1. Delirio| Perder la Cordura

➴| Compasión

C O M P A S I Ó N

Adler 

 

—No lo hagas por favor; toma todo lo que quieras y vete, ¡deja a mi familia en paz! —sus ojos se humedecieron a tal punto en el que brotaron algunas lágrimas de dolor e impaciencia. Ruedo los ojos sin bajar el arma.

—Si, si, si, como digas amigo, ¿qué más deseas? ¿una entrada al cine? —en un ademán logro agarrar una silla y apoyar mi fofo cuerpo en este—. Odio las personas hipócritas.

—¿D-de qué hablas? ¿Hipócrita? ¡Amigo, no escondo nada! —una gota gorda de sudor rueda por su rostro, sus manos trémulas y los sollozos femeninos que se podía apreciar a tan solo unos metros de distancia eran claras señales de que en esta casa nada andaba bien.

—No hablo de eso. Hablo de serlo con tu familia. Eso de "deja a mi familia en paz" no era lo que querías hace unas semanas. Recuerdo claramente como les deseaste la muerte aquel día... ¿dónde fue? ¡Así! Mientras tenías sexo con tu sirvienta y ella te pedía dinero para irse "de aniversario" —chasqueo la lengua—. Tranquilo, no le diré a nadie —mi vista recorre todo el lugar llegando a toparse con esos féminos rostros que se suponía... eran "su familia"—. ¡Ups! ¡Ya lo dije en voz alta!

Acomodo mi cabello tras mi oreja permitiéndome una mejor visibilidad.

—Debes preguntarte por qué lo hago. Tranquilo, no es venganza, resentimiento, ni nada similar. Pero al ver el otro día como la insultabas y le diste una cachetada a tu mujer en esa plaza frente a todos supe que no eras un buen hombre; todo empeoró al verte con la pelirroja esa. Me recuerdas a papá. Él era malo, muy malo. Pero bueno, no tiene caso recordar, al fin y al cabo, en esta vida todo se devuelve. Es un placer terminar con una mierda de vida más. —Seguido de esto se escuchó el estrepitoso sonido de una bala siendo extraída de un arma de fuego.

Seguramente para los vecinos sería como un globo siendo reventado a estas altas horas de la noche.

Me giro sobre los talones todavía sosteniendo mi triunfal sonrisa. Me acerco a los cuerpos de la niña y la señora; ambas derramaban lágrimas como cuando una mujer ve una película de romance en la que la chica termina con el chico y bla bla bla.

—Uy, lo siento chicas. Sabía que me olvida algo, tenía que cubrir sus ojos para que no vieran semejante desastre. ¿Ahora quién limpiara? Odio esta parte de mi trabajo... —la mujer torpemente intentaba despojarse del trapo el cual rodeaba toda su boca—. ¿Quieres hablar? Bien, te daré la oportunidad; solo no grites. Agradece que soy democrático.

De un momento a otro había retirado el pañuelo de su zona bucal.

—¡Maldito! ¡Monstruo! ¡Asesino! ¡Demonio! ¡Enfermo!

—De hecho lo soy, mi padre era el mismo demonio. —Carcajeo.

—¡Suéltanos! ¡Ahora! ¡Deja en paz a Julia!

—¿Qué? No... Entonces se arruinaría todo el show. Mira..., tienes un minuto exacto para que hables y maldigas todo lo que quieras, de ahí para adelante tendré que asesinarlas puesto que los policías no tardan en venir. Ya sabes..., esos vecinos que parecen cámaras de seguridad y al mismo tiempo búhos.

—Por favor, deja a mi hija libre. No le hagas daño, ella es muy pequeña para entender todo esto. —La mujer suplica. Observo a la niña quien parecía perdida y solo lloraba al ver a su padre tendido en el suelo.

—Oye... ¡hey, levanta esos ánimos! Al menos estará en un mejor lugar. Sabes que no puedo dejar a ningún testigo vivo porque entonces toda mi vida de asesinatos se iría a la borda. —Me preparo en una mejor posición; una vez más, apunto.

—Por favor... Ella es inocente. Es una pequeña... —Y la bala impactó su cráneo dejando un agujero como salida para la espesa sangre. Solo faltaba la niñata.

Sus ojos marrones me observaron por un segundo, no llevaba máscara —aunque nunca la llevo— por lo que pudo apreciar mi rostro con perfección.

—No me mires así niñata. Solo cierra los ojos y espera el impacto; tranquila, solo duele un poco.

Sin embargo, no pude.

Tardé un minuto en decidirme si asesinarla o no.

Por primera vez me compadecí de una persona.

Pero vamos..., era principiante. Era mi segundo asesinato y trataba de mantenerme en anonimato; no sabía que hacer o al menos tenía un plan en concreto.

Las sirenas escandalosas de las patrullas comenzaron a asomarse como tétrica melodía para mis oídos. Ahora mismo debería encontrarme a unas dos cuadras corriendo si rumbo solo dejándome llevar por mis piernas; pero ahí me encontraba, apretando mi mandíbula y el gatillo.

El objeto de mis manos cayó directo al suelo, solo se escurrieron por mis pálidos dedos. En ese momento improvisé: Abordé a la niña y la llevé conmigo hasta las salidas de la pequeña ciudad.

—¿Sabes por qué te dejé viva? Me recuerdas a mí; sin saber nada cuando mis padres se daban golpes, solo veía la sangre correr el suelo. Escalofriante para tu pequeña mentecita. —Toco dos veces la puerta de una casa. Deposité el cuerpo ya dormido de la niña y solo me fui.



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Editado: 26.03.2018

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