Semana 1 en el reino.
David se despertó el séptimo día de su reinado de forma tranquila y normal en su cama de rey. Que era matrimonial, hecho con terciopelo y cola de caballo, con tonos generalizados de color amarillo y bastante cómoda. Aunque como el resto de días, David masculló al recordar que en la noche del segundo día de su reinado, el rey Francisco II huyó con su esposa y sus hijos del reino, ya que la gente no estaba contenta con ellos y era probable que acabasen mal, dejando a David con todo el marrón. De hecho, hoy era el día en el que se iba a dirigir al pueblo por primera vez.
Le había costado bastante llegar hasta ese punto, pero tenía antes que conocer la situación del reino, averiguando que no estaba muy allá debido al egoísmo del rey, lo que le obligó a tomar medidas desde casi el segundo día. Cómo la suspensión de unirse a un ejército que estaba sobrecargado, la creación de aranceles entre los reinos, la formación de un organismo de ministros que controlase todo, etc. Pensando sin lugar a dudas, que le esperaba un reinado bastante movidito. Sin olvidarse de Emily, que no la había visto en toda esa semana debido a la cantidad de trabajo que tenían ambos. Aunque gracias a Lucas, que estuvo tonteando con una de las chicas de la cocina, averiguó el turno que iba a tener hoy Emily, lo que le daría la oportunidad a David de poder verla.
– Ains… – David se quitó la sabana y se levantó de la cama, llegando a la conclusión de que le sobraba dos tercios de la habitación. Aunque no dio ni cuatro pasos cuando notó una presencia en el cuarto –. ¿Otra vez tú? – Se giró hacia la ventana y vio como una sombra salía de la oscuridad. Iba vestida como la última vez, y por si él lo dudaba, la capucha mantenía el rostro a salvo de la chica.
– Eres más listo de lo que creía – susurró ella.
– Y eso que aun no estoy del todo despierto – David la miró fijamente, aunque no llegó a ninguna conclusión –. ¿Cómo sabias qué me convertiría en rey?
– Ya te lo dije, tú aura era muy especial… Se parece a la de un ángel, aunque tú no tienes ese poder, ¿verdad? – Le preguntó la chica.
– Eh… ¿Cómo? – A David le pilló aquello por sorpresa –. No sé…
– Al menos te has adaptado rápido y has tomado decisiones bastante… Innovadoras… ¿De dónde dices que eres?
– Del reino del sur… – Contestó él –. ¡Y espera un momento! ¿No te tendría yo que hacerte las preguntas en vez de tú a mí?
– ¿Y qué quieres saber? – La chica sonrió levemente, mostrando sus dientes blancos y perfectos.
– ¿A qué has venido?
– Vengo a advertirte de un ataque que se llevará a cabo…
– ¿De un ataque? – David se alteró.
– Los rebeldes atacaran con dinamita la plaza en dónde harás el discurso – explicó ella.
– Espera, ¿qué? ¿Rebeldes? ¿Ataque? ¿Cómo lo sabes? – Preguntó seguidamente.
– Me entero de muchas cosas… – Suspiró ella –. Y con esto… Es hora de irse – se fue hacia la ventana y se colgó de ella.
– ¡No, espera! – David la siguió y se mantuvo a un par de metros de ellas –. Si de verdad has venido a ayudarme… Dime entonces que puedo hacer para evitar el ataque.
– Cambia el discurso público por uno privado – contestó la chica mirando hacia el pueblo –. Reúne a gente de todo tipo de clases y gremio. Si les incentivas a ellos, les incentivaras al resto. A parte claro de evitar el ataque… – Pausó –. Nos veremos pronto, rey – se tiró por la ventana.
David intentó seguirla, pero alguien llamó a la puerta y le impidió asomarse.
– ¿Sí? – Soltó David.
– Soy yo, Lucas – se escuchó desde el otro lado.
– Pasa, pasa – David corrió hacia la puerta y agarró a su amigo en cuanto entró en la habitación –. Acaba de venir la chica misteriosa del primer día, ¿la recuerdas? Pues me ha dicho que los rebeldes van a atacar la plaza en cuanto pronunciase mi discurso, así que va a ver un ligero cambio de planes. Dile a Marge que cambiaremos el discurso público por uno privado. Y dile que solo invitaremos a gente importante, ya que si les ganamos a ellos, ganaremos la confianza del pueblo. Y así de paso evitamos un posible ataca, ¿entendido?
– ¿Quieres tranquilizarte? – Le dijo Lucas.
– No hay tiempo que perder, Lucas – le comentó –. Iría yo, pero aun tengo que desayunar.
– ¿De verdad la crees? – Insistió Lucas.
– Acertó con lo de que convertirme en rey, así que es probable que acierte con esto – dio la vuelta a Lucas y le empezó a empujar hasta la puerta.
– El discurso era a las 12, ¿crees qué dará tiempo a crear un evento privado? – Le preguntó su amigo.
– Solo es un discurso, no una comida – David le soltó –. Tan solo espero que Marge no me mate.
– ¿Esperas? Veremos si no te cuece vivo… – Agregó Lucas marchándose de allí tras recibir aquella orden.
David cerró la puerta y se dispuso a cambiarse para bajar a desayunar.
Tras llenarse con un típico desayuno de rey, a David le pasó por la cabeza una idea muy loca. Irse a la biblioteca para averiguar qué había ocurrido con lo de Ras. Pero viendo como el secretario le seguía a todas partes, era bastante complicado huir. Así que esperó a que la cocina se vaciase para preguntárselo a él mismo, ya que compartía desayuno con él desde el primer día.
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Editado: 17.07.2022