Camille y su hermano Alexander se encontraban caminando rápido por las grandes calles de Buenos Aires, se detuvieron al llegar a una pequeña zona irreconocible para los humanos. Un bar, una pequeña discoteca llamada llovizna, donde los hermanos sabían con claridad que dentro podría haber cualquier tipo de criaturas sobrenaturales, pero dentro lamentablemente no podían hacer nada ya que todo se encontraba bajo un gran hechizo de la joven Alondra y por ese motivo nadie podía derramar sangre en ese lugar oscuro y tenebroso. Se sentía el frío en el aire, aquella zona era una de las más frías en esa época.
El frió corría junto a los ángeles, pero no lo lograban sentir. Ellos son eres que no sienten nada, al menos así era como todos pensaban en un momento, pero ahora lo que estos hermanos están haciendo deja en claro que sí sienten. Ellos no quieren perder a su amiga, están ayudando a un demonio, eso es lo que más le extraña a todos lo que saben que así es.
Al entrar al lugar, los ojos amarillos de Camille observaron diferencias entre todos los seres vivos que se encontraban allí. Una fragancia a sangre y muerte se encontraba en el aire, aquello llegaba a las grandes fosas nasales que la joven Cami ahora poseía. Una gran ola de colores rosas, azules y verdes chocaban contra los cuerpos sudorosos de las personas bailando felizmente entre ellos. Ambos tenían ganas de sumarse a la locura que sus propios ojos veían, para ellos aquello era algo nuevo que los llamaba para probar.
—Nada de tonterías, Camille. Sabes que es lo que tienes que hacer, sabes bien la razón por la que ahora eres una loba. —dijo Alex con un tono de voz conflictiva.
No había tiempo para tonterías, según Alexander lo que su hermana quería era simplemente una perdida de tiempo y eso es lo que no tienen, no tienen el tiempo necesario para estar perdiéndolo con pequeñeces sin importancia. Seguramente que Cami podría encontrar diversión en otro momento, después, cuando todo esto termine.
Alex espera que las cosas mejoren de una vez por todas, ya no soporta todo lo que está sucediendo en el ambiente, todo está de cabeza y duele, le duele todo y no siente nada. Él sabe que es el dolor, pero todo termina en algún momento, todo tiene un final aunque después vuelve a comenzar.
Cami fijó los ojos que ahora poseía sobre los ojos de su hermano y soltó una carcajada. —Alex, que aburrido eres. Seguro que con Theresa las cosas no eran tan petulantes y aburridas. Con ella puedes hacer cosas que conmigo son realmente imposibles, sé todo y no me mientas, Alexander.
Él frunció inmediatamente el ceño al oír lo que su hermana le estaba diciendo, no sabía aquello. —No digas esas cosas, no sabes nada.
Alondra al ser poderosa logró sentir la presencia de un ángel y un ángel convertido en una pequeña bola de pelos, la joven dejó de hacer lo que estaba haciendo en ese preciso instante y comenzó a caminar hacia la presencia de éstos dos hermanos de sangre. Cuando ella bajó las escaleras y observó con sus bellos ojos turquesa a Alexander y Camille corrió con rapidez hacia ellos con el ceño fruncido, su cabeza se movía de un lado al otro y se lograba notar como su cabello negro oscuro se movía a el compás de la negociación. Sus bellos ojos se posaron en la lobita y sonrió hacia Alexander, sus dientes blancos resplandecían con los colores del ambiente.
—Me trajiste un obsequio, que encantador, Alexander. —Alondra miró a Camille directamente a los ojos, logró ver sus ojos verdes esmeralda debajo del amarillo lobuno de la noche—. Tú, ve arriba. Te divertirás, cuando regrese te lo recompensaré. —observó como la joven Cami caminaba junto a otras lobas hacia arriba. Alondra nuevamente miró los ojos azules de él y sonrió ampliamente—. Te ayudaré, vamos hacia donde sea y haré los dos hechizos. —dijo ella con el ceño fruncido.
Alex asintió bastante preocupado por su hermana en ese preciso momento. Su corazón latía a mil por hora sin saber que hacer, hasta que sus ojos vieron llegar a Tood, el cual le guiñó un ojo para que no se preocupe porque él había llegado y no dejaría que lastimaran a Camille. Por momentos, se sentía confiado, pero al recordar que se trata de Tood las cosas cambiaban con rapidez. No le gustó para nada, estaba en una gran encrucijada sin saber cuál es el bien y cuál el mal, después de todo lo sucedido aquello se entendía a la perfección.
Alex siguió a la joven bruja con desgano. Se dio cuenta que cada vez que daba un paso más el lugar se volvía mucho más oscuro, no tardó en darse cuenta que ya no se encontraba en la discoteca. Estaba en un lugar alejado, no se oía la música y el ambiente era frío y desolado, se podía sentir que había muchos seres escondidos y dejados en el olvido, pero... ¿Eso era el olvido?
— ¿A dónde estamos yendo, Alondra? —preguntó preocupado por la situación y todo lo que sentía a su alrededor—. Dime, no me gusta el suspenso y eso es justo lo que me estás dando en este momento, ¿No te das cuenta?
Un bufido sonoro se escapó de los labios de la bruja, un sonido que Alexander detestó en el primer segundo que lo oyó, no estaba tan errado, era un sonido muy frustrante, mucho más frustrante que la persona que lo emitió.
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Editado: 10.04.2021