Llegue a este pueblo hace exactamente semana y media. Todas las noches eran un desastre, una tortura. Ibas al centro con intensiones de sentirte libre y comprar algunas cosas, pero el camino del bosque se sentía pesado, al estar a la mitad de la nada, con los árboles rodeandote y los animales en su hábitat natural, sentías presencias raras sobre ti.
Hoy me doy cuenta de que son las almas que deambulan por el lugar, quizás están en el limbo, sin saber a donde ir.
Todo por una línea sanguínea que vive frente a mi casa. 5 personas maniáticas que asesinan y torturan probablemente por placer, porque les nace o están aburridos.
Dan miedo con sólo su mirada, con la manzana en sus gargantas que se mueven cada que hablan con esa voz fuerte, autoritaria y grave. Todo en ellos es tétrico, hasta su padre es amanezador, su madre es la típica ama de casa que parece una muñeca, y por lo que vi, es peor que ellos.
Irónico, pienso todo esto cuando me encuentro caminando por el bosque, ansío llegar viva al mirador.
Siete de la mañana, el sol sale después de varios días y está en un punto fuerte. La naturaleza me rodea, respiro el aire fresco y sin pensarlo, doy varias vueltas y pequeños saltos llendo a mi destino. Nada rado ha pasado desde hace tres días, y que por fin salga el sol lo veo como una señal de que todo irá bien esta semana.
Subo al máximo el volumen de la canción que suena en mis audífonos, estoy cerca de llegar y tener una vista increíble del mar y las montañas.
Tarareo la canción y muevo la cabeza al ritmo de esta, cierro los ojos y me dejo llevar. Olvidando por completo el hecho de que en cualquier momento pueden degollarme o dispararme en un muslo.
Muevo las manos hacia adelante y atrás, todo bien, hasta que algo toca mi mano izquierda. Si, fue otra persona.
Abro los ojos de golpe y me paro en seco. La persona sigue caminando y casi 3 moscas intentaron meterse a mi boca. John va cinco pasos delante de mi.
Estoy inofensiva en estos momentos. Pasó a mi lado y siguió sin mirar atrás cuando me detuve.
Casi se me sale hasta el hígado cuando se detiene y voltea a verme —¿Te quedarás ahí como una estatua?
—¿Y para qué quieres que te siga? —Contestó a la defensiva.
Si me muestro débil, les daré más ventajas de jugar conmigo, y eso no está en mis planes.
Rueda los ojos —Camina, veintitrés, o saco la navaja que tengo en la bota —Señala un estuche que resalta entre su bota negra y su pie—, No dejaré que escapes, como lo hiciste en el bosque, tampoco dejaré que husmees igual que con mi hermano menor.
Me vio en el bosque. Joahn no fue el único, maldición. ¿En que mierda me estoy metiendo?
No me muevo.
—¡Muévete! ¡Ya! —Me grita al ver que ni siquiera pestañeo.
El grito me hace tragar fuerte, mis pies se mueven y me acerco a él con la cabeza en alto y mantengo mi boca cerrada, el no piensa dos veces y si hago algo que no debo me sacará hasta los pulmones y se los dará de comer a los halcones.
Pone una mano en mi cintura y me guía hacia adelante —¿Ves que no es difícil seguir una orden?
—No —Susurro.
No es difícil. Menos cuando vives con personas que te cobran tu salud mental a costilla de ponerte a cumplir órdenes
—Habla alto, no escucho a los bebés cuando hablan, los mato.
Me veo muerta al lado del río, rodeada de ranas, palomas, serpientes y moscas que se alimentan de mi cuerpo.
—No —Repito más alto.
—Perfecto. Esa boquita debe servir para otra cosas que no sean refunfuñar.
Me trago las palabras, quiero preguntar por qué no me mata, por qué está aquí de lo más normal sin hacerme daño. No quiero que salgan de mi boca pero a la vez necesito que si.
—Aquí se ve el humo.
Ruedo los ojos: —Tienes la oportunidad de enterrarme la navaja en el pecho, ¿Por qué no lo haces?
Suspira, parece pensar la respuesta y al cabo de unos segundos habla: —Me complace ver a las chicas como locas tratando de descifrar quién de nosotros tres escribe las notas, quien envía el paquete y quien pone la ofrenda. Así que si, tengo la oportunidad de matarte pero esperaré hasta el final para hacerlo.
Ejerce fuerza en mi cintura, un escalofrío recorre mi piel y veo que no piensa quitarla. Y no puedo hacer nada al respecto.
Seguimos caminando hasta nuestro destino, creo que irá al mismo lugar que yo. El ambiente es incómodo, nunca me había encontrado en una situación como esta, los escalofríos se hacen presentes cada vez que mueve los dedos de la mano que yace en mi cintura. Mi respiración está entrecortada, esto es horrible.
Veo las barreras que separan el bosque del río a poca distinacia. Sonrío por dentro, estar allí es sentir paz absoluta. Capaz este animal irá a otro lugar, lo espero.
Cuando llegamos a la barrera, para mi mala suerte, me suelta y se queda a mi lado, posa las manos en los barandales negros y deja que el sol golpee su cara.
Las cicatrices que tiene en el rostro se hacen presentes.
Si Edward Cullen lo viera...
No puedo enfocarme en nada, un asesino serial está a mi izquierda analizando cada roca que cae al río y las vueltas que dan las hojas en el agua. Miro a todos lados buscando algo que capte mi atención y me haga olvidar al demente a mi lado, pero es imposible.
Excepto por su mano.
Estoy consciente de que están repletos de tatuajes, pero ese en su muñeca acaba de llamar mi atención. Tiene un 24.
¡Su madre me llamó veintitrés, 23, XXIII, y el también!
Que el tenga ese número tan cercano al antes nombrado me pone a dudar.
—¿Qué significa tu tatuaje? —Le pregunto sin pensar con el corazón en el pecho.
Me mira con rabia, como si le molestara la pregunta, se baja la manga del suéter para taparse la tinta y saca la navaja del estuche en un movimiento rápido.
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Editado: 04.12.2021