Sarah Mancini
—Yo debí haber ganado—dice Zayn molesto cuando nos alejamos del juego del payaso que abre la boca y hay que lanzarle agua.
—Pues he ganado yo— digo orgullosa comiendo el algodón de azúcar que me gané.
—Has hecho trampa, me empujaste.
—Eres un mal perdedor, solo tienes que asumirlo.— digo y niega con la cabeza quedándose en silencio, entonces mis ojos caen en otro puesto de juegos, es aquel con globos de pintura y hay que lanzar dardos para romperlos, tienen diferentes puntos según su color.—¡Vamos a ese!— grito emocionada y corro al puesto de juegos, Zayn me sigue caminando de mala gana.
He decidido no hacer trampa esta vez y el ganador fue Zayn, ahora tiene que elegir su premio.
—Qué premios de mierda—dice Zayn mirando los peluches de animales— El algodón de azúcar del otro puesto estaba mucho mejor.
Le doy un codazo a Zayn viendo como el caballero que es dueño del puesto de juego lo escuchó—Eso fue descortés— le susurro, pero no le importa.
Miro mi algodón de azúcar, solo le he dado dos bocanadas.
—¿Lo quieres? Te cambio el algodón de azúcar por tu premio— digo y él lo piensa unos segundos, pero finalmente asiente.
—Hecho— dice y le paso mi algodón de azúcar.
Miro los peluches y sonrío al ver al oso amarillo.
—Quiero ese— digo y lo apunto.
—Qué color más horrible, me dan ganas de vomitar—dice Zayn.
—A mi me gusta— digo y el señor me pasa el peluche— Muchas gracias, fue muy divertido. Su puesto de juego es muy lindo.
El señor sonríe y asiente.
Zayn y yo comenzamos a caminar al lado contrario.
—Eres una aduladora— dice irritado.
Frunzo el ceño—¿Aduladora?—pregunto, en realidad no sé lo que significa.
Veo que pone los ojos en blanco.
—Aduladora es una persona que alaga demasiado, generalmente con un interés. A nadie le caen bien las aduladoras.
—Oh, en italiano se dice lusinghiero.
—No estamos en Italia. Recuerda aprender bien el idioma cuando te mudes a un país con uno diferente.
—Pues yo se dos idiomas, ¿Tu cuantos?
Asiente— Buen punto.
Sonrío— Bueno, pues después de que dijiste que sus premios son un asco, tenía que compensarlo. Pudo haberse puesto triste.
Suelta una risa— ¿Todas las italianas son así de irritantes? Joder, quiero enterrarme este palo en el ojo.
—Italia es un muy buen país.
—Si, claro.
—¡De verdad! Creo que lo que más extraño es la comida. Ravioles, risotto, lasaña...
—Los americanos comen lasaña y los británicos también lo hacemos. Hay lasaña en todos lados.
Niego con la cabeza— No es como la de Italia. Dios, ya me dio hambre... ¿Tu extrañas algo de Inglaterra?
—¿Cómo se decía? Ah, si, no es de tu incumbencia.
—Solo era una pregunta... Si no quieres responder, está bien.
—Pues no quiero.
—Pues está bien.
—Ya es tarde, debemos irnos— dice tirando al basurero el palo vacío que quedó del algodón de azúcar.
Trago grueso y asiento, ni siquiera me había dado cuenta de que habíamos dejado de caminar.
Doy un paso para que nos vayamos y de pronto veo todo borroso... mierda, me siento mareada.
—¿Qué pasa?—pregunta, lo miro y de pronto siento que me desmayaré, dejo mi mano en su hombro y mis piernas pierden fuerza, entonces caigo— Mierda— susurra y me sujeta de la cintura pegándome a su cuerpo.—Hey, italiana.— dice y chasquea los dedos frente a mi rostro, mis ojos se están cerrando.
—No... no me... no me siento bien.
—Se nota.
Siento el líquido salir por mi nariz llegando a mi boca. Mis ojos quieren cerrarse... entonces veo todo negro.
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Mis ojos se abren, me encuentro en una cama tapada hasta casi el cuello, trago grueso y me siento, miro a mi al rededor... debo estar en la habitación de Zayn.
Es de un azul oscuro, tiene un escritorio con varios de los girasoles que le he dado.
Me levanto, traigo puesta mi ropa, pero no mis zapatos, así que me los pongo.
Salgo de la habitación y voy hasta la sala, veo a Zayn usando mi teléfono.
—Hey, ¿Qué haces?—pregunto divertida, me ve y suelta un suspiro.
—Intentaba llamar a uno de tus conocidos, pero nadie contestaba. No sabía que hacer si te morías en mi departamento. Por cierto, la contraseña de 1 2 3 4 5 6 no es demasiado buena.
Me alzo de hombros— Tengo mala memoria.
—Odio preguntar esto, uhm... ¿Estás bien?
Asiento— Si, solo fue un mareo.
—Te sangró la nariz.
—No fue nada, esas cosas pasan. Gracias por traerme aquí... ¿Cómo me llevaste en tu motocicleta?
—La dejé en la feria, tuve que pedir un taxi.
Asiento—Pues gracias.
Se alza de hombros— Lo habría hecho por cualquiera.
Sonrío y asiento, sé que es verdad.
—Claro... Debo irme, gracias por acompañarme a la feria y por traerme aquí.
Asiente— Recuerda el trato.
—Si, lo recuerdo.
Tomo mis cosas y le sonrío una última vez, él se queda en su expresión seria y salgo del departamento.