Viernes 2 de octubre de 2020
La voz me suena haberla oído antes. Levanto la vista del frankfurt que tengo entre las manos. Antes de que pueda contestar el chico ya se ha sentado y está mirándome detenidamente con una sonrisa.
- ¿Qué quieres ahora, tirarme kétchup? – digo volviendo la vista al hog dog.
- Ya me he disculpado. A veces estoy tan metido en mi trabajo que olvido donde estoy.
- Tranquilo son cosas que pasan – digo dándole el primer mordisco a la comida
- Quiero compensarte. – antes de poder contestar, continua – esta mañana he oído que necesitarías un guía para conocer la ciudad. Hoy hay un concierto esta noche, puedes venir, y mañana puedo a ser tu guía personal.
- Tengo planes.
- ¿Puedo saber cuáles? – dice acercándose poco a poco hacia mí con cara de intriga y una pequeña sonrisa entre los labios.
- Son privados – digo sonriendo estampándole lo que queda de Frankfurt en la boca y nariz.
Recojo el plato de cartón para tirarlo a la basura y decido ir a dar un paseo antes volver al trabajo. Camino por un parque tranquilo, sería un buen sitio para coger inspiración para un libro. La gente va y viene corriendo o caminando solos o acompañados, es un lugar perfecto para relajarse y alejarse de los problemas. La voz de Bruno vuelve a sonar, aunque esta vez lleva un pañuelo para limpiarse lo que le queda de salsa.
- Estaba muy bueno, gracias. La próxima vez me lo das en la mano que ya sé comer solito.
- Ya, pero es que no había forma de callarte.
- Créeme sí que hay otras formas… – dice con una sonrisa, ya me imagino que formas se refiere – tranquila, me refería a decírmelo a la cara – es inevitable no sonreír ante lo último que ha dicho.
Miro el reloj, faltan diez minutos, tenemos que volver a las oficinas, pero justo cuando me voy a ir, noto un tirón en el brazo que me impide caminar.
- Tranquila, llegaremos a tiempo, en cinco minutos llegamos seguro – me preocupa que, por culpa de su forma tan relajada de ser, lleguemos tarde y nos echen la bronca.
- El problema es que no sé cómo volver y necesito tiempo para ubicarme.
- Afortunadamente yo soy de aquí así que puedo guiarte hasta donde tu quieras. Por cierto, lo del guía, ¿cómo queda?, puedo ser tu guía por la ciudad, si es que tu novio no se pone celoso…
- No tengo… – digo a regañadientes.
- ¿El qué, novio o guía?
- Novio… bueno ambos
- Imposible. Una chica como tú debe tener a decenas de hombres a su disposición.
- Cortamos hace unas semanas, y desde entonces no quiero tener nada con nadie, sólo quiero centrarme únicamente en mi trabajo…
Me mira de arriba a abajo de reojo, y al ver que muestro cierta tristeza, enseguida me anima presentándose desde el principio, con un “Bueno, pues me voy a presentar desde el principio: Soy Bruno Harrison y trabajo en un despacho frente al tuyo, no sé si me habrás visto por ahí. Quizás me recuerdas por el café que te he tirado esta mañana sin querer. Prometo devolvértelo…” extiende la mano y, más por acto reflejo que por otra cosa, se le doy con una sonrisa en la cara.
Seguimos hablando mientras regresamos a la oficina y nos tenemos que separar para ir cada uno a su despacho. Lucía aún no ha llegado, sin embargo, Marta y Lisa, sus compañeras, están sentadas y con papeles sobre la mesa, no sé dónde estará…
Sigo enfadada con él, aunque poco a poco ese mal humos se va desvaneciendo. Llevamos trabajando un par de horas hasta que vuelvo a oír unos golpes en el cristal, el chico sostiene un cartel, aunque ahora con una pregunta:
“Sandra, si quieres te puedo ayudar con eso, trabajo como inversor de la empresa, ¿y tú?”
Este niño es imposible, ¡desisto! Cojo la misma hoja de antes y escribo mi respuesta por detrás:
“Trabajo en la corrección de la revista, reviso que todo esté en orden antes de publicarlas.”
El chico se acerca al cristal y apoya la mano contra esté, y con la otra me da una señal para que haga lo mismo, así que le sigo un poco el juego y apoyo la mano sobre la silueta de la suya, únicamente no separa el cristal. Nuestras miradas se cruzan por un instante, sus ojos azules brillan como el mar, será también por la iluminación del edificio, pero hacen que me quede mirándolo embobada, hasta que nos interrumpe Lucía con un par de revistas en la mano.
Cuando mi consciencia vuelve a la realidad, siento que me estoy mordiendo el labio desde hace unos minutos, vamos que Bruno me ha visto mientras le miraba. Él sigue allí, de pie, con la mano apoyada en el cristal, aun observándome y con media sonrisa en su rostro.
Después de unos minutos el chico se separa y vuelve a su escritorio, pero antes de ponerse a trabajar con los papeles, coge la hoja y vuelve a escribir.
“¿Luego hablamos?” Asiento rodando los ojos.
Ahora ya sí me concentro y comienzo a trabajar otra vez. Abro el correo electrónico para escribir al Sr. Méndez para hablarle del contrato, puesto que no sé cuándo lo tiene que firmar, y no sé si el Sr. Collins ya lo tiene impreso en su despacho. Tras informarme un poco sobre los diseños de portadas de esta revista empiezo a corregir las que tengo sobre la mesa.