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Capítulo 2: De regreso a Corea con Hee- Do (Yi -Jin)

Dicen que tu primer amor nunca se olvida y yo no te olvidado Hee-Do, eres quien me enseñó de nuevo a ser feliz y quién me brindó apoyo y motivación. Y aunque hoy no estés a mi lado, me alegro de que hayas sido tu mi primer amor. A pesar de haber tenido dos novias antes que tú, creo que ocupas un lugar especial como mi verdadero primer amor.

Recuerdo el día en que me despedí de ti; pensé que no tendría la oportunidad de volver a verte. La angustia y la desesperación se apoderaron de todo mi ser. Sin embargo, con algo de suerte, logré despedirme de ti.

Aunque no me creas, olvidarte fue difícil. En Nueva York, luego de algunas semanas de nuestra ruptura, me sumergí en el trabajo; los reportajes debían completarse diariamente. Ver las secuelas todavía de ese gran incidete y brindar ciertas ayuda, eran actividades que me permitían no pensar en ti constantemente. Sin embargo, en ocasiones te veía en el rostro de otra persona. Pero bueno verte no estaba tan mal, hasta que eso me comenzó a traer problemas en el trabajo. En una ocasión, me quedé mirando a una mujer de cabello corto se parecía mucho a ti. Por un momento, salí corriendo detrás de ella sin tener en cuenta el reportaje. Cuando la alcancé tome su brazo con la esperanza que fueras tú, pero de nuevo me decepcione. Solo me disculpé con una reverencia y regresé al lugar del reportaje.

Cuando llegué, mi jefe me regañó y me dijo que sería mejor que regresará a Corea.

Me disculpé y le prometí que no volvería a suceder.

Aunque parezca extraño, a pesar de que yo decidí postular para la vacante de New York, sentía remordimiento y me preguntaba a mí mismo que si regresaba y me disculpaba contigo, me volverías aceptar. Pues al fin y al cabo, no podía estar lejos de ti con la idea que no volveríamos estar juntos.

Sin embargo, luego pensé que después de dejarte sola por tanto tiempo, no podía de nuevo regresar como si nada hubiera pasado. Tal vez tú ya me habías superado.

No podía ser egoísta y solo pensar en mi bienestar. Esa idea la tuve por varios días.

Un día, mientras cepillaba mis dientes, recordé la vez que nos prometimos volver al lugar del año nuevo. Me hizo muy feliz ese recuerdo.

Comencé a prepararme para irme al trabajo. Justo cuando colocaba mis zapatos para salir, otro recuerdo de ti inundo mi mente. Recordé cuando me contaste que, en tu intento de cambiar de escuela para practicar esgrima, llevaste a cabo varias acciones, como tratar de involucrarte en peleas, pero al final, todas resultaron mal.

Entonces pensé que tal y como tú lo hiciste, tal vez debería fallar intencionalmente en mi trabajo para regresar a Corea, esa sería la mejor opción.

Así que ese día salí muy emocionado pues el solo hecho de pensar volverte a ver me hacía feliz.

Cuando llegué al trabajo, saludé a mi jefe y le pregunté por mis labores.

Mi jefe me dijo: Te ves muy emocionado hoy, espero que no cometas errores en tu trabajo este día. Debes de ir a Central Park a realizar un reportaje, ve con el señor Kim.

Cuando llegué al lugar vi que la cámara del señor Kim estaba en el suelo. La iba a tomar y botar al piso accidentalmente.

Tomé la cámara, mi compañero de trabajo estaba a mi lado.

Él me dijo: Deja la cámara ahí, mientras veía alrededor el lugar para hacer el reportaje.

Yo dije: En el piso se puede ensuciar el lente, hay mucho polvo.

Mi compañero: Ya sé, sígueme.

Iba detrás de él, vi una piedra y supe que era el momento de fingir.

Así que tropecé a propósito con la piedra y lancé la cámara al aire.

Mi compañero me regreso a ver mientras sucedía eso y se lanzó atrapar la cámara. Se lanzó al piso para alcanzarla y la tomó.

Después de eso dijo: Debes de agradecer a mis reflejos que no le sucedió nada. Hagamos de una vez el reportaje.

Realicé el reportaje y mientras iba de camino a la oficina, estaba ideando otra idea.

Llegué a la oficina y mi jefe me pidió que le pasara café. Se me ocurrió que era hora de implementar otra estrategia.

Tome el café y mientras le entregaba, a propósito lo tire disimuladamente sobre las hojas de su mesa como si fuera un accidente.

Mi jefe se puso de pie, aparentaba estar enojado, puso con fuerza su mano en mi hombro y dijo: muchacho esas hojas eran… (hubo un pequeño silencio)

De reciclaje, las echaste a perder.

Yo me disculpé con una reverencia.

Mi jefe: Toma las dañadas y el resto colócalas en el reciclaje.

Le obedecí y de nuevo mi plan no tuvo éxito. Ya me parecía a ti Hee-Do.

Pasaron unos días y pensé que lo mejor era no salir en un reportaje para que mi jefe me regresara a Corea. Y así fue durante un reportaje importante fingí estar mal del estómago, salí corriendo justo antes de empezar.

Cuando regresé, recibí la llamada de mi jefe diciendo que me espera en la oficina.

En la oficina, me regañó y me dijo que lo mejor era que regresará a Corea. No pude aguantar mi alegría y sonreí mientras me regañaba.




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