Martes 6 de octubre de 2020
Los constantes pitidos del despertador consiguen que me despierte de mal humor, o al menos los primeros diez minutos. Luego entro en la ducha, y todo el agobio y cansancio se van por el desagüe. Noto como poco a poco las gotas de agua rozan mi piel e instintivamente pienso en la tarde de ayer en la piscina, cuando Bruno me tiró al agua y seguidamente me besó. No, no puedo. El miedo a que nos pillen me recorre entera, y no estoy segura de seguir con esto, no sé si Bruno es el indicado.
Cierro el grifo de la ducha con tantas dudas en mi cabeza. A duras penas consigo coger la toalla del colgador del baño. El aire de la habitación comienza a ser abrumador y el vaho se ha impregnado en el espejo del lavamanos. Desbloqueo el teléfono usando la huella dactilar y me fijo en la hora, pensado que sería tarde, como siempre, pero para mi sorpresa voy bien de tiempo, tengo más de treinta minutos, y tardo unos diez en llegar, así que supongo que parare en la cafetería a tomar un café. Además, quiero saber cómo está Ethan, el chico de la barra, dado que desde el sábado que no lo veo.
El frío de la calle me baja de mis pensamientos. Busco el móvil por toda la casa, pero al ver el bol de arroz en la encimera de la cocina me acuerdo de que está roto. Realmente no sé qué voy a hacer sin él. Tampoco os penséis que estoy las veinticuatro horas conectada, pero es que allí tengo cosas muy importantes, la mayoría de trabajo, que no sé cómo voy a recuperar. Me empiezo a estresar pensando en cómo voy a explicarle a Nico lo pasado y que ahora no tengo ni las entradas, ni el contrato. Este último me lo envío antes de salir al jardín, pero no le hice mucho caso, necesitaba relajarme, no continuar con trabajo… bueno, las entradas eran algo diferente…
Salgo de casa con las llaves en mano sin dejar de pensar en alguna excusa. Por el contrato no hay tanto problema, siempre me lo puede volver a enviar por correo electrónico, pero el inconveniente va a ser con las entradas, ya que las envió directamente desde una página web y no creo que pueda volver a enviármelas, y sin ellas no voy a poder entrar al local. Tengo que conseguir una entrada como sea.
En pocos minutos me acerco a la cafetería. Me sorprende al ver que solo hay un par de personas esperando su turno, así que en pocos minutos estoy enfrente de la barra. La mirada de Ethan se cruza con la mía durante unos segundos. Sus ojos verdes me atrapan en el momento dejándome sin habla cuando me pregunta.
- Buenos días Sandra – su sonrisa me contagia el buen humor - ¿Te pongo lo mismo que el viernes?
- Si perfecto – digo despejándome de mis ideas. Definitivamente, hoy estoy en mi mundo, me va a costar concentrarme, y la ducha de esta mañana tampoco me ha despejado tanto como pensaba.
- Enseguida un café con leche.
No tarda mucho en preparar el café, pero al volver a la barra tiene una servilleta de papel en la mano.
- Café listo.
Dejo el dinero encima de la barra tras dar el primer sorbo a la bebida, pero me fijo que hay unos números escritos en la servilleta que me ha dado Ethan.
- ¿Y esto?
- Quédatelo, por si algún día quieres hablar conmigo sobre cualquier tema. – su sonrisa emana alegría por todo el local – Sé que eres nueva en la ciudad, y estaba pensado que a lo menor te gustaría ir a pasear algún día. Mi padre me solía contar historias sobre cada monumento para que recordara cada rincón del lugar.
- Me parece bien, además me vendrá bien saber algo más de esta ciudad.
- Perfecto, ¿mañana a las siete?
- Claro.
Salgo de la cafetería con una sonrisa tonta, pero un poco emocionada. Me apetece quedar con Ethan, parece simpático, amable y sin intenciones, algo totalmente opuesto a Bruno. Miles de emociones me recorren el cuerpo al entrar a la recepción del edificio. Un aire frio se culta por la camiseta hasta mi cuello, algo que agradezco. El ascensor llega justo a tiempo y pulso la octava planta. Durante el tiempo del ascensor, recorro con la vista la altura de los edificios sin dejar de darle vueltas a lo mismo.
En dos minutos estoy en la oficina. Afortunadamente hoy no tengo tanto trabajo encima de la mesa, pero no siempre es bueno. Lo primero que hago es enviar un correo electrónico a Nico, explicándole todo el percance, no sé cuándo lo leerá, pero espero que lo antes posible. Durante más de dos horas intento evitar a Bruno, necesito pensar en otra cosa que no sea en lo que paso ayer ni en la conversación de esta mañana con Ethan.
- Ya he oído lo del concierto, ¿era muy importante? – pregunta el chico apoyándose en el marco de la puerta. Es imposible evitar ese momento. Hasta entonces tenía la excusa de “perdón, tengo cosas que hacer”, pero ahora no tenía nada. No paraba de mirar el correo por si acaso.
- Tengo que hacer un artículo sobre algo relacionado, y ese evento era la única forma de conseguir información. El cantante se va de gira a Canadá la semana que viene así que no creo que pueda tener otra oportunidad.
- ¿Y no hace otro concierto antes de que se acabe la semana?
- No lo sé, pero en todo caso, le tendría que hacer unas preguntas y si las tengo hoy ya podría empezar a redactar el dichoso articulo