GIRASOL NÚMERO 86
Zayn Sanderson
Entro a mi departamento dando un portazo.
Siento que me falta el aire.
Trago grueso y golpeo la pared a mi lado, entonces lo hago de nuevo y otra vez hasta que siento las heridas en mis nudillos.
—¡Mierda!— grito, golpeando la pared una última vez.
Paso mis manos por mi cabello.
Esto no puede estar pasando, ella no está enferma. Ella no puede estar enferma, no.
No. No, no puede.
Aún recuerdo lo que sentí cuando lo supe todo, cuando el doctor hablaba y hablaba y yo sentía que algo dentro mío se estaba cayendo a pedazos. Sentí que apenas me podía mantener en pie.
Ella no puede m-... no puede dejarme, no puede. No después de haberme devuelto las ganas de... no lo sé, tener un futuro y ser feliz. No después de haber hecho que la quiera de esta forma, de una forma tan intensa y arrasadora. Si se va no lo soportaría, no podría. La única razón por la que estoy en pie, intentando ser alguien es porque ella llegó a mi vida a hacerme sonreír y... a llenar mi vida con sus palabras sin fin y su personalidad tan irritantemente hermosa.
No puede dejarme.
Ni siquiera dudé un segundo en pagar el tratamiento. Lo hago por ella y por mi también. Quiero que ella viva, que sea feliz y que haga todo lo que quiera, pero al mismo tiempo si se va ya no va a quedar nada de mi. Me iría con ella y punto.
No tengo a nadie más que a esa italiana irritante en mi vida... no necesito más tampoco, jamás creí que esa chica con una sonrisa interminable podría llegar a cautivarme tanto.
Intenté... intenté parecer fuerte ante ella, no sé si lo logré, pero de todos modos en cuanto doy un paso adentro de mi departamento siento que me descompongo completamente.
Al menos va a hacer el tratamiento.
Lo va a hacer y puede mejorar, sé que el doctor dijo que las probabilidades no son tan altas, pero me aferraré a lo que sea, de otro modo no sé como lo soportaría.
Mi teléfono suena y tardo un poco en revisarlo, pero finalmente lo hago.
—¿Qué?— contesto.
—Soy Tina, la tía de Sarah.
Suelto un suspiro— Hola.
—No tuve la oportunidad de hablar contigo hoy en el hospital, pero muchísimas gracias por tu ayuda económica. No sabes cuanto... te lo agradezco— su voz se quiebra al final.
—Está bien... no se me ocurre nada más importante en donde haber dejado ese dinero.
—Voy a pagar parte del tratamiento.
—No es necesario, escuche, yo...
—Necesito hacerlo, necesito sentir que puedo cuidarla, que mi hermana no la dejó con una inútil, yo solo... lo siento, no sé porque dije eso, solo... déjame pagar una parte, no será mucho, mi dinero es limitado, pero...
—Está bien, no se preocupe.
—Gracias... como agradecimiento y aprovechando el hecho de que por fin mi sobrina y tu están juntos oficialmente... me gustaría que vinieras a cenar a casa mañana.
—Si, ahí estaré. Gracias.
—A ti... nos vemos.
Simplemente corto la llamada y lanzo el teléfono al sofá.
Me dirijo a mi habitación y me siento en la cama, tomo la cámara fotográfica de la mesita de noche, aquella que Sarah me regaló y veo las fotos que tomé de ella en nuestro viaje.
Mierda, es tan hermosa...
Mi corazón se acelera con cada sonrisa que veo salir de sus labios. No hay nada en este mundo que me de más paz.
Sarah no puede dejarme.
* * *
Como siempre, un par de minutos después de que despierto me llega un girasol a la puerta de mi departamento, este tiene una notita que dice "Te quiero", lo guardo y me cambio de ropa para ir a la casa de la italiana.
No tardo mucho en llegar, luego de que toco la puerta es aquella rubia quien me abre, trae puesto un buzo y una sudadera muy grande, su cabello está recogido con dos trenzas sueltas y desordenadas.
—Hola— me sonríe, también le sonrío y me acerco para dejar un beso en sus labios.
—También te quiero— susurro al separarme, contestando a la notita que me dejó con el girasol. Se muerde el labio inferior soportando una sonrisa y se hace a un lado.
—Pasa. Estoy sola, mi tía fue a trabajar.
Entro a la casa y ella cierra la puerta.
—¿Cómo te sientes? ¿No fue muy pronto que te dieran de alta el mismo día?— le pregunto mientras nos dirigimos a la sala.
—No, solo fue una descompensación, me pasa siempre. Mi sangre está muy mala y tengo pocos glóbulos rojos, así que me mareo y me desmayo. Además estoy tomando muchos medicamentos y analgésicos para evitar los dolores de mi osteosarcoma y... cuando no me alimento bien me pasa la cuenta.
Asiento mientras nos sentamos en el sofá.
—¿Y ahora como te sientes?— vuelvo a preguntar un poco asustado y preocupado, odio con todo lo que tengo que esté enferma.
—Estoy bien, en serio. Esta semana comienzo con el tratamiento y... te lo advierto, la cosa se pondrá fea. Literalmente, me veré muy fea, horrible. Bajaré aún más de peso, el tono de mi piel se va a volver extraño, quedaré calva y-
—Y todo eso a mi me importa tres rebanadas de mierda con tal de que estés sana, italiana.
—Un novio normal habría dicho siempre estás hermosa para mi o algo por el estilo.
—Si, eso también— digo arrugando la nariz.
Sonríe y afirma su cabeza en mi hombro.
—¿Te digo algo que nunca he hecho?— pregunta con voz dulce.
—No.
—¿Por qué no?
—Porque la ultima vez que me preguntaste eso terminé con un cintillo de conejo en la cabeza.
—¡Por favor!
Suelto un suspiro— Bien, dime.
—Teñirle y cortarle el cabello a otra persona que no sea yo. De pequeña soñaba con tener mi propia peluquería.
Frunzo el ceño— ¿Y el punto es...?