Nia
Me desperté cuando sonó el despertador, tenía un mensaje de Allison preguntando si íbamos justas hoy a clase. Le dije que no, aunque se suponía que ya lo habíamos solucionado y ya estábamos bien, no me apetecía estar escuchando sus cuentos de las maravillosas clases de baloncesto; después de la horrible clase que tuve que tener ayer de ballet. Ali llevaba ya tiempo hablando del baloncesto; pero decía que era solo un hobby, que solo lo jugaba los fines de semana. La verdad es que no pensaba que fuese a cambiarse, al menos no tan de repente; lo que más me ha fastidiado de todo es que ni siquiera me avisó antes de hacerlo, se que yo habría tratado de disuadirla de cambiarse, pero al final lo aceptaría y la ayudaría, pero no me avisó para nada, no me consultó, no me dió la oportunidad de hacerlo juntas y no enfadarnos.
Cuando llegué a clase, de ingles por cierto, Ali no había llegado aún, pero no tardó en llegar junto a Sophie, las salude con la mano, no tenía muchas ganas de hablar, especialmente con Allison; cuando me fui a sentar, Carolina pegó un grito y dijo que nadie se sentase porque nos íbamos a poner en orden de lista, lo que me faltaba. Obviamente a Allison y a Sophie las puso juntas, ya que están seguidas en la lista. Y yo estaba con la persona más insufrible y que más odiaba del mundo «sin contar a Carolina»; Graham.
Él era el ojito derecho de la profe, con unos rizos rubios espantosos, y una cara de niño pequeño y mocoso. Él, para variar, iba conmigo en clase en el colegio; cuando cambiamos al instituto nos tocó separados de clase, pero como me cambie de clase para poder ir las tres juntas tengo que volver a estar con él; se podría decir que éramos archienemigos. Llevábamos desde primaria peleándonos por quién sacaba mejores notas, quién era el favorito del profe... En conclusión, nos llevábamos muy, muy mal. En el colegio había extraescolares —aparte de ballet— para subir nota, y nos las repartimos todas para no coincidir, hicimos incluso un horario. Creo que os podéis hacer una idea de lo mal que nos llevábamos.
—Profesora, ¿me puedo cambiar de sitio? —dijo mister insufrible, para amargarme más el día.
—Prifisiri ¿mi piedi cimbir di siti? Como si yo quisiera estar contigo Graham— dije poniendo los ojos en blanco—. Me hace la misma gracia que a ti sentarnos juntos.
—Vamos a ver señorita Lopéz —intervino Carolina.
—Puedes llamarme Nia— la interrumpí —. Ni que estuviéramos en Hogwarts.
—No, y no me interrumpas mientras te hablo o no tendré más remedio que ponerte un parte.
Madre mía cómo están los humos, ¿está quién se cree? Ni que fuera mi madre.
—Profesora. ¿Al final me puedo cambiar?— dijo Graham con tono pelota.
—No.
—¿Por qué no?— dijimos a la vez, antes de lanzarnos una mirada de odio.
—Because.
—¿Because?
—Because yes.
—Pero Carolina, no te cuesta nada —le dije —. ¿Qué más te da separarnos? Hay muchísimos sitios más en la clase.
Giró la cabeza de una manera escalofriante, como un robot, y me miró de manera que parecía que quería fulminar con su mirada.
—¿Perdona? Soy tu profesora, eso de Carolina, se ha acabado. Soy tu profesora y a mi no me puedes tutear. O me llamas profesora, o me llamas señorita Palafox. Que yo no soy ni tu amiga, ni tu colega, soy tu profesora y no me puedes hablar con esas faltas de respeto.
—¿Pero qué faltas de respeto?
—¡Qué no me interrumpas!— madre mía, ni que estuviera matando a alguien; la manera en la que gritó no era normal—. Mira, ¿sabes que? Ya me he hartado, te vas a la biblioteca.
—¿Por qué? —la risita estúpida de Mister insufrible me estaba poniendo de los nervios —¿Y a él no?
—No.
—Favoritismo.
—¿Perdona?
— Que tienes un favoritismo increible.
—Toma— Me dijo con un papel en el que había garabateado furiosa; supongo que sería el parte—. Coje tus cosas y vete a la biblioteca.
—Eres una injusta.
—Y tú eres una maleducada.
Cogí todas mis cosas entre quejas y me fui de clase, antes de irme le dije a Graham sin que la profe lo oyese.
—Pues mejor, así no voy a tener que aguantarte, ni a ti ni a la profesora. Si sigues así de pelota a lo mejor te da una galletita de premio.
Antes de salir esquivé un lápiz que me tiró Graham apuntando a la cara. A parte de tener mala puntería, tenía siempre unas ganas intensas de molestar, en resumen adolescente con mentalidad de niño pequeño.
Lo positivo de la biblioteca era que no tendría que aguantar a Carolina Palafox. Estando allí se me ocurrió un gran apodo para ella: Miss Hairy P.
Hairy en honor a su pelambrera de estropajo.
* * *
Más tarde en el patio, Allison se acercó a mí para hablar, pero la evité yendo a la cafetería, más cuando salí, ella me esperaba en la puerta.
—¿Por qué me evitas? Creía que ya estábamos bien.
—No te evito.
—Si lo haces.
—Que no lo hago, pesada.
—Entonces, ¿qué pasa? —dijo cruzando los brazos entre sí, como cada vez que se ofuscaba—. Y no me llames pesada.
—¿Dónde está Sophie?
—No me cambies de tema
—Vale, vale, pero, ¿has probado los bocadillos de la cafetería? Están para chuparse los dedos.
—Sí. Sophie está en las pistas de fútbol.
Empezamos a andar hacia allí. Cuando nos encontramos con Sophie, les conté lo del apodo, y empezamos a formar un plan para vengarse de que me hubiese mandado injustamente a la biblioteca.