Amira se ha marchado a su casa no hace mucho rato, pero antes de irse me regaño como una madre unos cuantos minutos. Me lo merecía después de todo. Lo que mas remarco en su sermón, fue que no puedo dejar que cualquiera me ande clavando los dientes en el cuello.
—¿Necesitas algo querida? — Aine aparece por la puerta de mi habitación, tiene una sonrisa cálida en sus labios, típico de ella.
—No, tranquila, estoy bien.
Ella se me queda viendo unos segundos, analizando si lo que le he dicho es cierto y no se marcha hasta descubrir que sí. Típico de Aine. Nosotros los lobos somos personas que tienen que estar en constante movimiento o trabajando la mente, el hecho de quedarnos todo el día acostados no nos ayuda de mucho y lo único que causa en nuestro sistema es que nuestro lobo interno se desespere por moverse. Los minutos comienzan a pasar, hasta que se transforman en horas. Ya me he memorizado mi habitación, de hecho, si me pidieran que se las describiera sin verla, sé que podría hacerlo sin dificultad alguna. Mi cuerpo ya no me duele tanto como hace un rato atrás, pero no quiero arriesgarme a hacer movimientos torpes. Mi teléfono vibra y torpemente lo tomo en mis manos, es un mensaje de Gabriel.
¡Lobitaaaaa! Grandes noticias, toma asiento y este tranquila. Dante ha dicho que si no te has sanado de aquí ha que lleguemos a casa, te cuidara él personalmente ¿no es grandioso?
Para ser un vampiro de barios años de edad, parece un adolescente de diecisiete.
Gabriel, muérete.
¡Pero que ternura de niñita! Nos vemos mañana por la tarde, te portas bien.
Dejo mi móvil en el velador que se encuentra al lado de mi cama y lo conecto al cargador. La luna ha remplazado al sol, asique me levanto de la cama y me pongo mi pijama. Muy herida estaré, pero eso no significa que me quedare a dormir con esta ropa, no gracias, que incómodo.
*
—¿Shayla? — Aine me llama desde el otro lado de la puerta de mi habitación, me remuevo incomoda en la cama y ella entra — ¿Cómo te sientes? ¿estás en condiciones de asistir al colegio?
—Buenos días — me siento en la cama y me estiro, de reojo puedo ver como las cobijas se encuentran en el suelo, anoche me dolió mucho el cuerpo y se me fue inevitable no moverme, ella abre las cortinas de la habitación, el día esta hermoso — sí, me siento muy bien. Ya ni siento las heridas.
—Perfecto — se da la vuelta y me sonríe — te espero abajo con el desayuno entonces.
Cuando ella sale de la habitación, me pongo de pies y entro a mi baño a la misma vez que por el camino me quito la camiseta para comenzar a quitarme la venda que tengo en mi abdomen. La herida ya ni se ve. Me meto debajo del agua tibia, mi cuerpo se relaja bastante cuando las gotas lo recorren completo. Cinco segundos después, los días de semana me veo obligada a bañarme más rápido de lo acostumbrado, me envuelvo en toallas y salgo del baño, del armario saco mi uniforme y lo dejo encima de la cama. El uniforme es horrible, no me gusta, pero lo que mas odio es el color. La falda, las polainas y el poleron son del mismo color, un verde horrible, de calzado solo me pongo unas zapatillas blancas, del mismo color es la polera. Lista, bajo las escaleras y me dejo caer en una de las sillas del comedor, delante de mí ya esta servido un desayuno exquisito.
—¿Amira vendrá por ti? — Aine hace aparición por la puerta.
—Es lo más probable — bebo un poco de jugo de piña y me como una tostada — siempre lo hace.
Ella sonríe, complacida por verme de mejor humor y se va a hacer sus deberes. Cuando ya me he comido todo, me levanto de la silla como un resorte y antes de irme a mi habitación, les grito desde la escalera que el desayuno ha estado exquisito. Ya en mi cuarto me lavo los dientes, me peino el cabello, luego me echo un poco de colonia, tomo mi móvil y mi mochila, corro de vuelta a la habitación de Dante, dudo unos segundos antes de entrar, cuando lo hago corro a abrir las ventanas, cambiar todas las colchas y prender una vela aromática, no quiero que mi olor este aquí, como ya he dicho antes, él detesta mi olor. Mi teléfono suena, un mensaje de Amira.
Ya estoy llegando, espérame fuera.
—¡Chao! — corro por las escaleras y en la puerta me detengo para volver a gritar — ¡nos vemos en la tarde, tengan un lindo día!
—Suerte — responden las dos mujeres.
No se porque les grito siempre, pero supongo que es la costumbre, aunque no debería tenerla, después de todo me han criado unos vampiros, los cuales escuchan absolutamente todo. Soy extraña, lo sé. Algunos me quieren, otros no, no hay nada que hacerle. Me subo a la camioneta de mi mejor amiga, la saludo con un movimiento desesperado de mano. Estoy ansiosa. Los primeros días de clase siempre me ponen de este modo, me encantan. Aparte también hay que sumarle de que ayer fue un día bastante aburrido para mí.
—Vaya… — murmura la linda chica a mi lado mientras pone en marcha el vehículo — estas más animada que de costumbre ¿eso es bueno?
—Ya sabes que me encantan los primeros días de clase — sonrió mientras me pongo el cinturón de seguridad — después de que pasa la primera semana, me deprimo por tener que levantarme temprano y hacer deberes.