Semana 9. Martes.
Eran las 20:58 y David estaba dando vueltas en su solitaria habitación, ya que Nicole se fue al cuarto de Dewa para poder prepararse el vestido junto a su compañera. Por lo que David llevaba un buen rato solo y pensando en que palabras decirle a su pareja en cuanto la viera.
El baile era a las 21. Y se suponía que a esa hora deberían de estar los dos partiendo hacia la fiesta. Así que a falta de un minuto, David salió de su cuarto y se fue en busca de la habitación de Robin y Alessia, la número 213.
De lo poco que recorrió del pasillo, David se cruzó con dos parejas que iban en dirección al baile. Pero aquello le daba bastante igual en ese momento, ya que llegó a la habitación indicada con un manojo de nervios por todo el cuerpo. Así que antes de llamara a la puerta, respiró profundamente un par de veces para intentar relajarse un poco. Pero era tanto el nervio que sentía, que no pudo apenas tranquilizarse, así que alzó su mano y golpeó dos veces la puerta.
Pero a David no le dio tiempo a bajar su mano, cuando la puerta se abrió lentamente hasta abrirse por completo, pudiendo ver a Alessia en su mayor resplandor.
Llevaba puesto un vestido largo y de un color azul cielo que hacía resaltar los ojos oscuros de Alessia. Además de eso, el vestido era liso, no llevaba ningún tipo de estampado ni decoración extra y no tenía mangas pero sí un escote muy amplio a base de unos finos tirantes. Para finalizar, en la parte inferior llevaba una amplia falda que le llegaba hasta al suelo.
– ¿Qué te parece, eh? – Alessia dio un giro de 360 grados para ver el vestido al completo, descubriendo también que la espalda la llevaba abierta.
– Estas.... Estás preciosa – intentó reaccionar David.
– Uy... – Alessia se sonrojó –. Tú también estás muy guapo.
– No – negó David con la cabeza –. Ni punto de comparación, por favor – David se dio cuenta en ese instante de que el pelo de Alessia estaba limpio y a la perfección para aquella noche. Además de ver que se había maquillado los ojos, se había puesto coloretes en las mejillas y se había pintado los labios de rosa –. Pareces una princesa... – Soltó David sin querer en voz alta y no en su cabeza.
– ¡Pero qué dices! – Alessia se ruborizó y al instante cambio de tema para no sentirse muy incómoda –. ¿Bajamos al baile?
– Si, por supuesto – David le ofreció su brazo izquierda mientras que se daba cuenta de que Robin no estaba allí –. ¿Y Robin?
– Se ha ido a otra habitación para cambiarse – contestó ella mientras entrelazaba su brazo con el de David y a continuación bajaron.
Este año, el baile se celebraba en uno de los gimnasios que había en la planta baja. Pero según le explicó Alessia durante el camino hacía allí, solo iban a estar los alumnos de primero en ese baile. Ya que los de segundo y tercero lo celebraban en otro gimnasio aparte. Lo que significaba una cosa, que nadie se iba a meter con nadie.
En cuanto ambos atravesaron la puerta del gimnasio, ocurrieron dos cosas. Una, todo el mundo dirigió su mirada hacia ellos, siendo el punto de atención de todo el lugar. Y dos, un camarero les interrumpió de manera amable y educada.
– ¿Un ponche? – El camarero les ofreció una bandeja que estaba llena de copas.
– Sí, claro – respondió Alessia mientras cogía una copa y al instante le daba un sorbo.
David nunca había probado esa bebida, así que cogió una copa, le dio las gracias al camarero y a continuación se llevó a Alessia a uno de los lados de la pista de baile para que la gente les dejase de mirar.
Fue en ese instante, en el que David pudo echar un vistazo al gimnasio. Era amplio, bastante grande y las paredes estaban decoradas de espumillones y guirnaldas. A su derecha se encontraba un pequeño escenario en el que había una mesa de mezclas y diferentes instrumentos musicales. Justo en frente de él, se encontraba la rectangular pista de baile que estaba siendo iluminada por una enorme lámpara de araña que debía de pesar un par de toneladas. Y para acabar, detrás de él y por todo el alrededor de la pista de baile, había múltiples mesas en las que solo había bebidas.
Entonces, en ese momento, vio que Alessia daba otro sorbo a su bebida, así que David vio oportuno el probar el ponche. Descubriendo al instante, de que aquello estaba asqueroso.
– ¡Buah! – David puso cara de asqueado –. ¡Esto está malísimo! – Se giró rápidamente y se acercó a la mesa que estaba justo detrás de ellos para poder desprenderse de la copa.
– ¡Te tenías que haber visto! – Alessia se empezó a reír –. ¡Vaya cara que has puesto! – Continuó riéndose de manera descarada.
– ¿Cómo leches te puede gustar eso? – Preguntó David a su pareja mientras buscaba alguna bebida que le pudiese quitar aquel repugnante sabor. Viendo casi al instante, de que había unas cuantas cervezas en la esquina de mesa –. ¿Cervezas? – Se sorprendió David mientras iba a por una –. ¿No sé supone que no pueden servir esto? Hay menores aquí...
– Están protegidas mágicamente – le explicó Alessia –. Solo pueden cogerlas los que sean mayores de edad.
– Entiendo – David cogió la lata, la abrió y bebió un poco, sintiéndose a gusto al notar el sabor de la cerveza y no del asqueroso ponche –. Esto sí que es gloria – susurró David dando otro sorbo.
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Editado: 12.05.2021