#1 Criada por el vampiro.

Capítulo 14

Un mes después.

Me lanzo de espalda a mi cama e intento relajarme. Me encuentro realmente exhausta. Mis parpados pesan y no me molesto en mantenerlos abiertos. Una relajante paz me rodea todo mi cuerpo, logrando de ese modo que me sienta más relajada y menos adolorida.

—¿¡Acaso todos se han puesto en mi contra en esta maldita mansión!? — un chillido resuena por los pasillos — ¿¡Por qué nadie hace lo que digo!?

Respiro hondamente y tomo mi almohada para cubrirme el rostro cuando el sonido de sus tacones se acerca a mi puerta. Un mes ha pasado desde que esta rubia se encuentra en casa fingiendo ser dueña de todo. Ya no soporto sus gritos. La mansión paso de ser excesivamente silenciosa a ser un circo. Ya han sido varias las ocasiones en la que ella me ha venido a sermonear por la poca utilidad que presto aquí. Ella me estresa. No la aguanto. Gabriel se la pasa fuera, él tampoco tolera a la prometida de su mejor amigo. La puerta se abre con violencia, igual que varias veces atrás. Siento su mirada clavada en mí, pero no me muevo siquiera.

—¿Nadie te ha enseñado a tocar la puerta antes de entrar? — susurro luego de unos segundos en los que ninguna de las dos menciono nada. Mi día en si ya ha sido agotador y tener que lidiar con ella no me agrada para nada.

—¿Es que acaso piensas pasar toda la tarde tendida en esa cama? — ignora mi pregunta y eleva la voz ante la poca autoridad que ejerce en mí.

—¿Hay algún problema con ello?

Ella hace sonar uno de sus tacones, golpeando varias veces el suelo con él. No sé si quiere que la mire al hacer eso, pero la verdad es que esta rubia loca me tiene sin cuidado. Me la puedo imaginar viéndome de brazos cruzados, como lo hace siempre que me tiene que dirigir alguna palabra.

—Eres una inútil Shayla… ¿acaso crees que cuando ya sea la esposa de Dante, te mantendré en esta casa? — Ríe — tendrás que ganarte un puesto, tal como lo hacen las empleadas.

—No te preocupes por eso, después de todo, cuando eso ocurra yo me marchare de aquí.

—¿Enserio? — Pega un chillido emocionado — entonces le diré que nos cacemos lo más pronto posible.

Tras oir eso, una sonrisa burlista aparece en mis labios, una que es digna de que ella la vea, por eso mismo me quito el cojín del rostro, me siento en la cama en forma de indio y me la quedo viendo. Tal como pensé, ella se encuentra molesta. Sus labios los tiene apretados en una fina línea, sus cejas se han juntados causando que unas cuantas arrugas se formen en su frente, sus brazos los tiene cruzados en su pecho y se le nota la tensión que siente.

—¿Enserio sigues creyendo que él se va a casar con alguien como tú? — Sin poder contenerme, dejo que una risilla burlista salga de mis labios — ¡vamos Mailen! Él ni siquiera se gira para verte. Yo dudo mucho que ese matrimonio suceda muy pronto.

He dado justo en el clavo. Sus cejas se juntan más, sus labios adquieren un color blanquecino de la presión que ejerce en ellos y deja que ambos de sus brazos caigan a cada lado de su cuerpo. No borro la sonrisa de mis labios. Me gusta verla así, enojada porque sabe que lo que digo es cierto.

—¡No me hables de esa manera maldita mocosa! — me señala con su dedo, ella es una persona que con poca pólvora hace una gran explosión, me encanta cuando soy yo la que la provoca. — ¡Para la próxima vez que te atrevas a decirle algo de ese modo…!

—¿Qué se supone que es lo que va a pasar? — de forma sincronizada, giramos nuestras cabezas hasta la puerta de la habitación, en donde se encuentra un Dante serio, da unos cuantos pasos hacia nuestra dirección y se nos queda viendo aburrido — ¿no recuerdas nuestra conversación hace unos días? — Mira a la rubia — no quiero que amenaces a nadie en la mansión. Lo sabes.

La rubia, molesta por la poca ayuda que le ejerce su prometido, se da la vuelta y se va dejándonos a solas. Sonrió de medio lado, satisfecha por lo que ha pasado y me dejo caer en la cama, cubriéndome una vez más el rostro con mi almohada.

—¿Cómo te ha ido en tu entrenamiento?

Una risa amarga sale de mis labios y cierro mis ojos molesta. La sonrisa que ahora está en mis labios no es de burla, si no que de enojo. Al percatarse de que no va a recibir respuesta de mi parte, deja que un suspiro se escape de sus labios y decide irse cerrando lentamente la puerta detrás de sí. Después de lo que sucedió hace un mes atrás, en esta misma habitación, no hemos vuelto a hablar como antes. Si en el pasado nuestra relación ya era asquerosa en el sentido de la conversación, ahora ha pasado a ser una verdadera mierda.

Los gritos de la rubia no paran, quejándose de una que otra cosa, por mi parte solo me quedo imaginando una vida mejor que esta. Una en donde ella no está. El timbre de la mansión resuena por todas partes y eso es suficiente para que haya silencio una vez más. Me quito la almohada de mi rostro y me quedo quieta en mi puesto. Ese olor… yo lo recuerdo.

—¿Adrien? — el tono que ha utilizado Gabriel es de sorpresa, lo que deja en claro que no sabía que el hombre vendría hoy a la casa.




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