la cabeza, ni siquiera le ha salido un poco de sangre. Mi cuerpo se relaja de una forma increíble al sentirla cerca de mí. No quiero soltarla y no lo hare, ahora está conmigo. Juro no dejar que nadie le vuelva a hacer daño alguno mientras yo pueda evitarlo a toda costa.
—Tenemos que irnos — Miguel me empuja un poco a la salida, luce inquieto — no quiero que nadie nos pille aquí, mucho menos ese anciano maldito... él es capaz de matar a mi familia si descubre que yo los estoy ayudando.
—Tu familia está segura y muy lejos de aquí.
No parece conforme con mi respuesta, asique mejor hago lo que dice y salgo de la habitación. El pasillo esta vacío, ni siquiera los guardias que se encontraban en el suelo están ahora ¿Qué es lo que está ocurriendo?
—Ya saben que están aquí — el pulso de Miguel se acelera — ellos nos mataran.