—¡Taemin! ¡Baja de una vez, ya llegó!—gritó apurada su madre desde la punta de la escalera.
Él no necesitaba una niñera. Tenía dieciséis años. La única razón por la que su madre contrató a una, fue para que no hiciera fiestas ni nada por el estilo durante la semana que estaría fuera.
Y él estaba cabreado.
Sólo planeaba bajar para saludar y no salir más en toda esa semana.
Cuando cerró la puerta de su habitación antes de bajar por las escaleras, escuchó a su madre decir cosas como “Es un poco insoportable e infantil, te deseo suerte” antes de salir de la casa.
Yo también te quiero, mami.
Dio un pequeño brinco antes de tocar el último escalón y levantó la vista hacia el chico delante de él.
Lo que faltaba.
“La niñera” era en realidad un “niñero”, y apostaba a que tenía unos pocos años más que él.
—Mi nombre es Minho, un gusto—le dedicó una sonrisa extendiendo su mano enfrente de él.
—Sí... hola—Taemin la tomó dudando.
El niñero lo barrió con la mirada mientras Taemin seguía mirando ambas manos juntas. Quitó su mano de la suya y se encaminó nuevamente hacia la escalera, hasta que su voz lo detuvo.
—Tu madre quiere que limpies la casa.
Taemin se frenó y se dio vuelta.
—Mira... Minho... ahora mismo no tengo ánimos de hacer eso, ¿está bien?—puso una sonrisa intentando manipularlo.
Pero Minho no cayó en ella.
—No te pregunté eso.
Lo vio sentarse en el sofá individual y cruzarse de piernas—Y en sí, no vine a cuidarte, vine a vigilar la casa, tu madre no quiere que la destruyas.
El pelirrojo lo miró desafiante mientras se cruzaba de brazos.
—No voy a limpiar nada.
Minho pestañeó varias veces antes de hablar.
—Son las cuatro de la tarde, si a las ocho no está la cocina limpia...
—¿Qué?—rio—¿Qué harás? ¿Sermonearme hasta matarme?
Minho sonrió de lado—Lo averiguarás si no haces lo que te dije.
Taemin se rio y volvió arriba a toda prisa y se encerró.
Niñato.
***
Eran las ocho menos cinco y Taemin ni se había dignado a bajar.
Todavía no podía creer que había aceptado cuidar a un chico sólo para ganar dinero. Él tenía mejores cosas que hacer.
En realidad no, pero era bueno soñar.
—¡Taemin!
No contestó y él enfureció.
Decidió subir las escaleras mientras miraba a su lado izquierdo los cuadros que había colgados. La mayoría eran de Taemin y su madre, supuso que sus padres estaban divorciados.
Cuando llegó al final del pasillo, tocó dos veces y escuchó un insulto del menor.
—Gracias, tú también—lo burló.
Oyó los pasos descalzos retumbar por su habitación segundos antes de abrir la puerta.
—Te dije que no lo haré—Se había cambiado de ropa, se puso un short negro y una camiseta bastante larga que lograba tapar la mitad del short.
—¿En serio quieres que me ponga rudo contigo?—Minho le dedicó una sonrisa.
Taemin tragó un poco de saliva mientras lo miraba a la cara.
—No me interesa, niñera.
Bien.
Minho lo empujó y se adentró a la habitación, cerró la puerta con la traba y tiró del brazo de Taemin cerca de la cama.
—¡Suéltame! ¿Qué quieres?
—Castigarte.
Taemin palideció luego de que Minho se sentara y lo tirara sobre él, dejándolo con el vientre pegado a los muslos de Minho.
—No puedes estar hablando en serio.
—Era muy en serio mi castigo.
Taemin se removió pero Minho capturó uno de sus brazos entre sus piernas mientras le bajaba el short y la ropa interior.
Ese castigo era el más humillante que pudieras hacerle a un adolescente.
—Minho.
—¿Sí?—lo escuchaba mientras centraba su mirada en las nalgas blancas del menor.
—Eres un maldito perver-
Ahogó un gritó cuando su palma golpeó fuertemente sobre su trasero.
No contento con una, le regaló otra nalgada y su trasero pasó de blanco a rojizo por los golpes rápidamente.
—¡Ah, no, ya basta!
—Esto es lo que ganan los chicos malos.
Le dejó otro golpe y Taemin gritó más fuerte que la vez anterior, cosa que prendió a Minho. Pasó su mano sobre el sitio maltratado y sintió sus uñas clavándose en su pierna.
Levantó su mano y la estrelló contra su culo una vez más y esta vez él no gritó, gimió.
¿Es una broma?
Para asegurarse lo hizo otra vez y sin duda se escuchó otro gemido, un poco más largo que el anterior. Minho le apretó la otra nalga mientras Taemin respiraba agitado.
—¿Te gusta?
Ni loco iba a responder a eso.
Ni loco iba a siquiera abrir la boca, temía que otro gemido saliera de ella.
Simplemente se quedó callado mientras sentía una mano que masajeaba sus muslos.
Nunca nadie lo había tocado así.
Mucho menos otro hombre.
—Ya... detente. Haré lo que quieras.
Minho se frenó.
—¿Lo que quiera?—alzó una ceja.
En ese momento, Taemin sintió que había dicho algo de lo que se arrepentiría luego.
—Yo... me refiero—se congeló cuando su mano se metía entre sus cachetes—No, ahí no.
Se odiaba a sí mismo por excitarse en una situación así.
—Ponte de rodillas.
¿Qué?
—¿Qué esperas?—sus manos dejaron de tocarlo esperando que él mismo se levantara.
—¿Quieres que...?—dejó de hablar cuando la mano se acercó nuevamente a su agujero.
—Sí.
Le costó levantarse, quiso taparse pero Minho no lo dejó, no lo dejó siquiera subirse el calzoncillo.
Cuando se puso de rodillas, la mano de Minho tiró de su cuello más cerca del bulto de Minho.
Con los golpes, el suyo se había despertado, y con esa vista, ya estaba caliente, y se sentía totalmente estúpido.
Si entendía lo que Minho quería, y desgraciadamente lo hacía, estaba dispuesto hasta de limpiar el techo para no hacerlo.
Cuando el más moreno bajó su cierre y dejó a la vista su miembro erecto, él casi derramaba saliva. No podía estar pensando en siquiera hacerlo.
Editado: 25.07.2020