Semana 5. Lunes.
Todas las misiones a las que había acudido David, eran siempre las mismas. Ir a una base de La Hermandad, inspeccionar el interior, detener a alguien si es que lo había, y regresar al ministerio para informar de lo ocurrido.
Aquel lunes era exactamente lo mismo, irían a la base y David se quedaría en la puerta haciendo nada mientras que el resto entraba dentro. Pero claro, era el nuevo del equipo y no estaba en su derecho el pedir un cambio de puesto, así que no tuvo más remedio que aceptar todas las órdenes como un buen soldado que era.
Es esta ocasión, estaban en el interior de un bosque húmedo en el que había una explanada en la que la base estaba enterrada. Ya que se encontraba en el subsuelo y tan solo hacia un acceso desde fuera, unas escaleras de piedra.
– Novato, ya sabes lo que te toca – le dijo el sargento mientras comenzaba a bajar las escaleras.
David no dijo nada y observó al resto adentrarse en el interior. Entonces, en ese momento de soledad, se giró hacia el terreno, dándole el sol de enfrente junto a la asquerosa humedad que había. Así que para que no le diese algo, hizo aparecer una palmera gigante a su lado que le ofreció una sombra en la que refugiarse.
Aquella misión parecía como el resto, inspeccionarían el lugar durante unos diez minutos, no encontrarían nada de información, volverían a la base y esperarían al día siguiente para inspeccionar otro lugar. Pero por mucho que lo asimilase, aquello no fue así. Primero escuchó varios gritos dentro de la base que le pusieron en alerta y luego el suelo empezó a temblar como si algo gigante se acercase. Y es que así fue, ya que un T-Rex de color rojo se aproximó por el lado este.
– Oh, no – fue lo único que se atrevió a decir David.
Quería avisar a sus compañeros, pero si estaban dentro luchando, de poco serviría. De hecho, revelaría su posición a los malos. Por lo que estaba él solo contra un dinosaurio prehistórico.
– Genial… – Masculló él agachándose para intentar pasar desapercibido. Pero como era de obviar, no lo hizo y el T-Rex empezó a correr hacia él –. ¿Nunca puede tocarme lo fácil? – Gruñó haciendo aparecer un muro de piedra gigante delante del dinosaurio. Aunque no sirvió de nada, ya que el T-Rex siguió recto y lo derrumbó con su cuerpo.
David no podía complicarse la vida y debería de pensar en la forma más sencilla del mundo para derrotar a un dinosaurio. Pero no lo sabía y no iba a convocar a otro para que luchase contra él. Así que lo único que se le ocurrió fue crear un portal gigante al… Espacio, sí- Por lo que alzó su mano y empezó a crear un agigantado portal que el T-Rex cruzaría al instante pensando en que era alguna especie de ilusión óptica.
– Buf – suspiró David haciendo desaparecer el portal.
– ¡Se puede saber qué haces fuera de tú posición! – El sargento salió por las escaleras.
– Nos atacaban varios tigres, señor – mintió él regresando a su posición.
– Ayúdanos a llevar a los prisioneros al ministerio – el sargento empezó a bajar de nuevo las escaleras.
– ¿Prisioneros? ¿Cuántos son? – Preguntó él siguiendo a su superior.
– Tres – respondió el sargento al llegar al final de las escaleras.
– ¿De la Hermandad? – Curioseó él.
– Menos preguntas novato y más trabajar – le regañó el sargento mientras le guiaba por los pasillos de aquel sitio.
David masculló en su interior, ya que como era habitual, no estaba en su rango el hacer ese tipo de cuestiones, así que una vez más, siguió las órdenes del sargento mientras echaba un vistazo a su alrededor.
– ¿Habéis encontrado algo útil? – Preguntó el sargento en cuanto entró en una sala que parecía el despacho principal de aquel lugar.
– Hay un laboratorio en el que hemos encontrado documentación que hablan del maletín, aunque no hemos encontrado nada que lo relacione directamente – contestó un soldado.
David entró en la sala y se quedó de piedra al ver que uno de los capturados era el padre de Emily, lo que supuso que había algo en aquella base.
– Señor – soltó David de repente –. Permiso para inspeccionar la base.
– ¿Qué? – El sargento se giró hacia él –. Sabes de sobra que…
– Señor – le interrumpió David –. Usted sabe quién soy y al bajar por las escaleras he notado algo oscuro – mintió –. Así que ruego que me deje inspeccionar el lugar.
– No será…
– No, no lo es – negó David –. Pero algo parecido. Por eso necesito ver el sitio, señor – David giró hacia sala y vio que el padre le estaba mirando, así que se giró de nuevo hacia el sargento.
– Mmm… Está bien – asintió el sargento –. Tienes cinco minutos. Si en ese tiempo no has encontrado nada, nos marchamos – le ordenó –. El resto, preparad a estos indeseados.
David no dudó ni un segundo y salió de allí para acercarse a la sala de al lado. Ahí pensaría en que hacer, pero ya lo sabía desde el principio. Sus compañeros habían inspeccionado todo, ¿pero y si había alguna sala escondida? La única forma de saberlo, era con rayos x. Así que adaptó su vista a ello para poder mirar todo su alrededor.
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Editado: 17.07.2022