2) Revenge

Capítulo 20: El Olimpo (primera parte)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Castiel

 

 

No entiendo lo que pasó, ya no sé nada, pero lo único de lo que soy consciente es del dolor de perder parte de mí. Se siente mal no ser lo que era, lo que siempre fui.

 

Suelto un suspiro de mis adentros al verme en un tipo de mundo diferente al que estaba. Ahora ya no entiendo lo que ocurre, me siento perdido y no hay nadie que me dé apoyo moral.

 

Ya no puedo escuchar la voz de Tamara, estoy solo luchando contra este mundo que no conozco. Traro de pensar en ella, así me puede ayudar con lo que me está pasando, pero no siento nada que viene de ella.

 

Es confusa la sensación que siento, no puedo ver con claridad lo que está pasando, pero sé que nada bueno, ¿cómo es que puedo saber eso? Es mejor no hacerme esa pregunta y solo aceptar lo que ocurre.

 

Quiero entender que todo va a mejorar, pero siento que es todo lo contrario y no puedo hacer mucho para que ese sentimiento se vaya de mi interior. Solo puedo pensar en cosas peores a las que estoy pensando ahora.

 

No entiendo las razones por las que puedo haber cambiado de escenario. Me siento mal por todo lo que ocurrió, pero quiero creer que las cosas van a mejorar con el paso del tiempo.

 

Mi gracia fue entregada a Zeus por medio de un pequeño rayo de luz, este contiene toda mi gracia que haría que los dioses creados por el mismísimo Dios vuelvan a la vida gracias a mi gracia. Sé que alguien va a morir en esta batalla, pero jamás pensé que ese sería yo.

 

Los dioses empezaron a aparecer por medio de diferentes recursos naturales. Zeus cae con un rayo de teletransportación; Artemisa por medio de un hermoso caballo negro con herraduras de fuego; Afrodita tiene el placer de nacer nuevamente;  Atenea posee a la mujer más bella e inteligente del mundo. 

 

—¿Qué fue lo que sucedió aquí? —Pregunta Artemisa al ver como el rayo en el cual yo me encuentro comienza a titilar de manera permanente.

 

Sé que estas cosas están muy mal, pero es una de las únicas formas de hacer lo correcto y en este momento vale más que mil palabras.

 

—Tenemos un nuevo amiguito. 

 

—¿Un ángel aquí? —Suelta una carcajada sonora sacándome de aquel rayo peculiar—. ¿Qué haces aquí? 

 

Respiro hondo observando todo a mi alrededor. Hago una mueca con mis labios y observo a la mujer que me hizo la pregunta.

 

—Lucifer me envió, él y los príncipes del infierno. 

 

Ellos no parecen comprender lo que está pasando y no los culpo, ya que deben tener sus propios asuntos también.

 

—¿Te envió para? 

 

—Para robar el medallón de luz. 

 

—Ohh, sí. Por supuesto que sí. No lo harás, es más... te mataremos y tu Dios tendrá que venir aquí por ti. —Una pequeña sonrisa se dibuja sobre sus labios. Con lentitud se va acercando a mí y saca la espada gloriosa de Artemisa para clavarla en mi pecho.

 

Supe que tenía que caer y hacer un show para los presentes.

 

—Bueno, eso fue demasiado fácil. —Dice y toma asiento en su lugar.

 

En el medio de la sala se encuentra mi cuerpo completamente desmembrado, destrozado. Es mi fin, pero aún estoy allí. Siento y veo todo, pero no puedo moverme; cada uno de los dioses viene a mi lado y corta algo de mí para guardarlo de recuerdo.

 

Debo ser lo único que ellos ven hace mucho tiempo. 

 

—Ya basta. —Digo adolorido sintiendo cada vez mucho más dolor—. Cuidado. —Comento al sentir un olor a muerte en el aire.

 

—¿Qué es eso? —Pregunta Zeus al ver como un sujeto sale de la oscuridad con una espada angelical, "Trion" un arma del cielo y el infierno. 

 

—Un príncipe del infierno...

—¿Eso que nos hará? 

 

—Acércate y veras. —Comenta el príncipe. 

 

—Yo iré. —Dice Artemisa acercándose rápidamente a uno de los sujetos que salen de las sombras—. Ven. —Le dice a ese príncipe. 

 

El príncipe no duda en acercarse con rapidez y tomar el rostro de la joven, sus ojos de negro pasan a rojos dejando inconsciente a Artemisa en un par de segundos, cuando ella cae al suelo, él se acerca a mí haciéndome exactamente lo mismo, pero luego me suelta y se dirige en la búsqueda de un nuevo Dios. 

 

Al pasar las horas, ya no hay ni un solo dios, al menos eso es lo que yo creía. Me voy con lentitud a recorrer todo el lugar. Al salir el sol todos los príncipes desaparecieron volviéndose humo negro. 

 

—¿Quién está ahí? —Pregunto al oír cómo se cae un florero al suelo. 

 

—Zeus. —Responde acercándose a mí—. Escucha, yo debo asesinar a cada uno de los príncipes. 

 

—Lo sé, pero será difícil ya que estás tú solo. 

 

—Tranquilo, ángel del señor... ya no por mucho. 

 

—¿A qué te refieres? —Pregunto. 

 

—Me refiero a que vendrán por ti. 

 

—No lo creo. 

 

—Pues... yo si lo creo. 

 

Dice él acercándose con rapidez a mí, en un abrir y cerrar de ojos me deja completamente dormido por un par de horas. 

 

 



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En el texto hay: angeles y demonios, anticristo, dios

Editado: 11.04.2021

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