No entiende por qué pasa esto, la noche anterior cuando estaba a punto de dormir tuvo tantas ideas de cosas por hacer, que si las hubiera hecho todas no tendría un espacio en todo el día para descansar. Pero no tuvo caso, aquí tenemos a Sara a las diez de la mañana juntando sus fuerzas para levantarse de la cama e ir a bañarse, olvidó la mitad de cosas que tenía planeadas para hoy y las que recuerda ya no le parecen tan buenas ideas como lo parecían doce horas antes.
Finalmente logra estar lista a las once y cuarto de la mañana, pero la pregunta es ¿Lista para qué?, desde que recibió su diploma del bachillerato hace ya unos dos meses no ha hecho más que pasar el día en su casa y eventualmente compartir salidas con amigos. Antes de graduarse decidió que se iba a tomar un año para descansar, pero ahora está más que segura de que exageró. No fue difícil darse cuenta de que no está aprovechando el tiempo libre que ha tenido, así que durante estas pocas semanas que han pasado decidió recortar su tiempo de descanso e ingresar a la universidad seis meses antes de lo esperado. A pesar de esto, no siente ningún arrepentimiento por el tiempo que ha pasado en su casa, a veces también es necesario parar un poco para reunir fuerzas con la vista puesta un nuevo comienzo que se aproxima.
Todavía falta mucho tiempo para que llegue la noche, asistirá con sus padres a una reunión familiar para celebrar el cumpleaños de su tía, y sabe que será una de esas ocasiones en las que va a encontrarse con mucha gente que no había visto hace años, y muchas más personas a las que no recuerda haber visto en la vida, pero que muy seguramente la van a saludar, le van a decir que ha crecido mucho y que la recuerdan desde que era un bebé. Y a la final, siendo esta una ocasión enfocada en sus padres y contemporáneos, no le va a quedar mucho más por hacer, aparte de quedarse sentada sonriendo, saludar y despedirse de las personas que ocasionalmente van entrando y saliendo, y quedarse en sus propios pensamientos mientras avanza la noche y todo se va terminando.
No hay mucho que relatar sobre las cosas que sucedieron en las horas previas a la dichosa reunión, cómo muchos de sus días últimamente, todo el tiempo se redujo a acompañar a su mamá en los quehaceres diarios, acostarse en su cama a leer un poco, revisar redes sociales o hablar con alguno de sus amigos cercanos.
Faltando quince minutos para las seis de la tarde fue al baño a retocar su maquillaje y se subió en el carro de su papá. La cita es un par de horas más tarde, pero ambos padres insistieron en salir temprano, sabiendo que el tráfico iba a estar muy pesado, como lo suele ser en Bogotá cuando se viaja de norte a sur durante el final de la tarde; Además, su mamá siempre se caracteriza por ser de las primeras personas que llegan a un lugar.
A las siete de la noche estaban llegando al modesto saloncito en el que todos se reunirían, y como Sara ya lo había presentido, llegaron excesivamente temprano, algo a lo que ya se había acostumbrado cuando se trataba de ir a un lugar con sus padres, cosa que la irritó durante algunos años, en especial durante los periodos en los que tenía que ir a estudiar.
La señora Mónica. Una mamá que durante toda su vida había estado pendiente de las cosas que Sara pudiera necesitar, hablando más en un plano afectivo que material. Fue su mamá quien la llevo al colegio todos los días hasta noveno grado, exceptuando las veces en las que tenía que asistir a algún otro sitio o no se sentía bien de salud, y siempre se encargó de que estuviera lista a tiempo para llegar antes de que se abriera la puerta de la institución.
Este gesto por parte de mamá pasó inadvertido para Sara durante los primeros años de su escolaridad, muchas de las mamás llevaban a sus niños al colegio y les daban un beso antes de entrar a clase. Pero siempre llegan esos conocidos años de adolescencia en los que casi todo nos hace sentir avergonzados. Poco a poco comenzó a ver como la mayoría de sus compañeros llegaban solos a estudiar, muchas de las personas que vivían cerca las unas de las otras llegaban juntas y la presencia de los acudientes iba menguando. Durante un poco más de la primera mitad de su bachillerato sintió que los momentos antes de que la puerta se abriera eran incómodos y sobretodo eternos. Permaneciendo junto a su madre con ansias de reunirse con sus amigos dentro del colegio.
Y en ocasiones también era molesto tener que ir acompañada siempre, porque cuando todos los demás se ponían de acuerdo para llegar tarde por algún motivo en especial o simplemente para no ir, ella siempre debía ser la excepción a la regla, ya que claramente, estar bien temprano hacía parte de una rutina obligatoria.
Sin embargo terminó acostumbrándose, la molestia fue cesando y al final, durante los últimos días en los que su mamá la acompañó hasta la puerta del colegio, incluso encontró alegría en los diez minutos de recorrido diario en los que charlaba con ella.
El tiempo fue pasando dentro del carro y los tres se mantuvieron hablando y pasando de un tema al otro sin darle mucha importancia a alguno. Y faltando diez minutos para las ocho de la noche alguien dio un par de golpecitos en la ventana del conductor; don Esteban, uno se los amigos de la familia ya se había estacionado y ahora se encontraba de pie con su esposa junto al carro de la familia. Las tres personas bajaron al piso del estacionamiento y todos juntos se dispusieron a entrar al salón.
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Editado: 02.07.2019