Navegamos para llegar con los demás, es en el río que dejó de sentir la aflicción y me doy cuenta que probablemente fue parte de mi trauma, de mi miedo, ese miedo que generalmente ayuda a sentirme insegura y temerosa como hace unos momentos.
Le pido una disculpa a mis compañeros por mi actitud de hace rato a la que ellos me contestan que más vale prevenir que lamentar y entre risas y bromas sin darle tanta importancia a mi paranoia llegamos con el resto del grupo. Max apenas ve que la balsa se acerca a la orilla saluda de manera muy feliz, mueve su pequeña manita de un lado al otro, cuando ve bajar a su padre se tira a sus brazos rebosando felicidad.
—¡Papi!, ¿qué me trajiste?
—Hola pequeño, te tengo un premio —desde que salimos de la plaza me fijé que trae una mochila en la espalda, pienso que será la sorpresa para el niño, pero veo que se la quita del hombro, la abre para sacar dentro un pequeño paquete de menos de cuarenta centímetros que más bien es una caja un poco empolvada, cuando el niño la ve inmediatamente la toma y la rasga para sacar de ella un muñeco moldeable de esos que son un coche y después un súper soldado, en color amarillo. El niño completamente feliz por aquel regalo se cuelga al cuello de su papá, esta vez en agradecimiento.
—Gracias papi, eres el mejor del mundo, me encanta —le dice llorando, su voz se quiebra al decir la última palabra.
Su padre por el contrario le contesta hinchando el pecho de orgullo y felicidad.
—De nada pequeño, tu igual eres el mejor hijo del mundo —siento que alguien me toma de la mano, me giro para encontrarme con la mirada de amor de mi hermana. Con su mano libre me seca una pequeña y traicionera lágrima que se escapa de mí, ni siquiera era consciente de su existía.
Inmediatamente después, ese pequeño momento se fortalece cuando Coni con su alegría y energía de niña se acerca a su papá para pedir también su regalo, de una manera un poco más alegre, demostrando la diferente personalidad de los niños.
—Pa ¿me trajiste algo? —pregunta con un poco de duda, ella es más emotiva que Max. Su padre la abraza de forma tierna y le da una pequeña cajita, cuando la niña abre contiene lo que parecen ser diamantes incrustados en una pulsera y un collar, todo con un toque infantil.
—¡Oh pa! —el brillo en sus ojos es inigualable—. Muchas gracias, es hermoso, le mostraré a mamá.
—Claro cariño y por favor dale esta caja a ella —la niña se aleja feliz a donde está su madre, llevando la caja de ambas. Por el tamaño y forma deduzco que contienen cosas parecidas.
—¡Oye canijo! Eso es trampa yo no le traje nada a mi mujer —captando la broma Smock le contesta.
—Porque eres un mal marido que no piensa en ella, está vez con los regalos he ganado yo —le dedica una sonrisa de burla a Taylor, señal de su inminente victoria.
—No importa, ya tendré otra oportunidad, te superaré con mucha ventaja.
—Bueno ya dejen de pelear, muevan ese cuerpo porque ya se hace de noche y tenemos que preparar la cena, espero que hayan traído algo interesante porque será la única manera en que pueda perdonarte que no hayas traído un regalo para mí, Taylor.
Él todavía se defiende de este tonto pleito.
—Cariño es culpa de Smock, ya sabes que siempre traemos cosas para los niños, pero hoy el muy grosero trajo para su esposa y no me avisó.
—Amigo —dice Smock cuando le toca el hombro—. Será mejor que te calles o tu señora se pondrá peor porque solo te estás hundiendo más.
—De hecho, sí, Smock tiene razón, será mejor que guardes silencio y aceptes tu derrota.
—Está bien cariño, podré superar a este tonto en otra ocasión.
Se termina la entrega de regalos y también se da por terminado el juego con las esposas. Bajamos las ”compras” con el mejor humor del mundo, los demás al ver tantas bolsas se sorprenden. Quedamos satisfechas mi hermana y yo cuando todos dicen que si trajimos latas fue gracias a nosotras. Las mujeres dicen que los hombres siempre traen cosas para ellos y nosotras trajimos más variedad de alimentos, los hombres por el contrario dicen que elegimos cosas de mujeres.
Estamos tan contentos que destapamos una botella de vino para festejar. Después de unas horas me entero que el juego de los regalos se está volviendo una tradición en ellos y cada vez que salen compiten para descubrir quién es el mejor papá.
Yo también me luzco con los regalos, aprovechó la noche para entregar a mi hermana uno de los dos relojes solares que traje del supermercado.
—¡Oye Mónic, no me avisaste del juego! —empleando según ella un modo triste que más bien parece broma añade— yo perdí peor que Taylor, ni siquiera traje algo para ti.
El grupo estalla en risas por los pucheros de mi hermana y por las caras de Taylor, naciendo por vez primera un momento feliz con ellos. El primero después de mucho tiempo para mi hermana y para mí.
Acomodamos todo aquello que no usamos de la despensa en la balsa para transportarlo mañana, por fin me entero que unos metros más abajo tienen un pequeño yate anclado, listo para utilizar.
Mañana en la mañana será traído para que nos lleve a la matriz. Ahora tienen sentido todos esos bidones de gasolina que también hemos puesto sobre la balsa, aquella que en algún momento considere inservibles.
Como vemos estrellada la noche decidimos no poner la tienda de campaña ya que solo dormiremos una noche más a la intemperie, sería un desperdicio de trabajo. El único problema será la incomodidad.
Nos despedimos del grupo para descansar, desenvolvemos nuestras sábanas y las pequeñas colchonetas para dormir.
—¿Qué te parece la cama? —le preguntó a Dakota cuando se recuesta.
—Es de lo mejor —dice mi hermana en tono de burla —, pero no tengo queja.
—Perfecto. Creo que hoy tuvimos un buen día... —me siento fuerte esta noche, segura y con esperanza. Es tiempo de seguir escuchando la historia de mi hermana, esa que quedó pendiente la otra noche porque no pude seguir imaginando. Quiero decirle que podemos seguir, el problema es que no sé cómo tocar el tema con Dakota.