47 Razones para Amarte (libro 1 de la Saga Razones)

Razón #41 - El Mensajero del Cielo

La penumbra de la habitación 308 era apenas iluminada por el reflejo de los faroles provenientes desde el exterior, colmándola de una sensación inexplicable en medio de toda esa inquietante oscuridad. Elevó su mirada hacía un gigantesco firmamento pincelado de estrellas. Tan diminutas, brillantes y lejanas. Eran libres y de algún modo, él también deseaba ser como ellas, aún si se tratara de un pensamiento imposible.

—¿Matt?

Escuchó decir su nombre con aquella típica preocupación suya que lo hacía sonreír con ternura de forma involuntaria, una vez las luces fueran encendidas para brindarle algo más de vida a esas perladas paredes. Miró de reojo la frágil silueta de Jason aproximarse, no pasando desapercibido el quebrado estado de salud que apenas conseguía mantenerlo en pie.

—"Resiste un poco más hermano" —fue el efímero deseo que latiera salvaje desde el fondo de su corazón ahora que los médicos ya contaban con las muestras necesarias para realizar el procedimiento requerido y con ello, devolverle los pedazos de esperanza que le habían arrebatado a Jason. La donación de médula estaba hecha, su misión había concluido.

—Matt, ¿te encuentras bien? —indagó ansioso tomando asiento en el borde de la cama.

—Si estás aquí conmigo, ¿por qué no lo estaría? —le dijo Matt con una calmada sonrisa dibujada en sus labios antes de regresar su atención al tintineante cielo que codiciaba explorar.

Jason caminó hasta estar a los pies de la silla de ruedas, tomó con gentileza ese par de manos entumecidas que por años lo reconfortaron, aquellas que incontables noches limpiaron con cariño el peso de su dolor, esas que lo habían abrazado con sincera alegría para hacerlo parte de una felicidad que Matt nunca dudó en compartirle, las mismas que ahora habían perdido la capacidad de percibir su calor y toque. Colocó un sutil beso en ellas a modo de agradecimiento, anhelando que los sucesos que marcaron sus existencias fueran diferentes, sin embargo, no era posible.

—La doctora Davis está concluyendo la documentación requerida para que entre en aislamiento preventivo e inicie así las primeras fases del tratamiento —explicó con voz quebrantada—. Quería venir en persona a decírtelo, por qué no sé cuándo pueda volver a verte.

—No importa en dónde te encuentres Jason, yo siempre estaré a tu lado.

Jason se aferró de prisa a un cuerpo paralizado, consciente que los brazos contrarios nunca más podrían corresponderle.

—Lo lamento —Jason musitó bajito, disculpándose por orillar a Matt a un terrible callejón sin salida—. Lo lamento tanto.

Matt hizo una seña solicitándole se acercara, susurrando a sus oídos el mágico secreto que sólo ambos compartirían en complicidad de ahora en adelante.

—Yo no lo hago, no me arrepiento de haberte puesto a salvo —admitió el mayor de ellos sin titubeos, encarando el verde de sus ojos contra esos castaños que le observaban con un tortuoso remordimiento—. Por ti cedería mis manos, mis piernas, mi alma y mi vida entera. Por ti lo daría todo, Jason —el chico afirmó lleno de una pacifica energía—. Eres mi hermano, mi familia y el único al que siempre podré llamar hogar.

—Prometo que regresaré.

—Sé que así será —respondió el ojiverde con la mirada inundada en fulgurantes lágrimas que prefirió ignorar para no alterar más el estado de ánimo de Jason—. No dudes, no temas y solo vive. Vive hasta que el corazón te duela no por tristeza, sino por tanta felicidad.

—Así lo haré, Matt —le dijo Jason mientras depositaba en dulce beso en la frente del joven a modo de despedida, grabando en sus memorias la calidez infinita de los ojos esmeralda que aún en esas atroces circunstancias podía ver centellar con el poder incandescente de una estrella fugaz.

Rio ante el alocado pensamiento porqué en efecto, Matt era el rayo de luz que alumbraba su oscuro cielo de pesadillas, apartando las monstruosas sombras que surgían para llevarlo consigo tan insistentemente.

—¡Gracias, Matt! —se abrazó a él una vez más, guardando en su corazón el amor incondicional que siempre le profesaría a quién trajo claridad a su opaco mundo de tinieblas—. ¡Gracias por ser mi hermano!... Muchas gracias por aceptar ser mi hogar —los dedos de Jason aprehendieron las ropas del joven hasta que la resistencia de la tela lo frenó, liberando sin más alternativa lo que se rehusaba a dejar ir.

—Todo estará bien —aseguró Matt con una tranquila y somnolienta expresión, consiguiendo un inestable asentamiento por parte del chico.

Un agridulce sentir se adentró en su interior sofocándolo, dificultando la misión de marcharse de la habitación. Se convenció así mismo de que era el momento de irse y que a su regreso, Matt estaría algo más recuperado y con esos alocados rizos que tanto lo divertían saltando sin sentido de orientación por toda su cabeza. Contempló a su hermano una última vez agitando su mano en el aire, cerrando a sus espaldas una puerta que jamás abriría por segunda ocasión.

—Lucha hasta el final Jason, por favor hazlo... —fue la amortiguada suplica que consiguió fluir de su boca minutos después de encontrarse a solas.

Matt inhaló y exhaló un par de veces con profundidad presó de un agradable agotamiento descendiendo los parpados hasta quedar inconsciente, llevándose con él aquella sublime visión de un cielo estrellado que lo hacía sentir finalmente libre.

 

 

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La quietud de los pasillos durante la madrugada se vio interrumpida por el rugir de una ensordecedora alarma de emergencia. Una angustiosa bombilla roja se hizo notar desde el tablero de supervisión en la sala del personal, haciendo que el equipo completo de doctores que permanecían en guardia por esa noche se pusieran en marcha con un rumbo en específico.

Los cuerpos vestidos de blanco se movían dentro y fuera de las cuatro paredes de la habitación 308 con los semblantes estoicos, completamente perplejos por el drástico giro de los acontecimientos. Introdujeron con rapidez el material e instrumentaría requerida para auxiliar a quién corría un grave peligro, acomodando con cuidado a un cuerpo laxo que parecía no querer reaccionar.




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